¿Estamos preparados para los cambios que vienen?
Un país evoluciona y se desarrolla cuando sus habitantes son capaces de enfrentar los desafíos que suponen las transformaciones; son varias las cuestiones que nos interpelan en este momento de la historia
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Es un error pensar que las tendencias no se pueden cambiar. Un fracaso, una mala relación, las pérdidas o el pasado no tienen por qué definir tu futuro. No somos las consecuencias de lo que fuimos ayer, sino los artífices de lo que seremos mañana.
En mi infancia y adolescencia, desde el kilómetro 226 (en un paraje llamado Al Ver Verás) hasta el kilómetro 195 de la ruta 2, se veía un desfile de parrillas y lugares de esparcimiento, sitios donde los viajeros descansaban. En aquel entonces, para hacer el trayecto de Buenos Aires a Mar del Plata se demoraba ocho horas y era estresante, pues la ruta era angosta y de doble mano. La antigua ruta 2 también estaba llena de gomerías y pequeños talleres de auxilio.
Permítanme ser autorreferencial para contarles que recuerdo haber jugado un torneo de fútbol en los años 80 en un lugar llamado APAND en mi Mar del Plata natal, para mi equipo, SUIM, contra el equipo de Al Ver Verás, integrado por empleados del paraje. Este lugar contaba con hotel, estación de servicio y un enorme restaurante donde las familias descansaban durante unas horas.
En los años 90, la ruta 2 finalmente fue convertida en autopista, con grandes estaciones de servicio que contienen pequeños centros comerciales y espacios de comidas internos, cada 100 kilómetros. El cambio en la infraestructura vial fue muy celebrado, tanto por los turistas como por nosotros, los marplatenses, pues el viaje en auto ahora solo toma cuatro horas y es mucho más seguro y entretenido.
El cambio le dio un gran impulso para la economía de la región y permitió el desarrollo de localidades como Pinamar, Villa Gesell, Cariló y decenas de nuevos parajes. Se generaron millones de empleos, grandes inversiones turísticas y desarrollos inmobiliarios. Y todo fue celebrado por millones de argentinos.
Sin embargo, el hecho también provocó el cierre de las parrillas intermedias y el abandono de parajes como Al Ver Verás. Y casi desaparecieron las gomerías y los talleres, lo que generó un gran desempleo en la zona, un hecho lamentado por miles de argentinos.
“¿Estamos preparados para entender que las acciones bien intencionadas pueden tener muchas veces efectos imprevistos negativos?”
Aprovecho para interpelarlos con una pregunta: si ustedes fueran responsables de decidir sobre ese cambio. ¿Habrían autorizado la autopista? ¿Serían responsables del drama de las familias que quedaron sin empleo?
Amigos, una nación evoluciona y se desarrolla cuando es capaz de enfrentar los nuevos desafíos. El progreso trae consigo también consecuencias negativas, pero es necesario superarlas para que millones de argentinos avancen. Deberíamos preocuparnos también por la inclusión de quienes se ven afectados por dicho progreso, pero sin castigar a la sociedad obligándola a pagar precios más altos o a poner en riesgo vidas al rechazar nuevas tecnologías”.
¿Estamos preparados para entender que muchas veces las acciones bien intencionadas pueden tener consecuencias imprevistas negativas?
Cobrar sobretasas municipales para ayudar a familias desempleadas puede reducir la rentabilidad de ciertos comercios o industrias, que entonces deciden mudarse a municipios que no cobran estas tasas, o incluso cerrar, lo que incrementa la cantidad de personas desempleadas, con menos empresas a las cuales trasladar ese costo.
¿Estamos preparados para entender la importancia de los derechos de propiedad?
Un ejemplo clásico es el de las vacas que comen el pasto en un campo común, sin propiedad definida. Una vez que se acaba la hierba, nadie tiene el incentivo de volver a sembrarla.
“Algunos países son rico y otros son pobres. Y los pobres no lo son necesariamente por falta de esfuerzo o de recursos naturales, sino por sus sistemas”
¿Estamos preparados para comprender que no todos recibimos el mismo salario, aunque todos aportamos a la sociedad?
Los deportistas, cantantes y actores famosos ganan mucho más que los profesores, bomberos o enfermeros, personas que forman y salvan vidas.
Sin embargo, no es la relevancia del trabajo lo que determina el salario, sino la oferta y la demanda de las habilidades requeridas en cada profesión. Es más difícil ser el próximo gran deportista, actor o cantante, que el próximo enfermero o maestro o bombero, aunque sus profesiones sean más necesarias.
¿Estamos preparados para entender que los precios funcionan como señales?
Los precios actúan como incentivo para incrementar la producción o para estimular la demanda (como vimos en el último Cyber Monday). En un mercado libre, los precios ayudan a asignar recursos de manera eficiente. Los problemas surgen cuando los gobiernos interfieren para proteger a los consumidores, estableciendo precios máximos o mínimos. Estas medidas, aunque bien intencionadas, pueden causar escasez (precios máximos) o excesos (precios mínimos), otorgando más poder al burócrata que al productor o al consumidor.
¿Estamos preparados para entender la importancia de mantener las reglas del juego?
Algunos países son ricos y otros son pobres. Y los pobres no necesariamente lo son por falta de esfuerzo o de recursos naturales, sino debido a sus sistemas e instituciones, especialmente la justicia.
Es interesante observar cómo personas que emigran a Estados Unidos, Alemania o España, a menudo prosperan como empresarios, cuando en su país de origen no lograban el mismo éxito. El factor común es que estos países cuentan con mejores instituciones y mayor libertad económica, un entorno donde se respetan los derechos de propiedad y se fomenta la innovación.
“Los empresarios con éxito son los que ofrecen productos y servicios que responden a las necesidades de miles o de millones de consumidores”
¿Estamos preparados para entender que la competencia es dinámica y no fija?
Las empresas compiten constantemente para ofrecer mejores bienes y servicios. James Otteson, en su libro Siete pecados mortales económicos distingue dos formas de adquirir riqueza: la extracción y la cooperación. La extracción implica quitar algo por la fuerza. La cooperación, en cambio, es cuando una persona paga voluntariamente por un bien o servicio, generando un beneficio para ambas partes.
Cuando los empresarios tienen éxito o cuando las pymes son rentables, es porque ofrecen productos o servicios que responden a las necesidades de miles o de millones de consumidores. El éxito de una empresa privada no implica necesariamente una extracción de dinero forzosa, salvo que disfrute de un privilegio injusto otorgado por un gobierno.
¿Estamos realmente preparados para resistir la ilusión del control?
Es necesario, para evitar la tentación de sobreestimar nuestra capacidad de gestionar cada variable o de influir en lo que objetivamente escapa a nuestro alcance. Este sesgo nos puede llevar a asumir riesgos desmesurados, confiando en que los análisis del pasado se repetirán en el futuro, cuando en realidad el mercado sigue una lógica propia que depende de cada contexto en particular.
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