¿Está teniendo la Argentina la “enfermedad holandesa”?
El descubrimiento de yacimientos de gas décadas atrás derivó en mayores exportaciones para los holandeses; la situación terminó comprometiendo la producción y la venta de otros productos y todo resultó en un caso de estudio; ¿cuál es el problema y qué se puede hacer?
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En algún momento de la década de 1960 los holandeses descubrieron yacimientos de gas natural; para ellos, un producto exportable. El descubrimiento aumentó la oferta de dólares, redujo el poder adquisitivo interno del tipo de cambio y, por consiguiente, comprometió la producción y venta de otros productos locales, dedicados a la exportación o que competían con las importaciones. La literatura especializada denomina a este efecto “enfermedad holandesa”. ¿Está ocurriendo algo parecido en la Argentina de 2024? En todo caso, ¿cuál es el problema y qué se puede hacer al respecto?
Sobre el particular conversé con el irlandés James Peter Neary (1950-2021), quien estudió en el University College de Dublin y en la Yniversidad de Oxford, y enseñó en el Trinity College, también de Dublin, y en las dos instituciones en las que había estudiado. Me interesó conversar con él por la monografía que en 1982 publicó, en colaboración con Warner Max Corden, titulada Expansión sectorial y desindustrialización en una pequeña economía abierta. Fue el trabajo más citado de los redactados por Corden, según afirmó en una autobiografía publicada en 2006.
–Holanda no es el único ejemplo de haber sufrido la enfermedad.
–En el caso de los recursos naturales, también cabe mencionar el petróleo en Arabia Saudita, Canadá, Inglaterra, México y Noruega, el oro en Australia y el cobre en Chile; en el resto de los bienes, el turismo en varios países europeos y la soja en la Argentina. Claro que, como aclaran los productores, no es lo mismo “pinchar” la corteza terrestre y hacer un agujerito para extraer petróleo y gas, que cultivar soja.
–¿Cuál es la esencia del problema?
–Un fuerte aumento en la oferta de algún producto o conjunto de productos exportables, consecuencia del descubrimiento de algún yacimiento o de un cambio tecnológico, así como un fuerte aumento en la demanda de algún producto o conjunto de productos exportables, consecuencia de un cambio en los gustos o un sustancial aumento de las compras del resto del mundo, disminuyen el tipo de cambio real, complicándoles la vida a los productores del resto de los productos exportables y también a quienes elaboran productos importables. El término fue utilizado por primera vez el 26 de noviembre de 1977, en The Economist.
–¿Qué le ocurre a la producción y a los ingresos del sector manufacturero, si de repente se produce un boom en el sector energético?
–Aparecen el efecto movimiento de recursos y el efecto gasto. Según el primero, cuando mejora sustancialmente la rentabilidad del sector energético, todos los recursos productivos que se pueden desplazar abandonan la manufactura y se pasan al sector energético, generando un efecto de desindustrialización directo. Según el segundo efecto, el referido boom aumenta los gastos del sector energético, parte de los cuales se realizan dentro del país –por ejemplo, aumenta la demanda de peluquería–, elevando el respectivo precio y, por consiguiente, también afectando la manufactura, lo cual genera un efecto de desindustrialización indirecto.
–La recuperación de la credibilidad en la acción de un gobierno, así como el sistema de coparticipación de impuestos, también generan enfermedades holandesas. El origen es diferente, pero las consecuencias son similares.
–Vamos por partes. La Argentina es el reino de la exageración. En el último año ustedes pasaron de la total falta de credibilidad a una parcial recuperación de la misma. Esto explica la reversión de la dirección de los movimientos financieros, el aumento de las reservas del Banco Central, la caída del riesgo país, etcétera. La credibilidad es un fenómeno real, por oposición al financiero, y que, por consiguiente, no se soluciona con saltos del tipo de cambio, ni qué hablar de esperar que el actual gobierno afloje en materia fiscal. Error tipo I, error tipo II, hay que adoptar todas las decisiones sobre la base de que no se producirá dicho salto, ni de que el eslogan “no hay plata” será reemplazado por “hay algo de plata”.
–Se habla de inflación en dólares, atraso cambiario, etcétera.
–Terminología que probablemente no ayude a entender lo que está ocurriendo. Atraso alude a desequilibrio, venta de reservas del Banco Central, etcétera; inflación en dólares es un concepto que está más cerca de la aritmética que de la economía. Podría hablarse del “nuevo equilibrio del tipo de cambio”, sabiendo que hay que tomarlo con pinzas, por la facilidad con la cual los movimientos de capitales financieros cambian de dirección.
–¿Por qué debería preocupar esta enfermedad holandesa derivada de la credibilidad?
–Porque compromete la producción local frente a la extranjera, metiéndole presión a la eliminación del denominado “costo argentino”, fácil de recomendar pero nada sencillo de implementar, porque depende más de gobiernos subnacionales, gremios, jueces, etcétera, que del Poder Ejecutivo Nacional.
–Dentro de los países también existe un fenómeno de enfermedad holandesa, derivada del régimen de coparticipación de impuestos.
–Enfatizado en 2009 por Marcelo José Capello, Alberto José Figueras, Néstor Clever Grion y Pedro Esteban Moncarz. La idea es contundente: tanto el régimen de coparticipación de impuestos entre el Estado Nacional y las provincias, como la enorme cantidad de transferencias discrecionales, cuando no arbitrarias, permiten que los estados provinciales abonen salarios públicos que hacen inviable el desarrollo de actividades privadas. Ajustado por esfuerzo y condiciones laborales, la diferencia se acrecienta. Según esta perspectiva, no es que las provincias tienen que generar empleo público ante la ausencia de la iniciativa privada, sino que esta última no se puede desarrollar, porque no puede competir con el empleo público financiado con el referido sistema.
–Al respecto, el actual gobierno está corrigiendo el problema.
–En la medida en que cerró las canillas de las transferencias discrecionales y arbitrarias; queda la cuestión de la modificación del régimen de coparticipación, que según la reforma de la Constitución, de 1994, debería haberse realizado, a más tardar, en 1996.
–Buenísimo.
–Sí, pero... Porque, ¿qué harán los gobernadores y los intendentes, cuando adviertan que cuentan con menos recursos para hacer frente a sus respectivos gastos públicos? Ya está ocurriendo: algunos ajustaron las bases imponibles por encima de la tasa de inflación; otros redujeron algunos casos (o postergaron algunos pagos); por ahora, ninguno emitió una cuasimoneda. Por todo lo cual, cabe esperar que quien piensa instalar una actividad o expandir la que tiene, sobre la base de lo que posibilita la nueva relación económico-financiera entre el Estado Nacional y las provincias, se tome su tiempo para adoptar sus decisiones.
–Don James, muchas gracias.
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