Escándalo documentado. El peor fracaso de Alberto Fernández y Cristina Kirchner
El presidente Alberto Fernández lo viene prometiendo desde el principio. “Ha llegado la hora de abrazar al diferente, al solidario, porque en esta emergencia social es tiempo de comenzar por los últimos para después poder llegar a todos”. “Vamos a proteger a los sectores más vulnerables. En este presente que afrontamos, los únicos privilegiados serán quienes han quedado atrapados en el pozo de la pobreza y la marginación”.
Al asumir el cargo, el 10 de diciembre de 2019, prometía así modificar la dura situación social en la que vive una gran parte de la sociedad argentina desde hace décadas.
Pocas semanas después, el 1º de marzo de 2020, el Presidente inauguraba su primera Asamblea Legislativa con palabras como estas: “Hemos asumido el gobierno nacional en un escenario que creo imperioso recordar: soportamos un nivel récord de inflación del 53,8% durante el año 2019″, parte de la “pesada herencia” que había dejado la gestión de Mauricio Macri. Y agregaba: “Que los precios dejen de crecer en la Argentina es una responsabilidad de todos. El Estado, este gobierno nacional se va a poner al frente de la batalla contra la inflación usando todas las herramientas legales con las que cuenta. No es posible que con la moneda estabilizada y las tarifas congeladas al igual que los combustibles, el precio de los alimentos siga creciendo”.
Esa “batalla” parece no haber dado demasiados resultados. De hecho, hace un año, el 15 de marzo de 2022, Fernández quiso subir un escalón en el lenguaje bélico y atacó: “Prometo que el día viernes [18 de marzo] va a empezar la guerra, la guerra contra la inflación en la Argentina. Vamos a terminar con los especuladores y vamos a poner las cosas en orden”.
No sabemos si esa “guerra” aún se está desarrollando, pero por las dudas hace dieciséis días, al abrir las sesiones legislativas de este año, el Presidente insistió: “La alta inflación, que todos sufrimos, es un factor central de desorganización de nuestra economía... Estamos abocados a reducirla sin generar incrementos en los niveles de pobreza o frenos en el proceso de crecimiento”.
¿Cuántos de estos postulados pueden tener asidero real en un país que acaba de mostrar una inflación del 6,6% para febrero, que lleva el acumulado interanual al 102,5%, y niveles escandalosos del costo de los gastos básicos de una familia para no ser pobre o, incluso, indigente?
La inflación, ya se sabe, golpea a todos, pero sobre todo a los sectores sociales más postergados. La ayuda social y los ingresos derivados de empleos informales y precarios contribuyeron de algún modo a que los indicadores oficiales de pobreza se redujeran levemente hacia el primer semestre del año pasado, último dato publicado: según el Indec, la pobreza alcanzó entonces al 36,5% de la población (unos 10,5 millones de personas) y la indigencia, al 8,8% (2,6 millones). Como se ve, ningún guarismo que haya que festejar, sobre todo en un país que estaría en condiciones de alimentar a millones de personas en el mundo, como también le gusta recordar al Presidente.
Mucho menos cuando uno se interna en los detalles de la estadística de pobreza por edades. Entre los más chicos, de 0 a 17 años, llega al 51,5%. El número, frío, adquiere niveles de escándalo cuando se toma conciencia de que más de cinco chicos de cada diez son pobres, y sólo por los ingresos de sus padres. Estos indicadores miden esa variable, pero no las condiciones de vida, infraestructura y educación en las que viven esas personas.
Los costos de las canastas a partir de los cuales se elaboran los niveles de pobreza e indigencia, difundidos ayer por el Indec, vuelven a reflejar el drama en toda su magnitud.
Desde hace meses esos valores vienen creciendo por encima de la inflación del mes. En enero, de hecho, la canasta básica total (CBT, marca el límite de la pobreza) había aumentado 7,2% en el mes y 108% interanual. La canasta básica alimentaria (CBA, refleja la indigencia de una persona o grupo familiar) había alcanzado niveles similares. Vale recordar en este punto que la inflación del primer mes del año había marcado 6%, con un acumulado anual de 98,8%.
En ascenso
Los datos de febrero, tanto la inflación como el costo de las canastas básicas, mostraron el agravamiento de la situación y permiten anticipar un aumento de la pobreza y la indigencia. Podría no reflejarse aún en los datos del segundo semestre del año pasado, que el Indec difundirá el jueves 30 de este mes, pero los expertos en este tema ya lo anticipan.
Martín González Rozada, director de la Maestría en Econometría de la Universidad Torcuato Di Tella, desarrolló un “nowcast” de pobreza, un “pronóstico inmediato” que a partir de varios indicadores permite anticipar tendencias y datos sobre esa variable.
En la última edición, toma los datos del semestre septiembre 2022-febrero 2023. “La CBT promedio de la región del Gran Buenos Aires (GBA) para el semestre de referencia se estimó en $48.784 por adulto equivalente. Esto es un aumento interanual de 98,6%. Para el promedio del ingreso total familiar (ITF) se proyectó para el semestre un incremento interanual de 68%. Con estos datos y la simulación de los microdatos de la EPH del tercer y cuarto trimestre de 2022 y el primero de 2023 se proyectó la tasa de pobreza”. Y concluye: “El nowcast estima una tasa de pobreza de 42,2% para el semestre sep22-feb23″.
Esto es, casi 6 puntos por encima del dato del primer semestre de 2022. Pero el desagregado trimestral es aun más inquietante: “La incidencia proyectada es un promedio ponderado de una tasa de pobreza estimada en 38,4% para septiembre 2022, 41,5% para el cuarto trimestre de 2022 y 45,1% para el bimestre enero-febrero 2023″.
Según sus cálculos, el 42,2% implica que “alrededor de 12,2 millones [de personas] viven en hogares urbanos pobres”, tomando en cuenta la población urbana relevada por la encuesta del Indec. Si se proyecta a la población total del país, el dato es aun más estremecedor: 19,5 millones de argentinos viven en la pobreza.
El economista Maximiliano Gutiérrez (Ieral-Fundación Mediterránea) destaca el dato de inflación de febrero “en un contexto en el que siguen reprimidos precios claves como el tipo de cambio oficial y las tarifas de servicios públicos”. Marzo no trae precisamente buenas noticias. Habrá que prepararse para los próximos meses.
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