“Es una fantasía”: el relato de Cristina Kirchner para explicar la crisis se rinde ante los números
El relato de la restricción externa y las causas de la inflación no resisten el análisis de los expertos
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La narrativa del kirchnerismo culpa a la “restricción externa” –la falta de dólares–, a la deuda con el Fondo Monetario Internacional (FMI) tomada por Mauricio Macri en 2018 y a los empresarios por la crisis económica. Los datos no sólo desenmarascan esos argumentos, sino que ponen un espejo frente a Alberto Fernández y Cristina Kirchner a la hora de explicar por qué la Argentina sigue siendo sólo una vaga promesa.
“El problema de la escasez de dólares es mucho más grave y es inconsistente vincular el déficit fiscal en pesos con la escasez y restricción externa que tiene la Argentina. Es hora de sentarnos a discutir esto en serio”, pidió Cristina Kirchner hace un año en un acto en Ensenada. Entonces, vale reafirmar, la profundidad de la sequía era todavía una tenue sombra pese a los tres años de La Niña.
“Esto tiene tomado por el cuello a un país”, acusó hace sólo unas horas Máximo Kirchner, el líder de La Cámpora al cuestionar el acuerdo que Sergio Massa negocia con el Fondo. “Las amenazas [del FMI] no se ciernen sobre nuestro ministro de Economía, sino sobre nuestro pueblo, la educación de nuestro pueblo, sobre el derecho a la vivienda de nuestro pueblo y sobre el trabajo de nuestro pueblo”, completó. Su madre, sólo unos días atrás, había usado un informe del organismo internacional para asociar la mayor rentabilidad de las empresas a la disparada inflación.
Los datos dicen otra cosa
Los números desmienten el relato del kirchnerismo. Entre diciembre de 2019 y mayo de 2023, la administración Fernández tuvo exportaciones sólo de oleaginosas y cereales del campo por US$117.000 millones. A esto debería restarse, la importación de soja paraguaya, que fueron US$14.000 millones.
¿Cuánto se pagó de deuda al FMI? Según datos de Econviews, le abonó al Fondo US$5819 millones, pero a la vez recibieron desembolsos US$4829 millones del organismo. O sea, unos US$1000 millones. Al sector privado, se le pagó por deuda (capital) en dólares unos US$20.000 millones. Las empresas pagaron deuda –tuvieron que sacarle dólares al Banco Central– por US$20.513 millones.
¿Los dólares se fueron por importaciones? Las cantidades importadas de bienes y servicios durante el actual gobierno fueron 12% más chicas que las de la gestión de Macri. Si se ajusta por los viajes que no se hicieron en pandemia, el número no es muy diferente, explica Andrés Borenstein, economista de Econviews. “En cantidad de bienes, Fernández importó un 6,6% menos que Macri”, agrega. Incluso la guerra, que aumentó el valor del gas, benefició por los precios de las commodities que vende el país.
“Es una fantasía”, dice José Fanelli, profesor emérito de la Universidad de San Andrés sobre la restricción externa. “Es el nombre de fantasía que el Gobierno le puso a la distorsión cambiaria, el cepo y la falta de acceso a los mercados de capital globales”, agrega uno de los economistas más respetados. Fanelli sólo como “restricción externa” a la sequía. Agrega que otra, coyuntural, es el actual año electoral en el que nadie pone un dólar.
Para el economista, por conveniencia política se pospuso la corrección del tipo de cambio real y ello estimuló la brecha cambiaria, las maniobras de facturación del comercio exterior y el atesoramiento de divisas. “La buena noticia es que también hubo un shock muy positivo que, además, es permanente. Vaca Muerta comenzó a aportar fuertemente para reducir el déficit energético. Cuando un país estable se beneficia con un shock positivo permanente, pero sufre transitoriamente una sequía, no suele tener problemas para conseguir los dólares prestados necesarios para cubrir el bache circunstancial”, agrega para licuar más la narrativa kirchnerista.
Fanelli dice que “en los viejos tiempos”, la restricción externa era “por pasarse de rosca con los ajustes de salarios”. Pero el actual Gobierno trajo una novedad nunca vista: atraso cambiario que no beneficia a la gente. En el último lustro, cita al Indec, la participación de los trabajadores en el ingreso cayó 7 puntos porcentuales. “Se trata de una transferencia de ingresos de unos US$35000 millones. El Frente de Todos hizo algo difícil de lograr: salarios bajos con dólar atrasado”.
Días atrás, para atacar al sector privado, Cristina Kirchner retomó un artículo del Fondo que sugirió que el aumento de las ganancias de las empresas explica buena parte de la inflación. Pero los márgenes de las empresas argentinas tienen otro origen: el dólar oficial.
“El Gobierno le entrega a las firmas los insumos importados a valor del dólar oficial, pero ante la incertidumbre cambiaria, los precios se fijan a un dólar muy superior. Las firmas, racionalmente, se cubren del riesgo de tener que reponer stocks a precios muy elevados; por eso los bienes mayoristas importados lideran subas este año”, explica Fanelli y completa: “No se puede culpar a las firmas por asegurarse –pierden ventas–, pero alguien tiene que pagar el costo del seguro. Los trabajadores están poniendo buena parte”.
Un relato para tribuna
Para Borenstein, la situación argentina actual tiene que ver con que no se puede vivir con “cepo eterno”. Según el hombre del equipo de Hernán Lacunza, “el cepo lleva a comportamientos en donde el sector privado tiene incentivos a pagar deuda en lugar de tomar deuda, desaparecen los incentivos para la inversión extranjera, Todo el mundo quiere importar y nadie quiere exportar. Aparecen 3 millones de rulos. El problema es el cepo. La restricción externa no existe en ningún país del mundo. Me resisto a creer que es una enfermedad solo argentina”, cerró.
“Lo de la restricción externa es un cuento”, se ríe un banquero, que explica que se trata de un problema de precios. El dólar, afirma, no vale lo que debería valer y por eso hay un exceso de demanda de dólares.
Para el populismo, la restricción externa es la cortina de humo para no tomar responsabilidades. Los problemas para los populistas se resuelven con una receta irrestricta: Alberto Fernández, por caso, se financió con US$85,7 millones aportados por el BCRA. Cristina Kirchner tiene el récord para la maquinita en su segundo mandato, según EcoGo: US$104,9 millones.
Más allá de las malas noticias, Fanelli cree que estamos sufriendo más de la cuenta en 2023 por no acceder a financiamiento. Pero, mirando 2024, con Vaca Muerta, el fin de la sequía y una política económica “más profesional” que corrija distorsiones de precios, hay oportunidad. “Con 40% de pobreza, la política no tiene derecho a desaprovecharla”, dice.
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