Es necesario abrir la mirada e incluir aspectos que vayan más allá de la salud
Las personas mayores se han convertido en uno de los temas centrales en esta pandemia. Su supervivencia y el impacto que, según el número de contagios, habría en el sistema sanitario son los ejes de una gran preocupación. La idea de que alcanza con preservar la salud de los mayores ya existía, aunque en menos medida, antes del coronavirus. Buscamos garantizar su integridad física, que es un propósito válido, pero no puede ser algo excluyente. Esta pandemia aceleró un debate social que nos debíamos: el referido a nuestra capacidad como adultos para tomar decisiones, en cualquier etapa de la vida. Aun en crisis como la actual, necesitamos conservar la autonomía para ser los autores de nuestras vidas.
Hay una cuestión que es la de cómo superar la mirada biomédica sobre los mayores. Esa visión centra el bienestar en temas de salud y de subsistencia y relega otras cuestiones como la participación social y el poder que tienen como consumidores.
El 40% del consumo global lo realizan los mayores de 65 años. Eso convierte a este grupo en un elemento traccionador de actividad en casi todos los sectores, incluyendo el ocio, el bienestar, las finanzas, el transporte, la vivienda, la educación y la tecnología. Ese dato debería atraer la atención de empresas y emprendedores. Pero me da la impresión de que en el país seguimos sin aprovechar la oportunidad. El tema de la "economía plateada" y su potencial no se incluye en las agendas de encuentros empresarios o de emprendedores.
La pandemia puede ser una oportunidad para generar industrias y empleos orientados al cuidado y a la calidad de vida de los mayores.
Al conversar sobre bienes y servicios que se podrían generar, me sorprendió mucho escuchar opiniones del estilo de: "Si no quieren quedarse afuera, las personas mayores se van a tener que adaptar a la tecnología". Es una lógica absurda, "anticliente", que pareciera solo darse en el segmento de los mayores, porque para públicos más jóvenes las empresas parecen interesadas en adaptarse.
Para conocer las necesidades y preferencias de las personas mayores hay que sacarse los patrones tradicionales de la cabeza. ¿Cómo? Generando estudios de mercado que no encasillen a todos en la categoría +65. Es lo que hace Facebook, por ejemplo: a la hora de crear una campaña, solo da la opción "+65", como si a partir de esa edad todos fueran iguales.
Es clave ampliar el concepto de diversidad y entender que también tiene que ver con la edad y con formar equipos intergeneracionales. No basta con generar bienes y servicios para seniors: hay que hacerlo con ellos.
Frente a la pandemia, los mayores son considerados de riesgo y, por tanto, vulnerables. Pero esa es una cara de la moneda. También son fuente de conocimiento y de consulta al integrar comités científicos y de ayuda; son héroes en la trinchera en hospitales (muchas veces son voluntarios); son almas solidarias que cosen barbijos; están pendientes de otros, y transmiten calma a los más jóvenes.
Y, como si fuera poco, constituyen el grupo social que más crece. Somos los emprendedores, las empresas y los gobiernos los que tenemos que cambiar, si no queremos quedarnos fuera de la revolución senior.
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