Es mendocino, exporta chatarra para recuperar oro y factura $3,6 millones al año
Un artículo de un diario local que contaba la cantidad de basura electrónica que se genera en la provincia de Mendoza fue el principio. "En vez de dar vuelta la página y pensar ‘que se encargue otro’ empecé a investigar posibles soluciones", dice Farid Nallim, fundador de Reciclarg Recycling Technology S.A, una empresa con base en la localidad de Guaymallén que recicla basura electrónica y desde 2017 exporta a Bélgica toneladas de componentes de los que se puede recuperar metales preciosos como oro, plata y platino. La firma lleva reciclados más de 350.000 kilos que, repartidos en las distintas unidades de negocios, representan una facturación anual de $3,6 millones.
Si bien es cierto que hay oro en la basura, la cantidad alojada en las plaquetas electrónicas es mínima: por cada tonelada de celulares hay 200 gramos del metal precioso. Según Nallim, hay siete fundidoras en el mundo que se dedican a recuperarlos y ellos eligieron la que tiene mejor reputación ambiental: la belga Umicore. "A eso se le llama minería urbana. Se recuperan los metales y se reduce la demanda de la industria minera", apunta Nallim.
La primera exportación a Bélgica fue de ocho toneladas y la segunda, que parte en los próximos meses, es de 23. En total, la empresa lleva recicladas 350 toneladas de residuos electrónicos, lo que cubre apenas un porcentaje ínfimo de lo que se genera. Según señala Nallim, cada argentino produce en promedio siete kilos de residuos electrónicos al año: son más de 280 millones de kilos que terminan en vertederos urbanos y de los que, como mucho, se recuperan 700 toneladas. "Nosotros en Mendoza no alcanzamos a recolectar el 1% de lo que generamos. Y entre todas las empresas que hacemos esto en el país, que no somos más de seis, no llegamos a las dos cifras", detalla.
Según Nallim, el residuo electrónico es "el más nocivo" que manejamos los seres humanos. "Tiene componentes como cadmio y plomo -explica-, que cuando van al vertedero a cielo abierto quedan eternamente ahí, se empiezan a corroer y llegan a las napas subterráneas y de allí a las tierras cultivables. Así terminamos comiendo metales pesados".
Cuando se topó con el artículo del diario local, Nallim, que es administrador de empresas, trabajaba en un geriátrico familiar. Se enteró de una competencia de emprendedores organizada por Endeavor y comenzó a pensar en una idea de negocios asociada a la problemática de la chatarra electrónica. Uno de los requisitos era que fuera un trabajo en equipo y la invitó a participar a su hermana, Andrea, que también es licenciada en Administración de Empresas y, ahora, su socia.
En 2010 se constituyeron como empresa y la primera unidad de negocios fue la separación de los componentes en su planta en Guaymallén, donde actualmente trabajan nueve empleados, casi todos jóvenes empleados bajo un programa de primer empleo. Pero pronto se dieron cuenta de que muchas de los equipos todavía funcionaban o se podían reacondicionar y apareció una segunda unidad: la reutilización. "Esto nos permite ayudar a disminuir la brecha digital, permitiéndole a personas que no pueden acceder a una computadora nueva a un modelo anterior a muy bajo costo y al mismo tiempo alargarle al equipo el ciclo de vida. También vendemos vía online repuestos que, por la obsolescencia programada, ya no se se fabrican más".
La empresa cobra una comisión por recolectar la basura electrónica de empresas privadas y oficinas del Estado, a quienes les otorga certificados de disposición final. Por sus componentes, y según la ley 24.051, este tipo de residuos son calificados como "peligrosos" y no pueden ser descartados en cualquier lugar aunque, en los hechos, es lo que sucede.
La última unidad en incorporarse fue la de la exportación y es, además, la que más ingresos genera. Nallim señala que, si bien es un tipo de negocios de escalabilidad y rentabilidad lenta, está en crecimiento. Hoy recibe material también de San Juan y San Luis y planea abrir un espacio propio en Buenos Aires para facilita la logísticas de las exportaciones, que se despachan por el puerto de Zárate. "Es un avance lento porque lo que se necesita en el fondo es un cambio de paradigma -apunta Nallim-. Pero creo que de a poco el planteo ambiental va apareciendo en distintos lugares: ya no es una problemática totalmente ajena".
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