Es imprescindible el tratamiento para curarnos, pero también la explicación de por qué debemos hacerlo
La Argentina enfrenta una enfermedad económica, social, educativa y de seguridad de gran magnitud, y, con el voto, decidimos cambiar de médico; el objetivo propuesto por el Gobierno implicará vivir algunos meses en recesión, pero es importante saber cuál es el sentido del esfuerzo
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Cuando alguien consulta a un médico por una enfermedad y el médico explica de manera clara y convincente que la cura implica un proceso de seis meses con sacrificios, pero con resultados positivos a largo plazo, el camino solo será soportable si se lo transita pensando en lo placentero que será el futuro y no en el duro tratamiento a afrontar.
Se hace imprescindible, entonces, tanto hacer el tratamiento como contar con las explicaciones de porqué lo tengo que hacer.
Quisiera compartirles algo que tal vez no hayan notado, ya que esta nota carece de imágenes. Soy una persona con sobrepeso, y esto no se debe a lo que comí anoche, sino a los desajustes a lo largo de mi vida. Ayunando dos días no resuelvo mi problema, sino que debería realizar un cambio de hábitos en mi cultura alimentaria.
Como Nación, somos conscientes de que enfrentamos una enfermedad económica, social, educativa y de seguridad de gran magnitud. Y decidimos cambiar de médico porque la mayoría entendimos que era mejor enfrentar un costoso tratamiento a no hacer nada.
La buena noticia es que existe un tratamiento para abordar estos desafíos, pero es crucial que el equipo de gobierno sea capaz de comunicarlo de manera efectiva y que motive a la población a afrontarlo. Es muy necesario explicar el sentido del esfuerzo pedido y demostrar claramente que no hay privilegios.
El objetivo del Gobierno es erradicar el déficit fiscal. Sin embargo, esto implicará vivir algunos meses en recesión. Por lo tanto, más desafiante que simplemente vender será hacerlo con márgenes y, luego, asegurar el cobro.
Si logramos eliminar el déficit fiscal, el país dejará de emitir moneda, lo que actuará como un potente antibiótico. La única manera en que puede mejorar el poder adquisitivo del salario es eliminando la inflación.
“Es muy necesario que desde el el quipo de gobierno se explique el sentido del esfuerzo pedido y que se demuestre claramente que no hay privilegios”
Si logramos no tener déficit fiscal el Gobierno deja de financiarse en el mercado. Hoy se lleva el 80% de nuestros ahorros. Ni los ciudadanos ni las empresas dejan sus pesos en una mesa de luz. Los tienen bancarizados, colocados en un fondo común de inversión o en un depósito a plazo fijo. Los bancos le prestan ese dinero al Estado o al Banco Central.
Si el Estado deja de endeudarse, es el banco el que nos va a llamar para ofrecernos un crédito hipotecario o para financiar una importación o una exportación. Eso genera mayor inversión privada y reactivación económica.
Si logramos no tener déficit, la tasa de interés bajará y eso impacta en valor de los activos argentinos.
Un departamento, una empresa o un proyecto de inversión tienen un determinado valor de acuerdo con el flujo de fondos o con las rentas que puedan producir, descontado a una tasa de interés. Esta tasa representa el costo de oportunidad de no hacer otro tipo de inversión en otro país o en otra moneda. Si el costo de oportunidad es alto, los activos bajan.
Si la tasa de interés baja por mejora de las cuentas fiscales, los activos suben.
Si suben de precio las propiedades, los propietarios pagan más de impuesto inmobiliario y las provincias recaudan más.
Si se capitaliza una empresa, mejora su valor y puede obtener más crédito para invertir en maquinaria y ser más productiva. Lo mismo si sube el valor de los campos.
Permítanme explicarles el concepto de la regla del 72. Para explicar mejor la incidencia de lo que nos cuesta, como deudores, que nadie nos crea y nos pidan una tasa de descuento altísima para invertir en nuestro país.
“La única manera en que puede mejorar el poder adquisitivo del salario es eliminando el déficit fiscal, para que se deje de emitir moneda”
La regla del 72 es una técnica de cálculo realmente útil, ya que las ecuaciones relacionadas con el interés compuesto tienden a ser demasiado complejas para la mayoría de la gente. La regla del 72 nos especifica cuánto tiempo debemos esperar para duplicar una inversión en cantidad de años. Si, por ejemplo, queremos saber cuánto tardaríamos en duplicar una inversión que nos ofrece una rentabilidad anual del 8%, se debería hacer esta cuenta: 72 dividido 8, o sea, en 9 años.
Supongamos que somos el mejor inversor, o tenemos el mejor negocio, o asumimos riesgos y compramos un bono Bopreal (el de los importadores) y tenemos una tasa de retorno anual del 15%. La regla del 72 nos diría que la inversión inicial se duplicará en 4,8 años (72/15). A propósito, muy buena opción.
Ahora veamos cómo afecta la inflación en el largo plazo. La regla del 72 también se puede utilizar para encontrar en cuánto tiempo el valor del dinero se terminará reduciendo a la mitad, debido al efecto de la inflación. Si, por ejemplo, de acuerdo con los objetivos de inflación de Estados Unidos es de 2% anual, dado que 72/3 = 24 años, si mantenemos ahorrado “bajo el colchón” sin percibir intereses, 1000 dólares, en 24 años van a tener un poder de compra de 500 dólares.
Hace falta que hagamos la cuenta con un país que tiene más de 200% de inflación anual. En la Argentina, nuestro dinero compra la mitad de bienes en un plazo de tan solo tres meses.
La regla del 72 también nos puede ser de gran utilidad frente a las deudas. Si, por ejemplo, somos deudores de un importe de 10.000 dólares a un tipo de interés del 15% (Argentina hoy), en este contexto la deuda se duplicaría a en algo menos de 5 años. Esto explica gran parte de nuestro déficit cuasifiscal: como ya nadie nos cree por mentir demasiado, nos prestan a una tasa de interés que nos termina arruinando. ¿Ven por qué no mentir y ser honrados finamente es un buen negocio?
“Una empresa no puede funcionar cuando sus variables más importantes se definen en la esfera política y no según su productividad”
Desde mi perspectiva, la Argentina presenta una gran oportunidad de inversión, ya que hemos pagado un alto costo por aprender que la riqueza se construye con trabajo y esfuerzo y que los que prometen dinero fácil, energía sin pagar nada a cambio o, simplemente, dádivas, solo lograron beneficios para ellos.
Aprendimos que nada es más mortífero para el éxito que la creencia de que el esfuerzo no será recompensado, y que nuestro país es un lugar en el que solo los ventajeros y de pocos escrúpulos pueden salir adelante.
Aprendimos que nada debería ser más obvio que el hecho de que una empresa no puede funcionar cuando sus parámetros de acción más importantes –salarios, precios, capacidad de importar o exportar– se deciden en la esfera política y no según su productividad. Si un empresario no puede decidir sobre las cuestiones básicas a su saber y entender, deja de ser empresario para convertirse en lobista del poder político de turno.
¿Aprendimos? Si usted cree que sí, tendremos una linda oportunidad de inversión. Si usted cree que no, siga su instinto y evite vender dólares.
Cuando Quinquela Martín pintó su cuadro “El puerto y el trabajo”, es probable que su familia y sus amigos hayan pensado que estaba loco, que se pasaba el tiempo ahí, siguiendo una pasión en lugar de trabajar. Es probable que hoy ese cuadro valga más que el patrimonio de muchos de nosotros.
Está claro que la Argentina, así como está, no es productiva, ni competitiva ni eficiente. Tiene que cambiar su estructura de gastos y de ingresos para resolver su problema estructural de déficit fiscal.
Es muy positivo el hecho de que, por primera vez en mucho tiempo, los argentinos decidimos discutir nuestro futuro y ya no tanto nuestro pasado.
Es alentador ver que esta administración ha abordado cuatro aspectos estructurales críticos, colocando en el centro los principales obstáculos que nos impiden ser sostenibles: el déficit previsional, el régimen laboral, el régimen fiscal y la relación con las provincias.
La buena noticia es que el gobierno puso esos temas en agenda y que, como no tiene mayoría en el Congreso, los cambios que se aprueben deberán ser consensuados.
Va a ser difícil, pero los mercados premian cuando las cosas se logran con acuerdos voluntarios. Y castigan cuando son impuestos a la fuerza.
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