Es francés. Se enamoró de una maestra argentina y puso un bar en el Abasto que está entre los mejores del mundo
"En las crisis, el corazón se rompe o se curte", decía el poeta francés Honoré de Balzac, a mediados del 1800. Ciento cincuenta años después Yannis Buchot, compatriota suyo, nacía en Chateau Gontier, un poblado burgués cerca de Nantes, y haría tributo a la afirmación del escritor.
De chico, Buchot siempre consideró la idea de irse del país en busca de su lugar en el mundo. A pesar de que en Francia todo se veía correcto, eso a él lo aburría profundamente, le parecía demasiado preestablecido y encaminado, casi sin cuestionamientos.
Una vez que egresó de la universidad (solo para darle el gusto a sus padres, dice), se colgó una mochila al hombro para recorrer el mundo. "A ese tren de la normalidad nunca me quise subir", cuenta Buchot a LA NACION.
Viajó por Inglaterra , Gales, Escocia y cuando llegó a Dublín ( Irlanda ), el presupuesto previsto para unos largos meses se había agotado a las tres semanas. Decidió hacer changas en bares para sobrevivir y se instaló en un hostel. Allí llegó Paula, una docente argentina que andaba recorriendo Europa. Fue un flechazo a primera vista, pero luego ambos siguieron su camino.
Pasó el tiempo y un día quiso visitar a ese viejo amor argentino. El sentimiento resurgió en el reencuentro. El francés debió otra vez tomar una decisión de vida y se quedó en el país.
Corrían los meses finales del año 2001. No era un buen momento para instalarse. Sin embargo, no le importó y comenzó a buscar trabajo dejando currículums en empresas internacionales. Al mes siguiente volvía y esa compañía que había contactado ya no estaba en el país.
Con ninguna alternativa laboral, su suegro veterinario le prestó una máquina cortadora de pelos para mascotas y un libro de corte de pelos exclusivo para perros. "Sin un mango, me metí en el mundo de la peluquería canina porque no quedaba otra", cuenta en un español argentinizado.
Deambulaba por las veterinarias de barrio y ofrecía sus servicios. "El acento francés ayudaba a que me contraten. Si llegaba un perro que no conocía, me encerraba en el baño, buscaba la página del libro que correspondía a ese corte canino y volvía a cortar como si supiera", relata.
Durante un tiempo ese trabajo le dio para subsistir, pero no sobraba mucho. Había que seguir para adelante. Decidió invertir los pocos ahorros que tenía en un emprendimiento gastronómico con el padre de Paula. Alquilaron un local en el barrio de Constitución para poner una parrilla al paso. Se turnaban con su suegro para atender "Lo del francés", porque continuaba con los cortes caninos.
"En plena zona roja, al principio me marcaron la cancha de que era extranjero. Ahí sí me curtí y mucho; tuve que ganarme un lugar y sobre todo a la gente. Mientras atendía la parrilla le enseñaba francés a travestis que soñaban con trabajar en el Bois de Boulogne, en París ", cuenta Yannis, hoy con 41 años.
La parrilla no prosperaba, así que con otros pocos pesos puso un hostel de cinco habitaciones. Además, creó una página web para darle servicios a empresas francesas.
En 2008, un poco más establecido, decidió agrandar su cartera de negocios y apostó a un bar al que llamó Le Troquet de Henry, en honor a su hijo, en el barrio del Abasto.
Ese fue el primer proyecto al que "realmente le tenía ganas", el resto solo fueron cuestiones de supervivencia y de hacer camino al andar. En un momento tenía todo: la peluquería canina ambulante, la parrillita, el hostel, la página web y el bar. "En la Argentina no queda otra, pero este bar estilo kitsch es lo que siempre quise tener ", dice.
El diferencial que tiene su "troquet" (bar en francés) es el aire que se respira, donde las mesas se comparten y más allá de alguna raclette u otra comida típica francesa, el cliché es el crisol cultural que se vive a diario.
Con un perfil artístico, los empleados, en su mayoría extranjeros, estudian cine, teatro, fotografía y música y eso le da un valor agregado al lugar. Son trabajadores "golondrinas", con turnos de solo tres días de trabajo a la semana (para que pueden estudiar) que comparten sus experiencias culturales con los clientes.
"Todas las noches se genera un ambiente ecléctico que hace que el bar tenga vida propia. A la gente habitué y a los artistas se suman turistas que llegan por el boca a boca", dice orgulloso luego de que el sitio especializado bigseventravel.com lo ubicara puesto 15 entre los 50 mejores bares-tabernas del mundo.
Hace poco tiempo que Yannis dejó de cortar pelos, cerró la parrilla y por problemas de habilitación clausuraron su hostel. De tanto en tanto vuelve a Francia y visita a su familia. Pero siempre regresa porque sabe que en la Argentina encontró su lugar en el mundo. "A pesar de todo, siempre valoré la libertad de elegir que existe en este país", concluye.
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