¿Es el ajuste fiscal el tema esencial para poder volver a crecer?
El tema de discusión de todos los días, sobre todo a partir del inicio de las negociaciones del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI), es el del ajuste fiscal. Sin embargo, uno de los desequilibrios fundamentales que enfrenta la economía argentina es el del sector externo, y está vinculado con una estructura productiva que nos hace crecientemente dependientes de ciertas importaciones de bienes intermedios y de capital.
Ante esta realidad se suman distintas medidas implementadas por el Gobierno, que han tendido a agravar el problema de la escasez de divisas: la liberalización del mercado de capitales que permite que puedan entrar y salir sin plazo de permanencia en el país; la eliminación de límites para la compra de dólares; la autorización a los exportadores para no liquidar las divisas en un plazo aceptable. Como consecuencia de todo ello, el déficit en cuenta corriente está alcanzando los 30.000 millones de dólares, alrededor de un 5% del producto bruto interno (PBI).
En este contexto, y como señaló Eduardo Fidanza en un artículo reciente publicado en LA NACION el día 7 de este mes, la corrección contable de las cuentas fiscales parece haber adquirido un rol estelar que no toma en cuenta los requisitos de equidad y de desarrollo productivo. También José Nun señaló en una entrevista que el Gobierno no tiene plan, sino que su idea es poner la casa en orden como supuesta forma de atraer a los capitales.
Cabe aquí hacerse dos preguntas. La primera: ¿de que forma se está poniendo la casa en orden? Y la segunda, ¿qué relación existe para las medidas que se están tomando entre el ahora y el después?.
El déficit primario está siendo reducido a partir de medidas socialmente dolorosas como la reforma previsional y el aumento de las tarifas de energía. Esto puede acentuar un proceso recesivo, que lleve eventualmente a afectar los niveles de recaudación. Por eso, para algunos economistas, como Pablo Gerchunoff, si la Argentina crece nadie va a hablar más del tema fiscal.
Pero, al mismo tiempo que el déficit primario pudo ser reducido en 2017, el creciente endeudamiento al que recurre el Gobierno generó una suba, superior al 70%, en los recursos destinados al pago de intereses de la deuda, lo cual elevó el déficit financiero total, para ese año a, niveles que resultan superiores al 6% del producto bruto.
La segunda pregunta se vincula con los posibles efectos de estas medidas sobre el largo plazo. En particular, sobre dos desequilibrios claves que muestra la economía argentina: el señalado problema de la restricción externa, vinculado con el patrón de desarrollo productivo, y el de la desigualdad
En relación con la restricción externa, el fuerte énfasis en la corrección fiscal no está tomando en cuenta sus efectos sobre la futura evolución del perfil productivo y sobre el riesgo de que el país sufra un proceso de desindustrialización asociado a una creciente pérdida de puestos de empleo.
Es cierto que algunos países desarrollados vivieron procesos de menor participación del empleo industrial dentro del empleo total. Pero es muy diferente cuando eso tiene lugar en un contexto de estructuras productivas maduras y obedece a aumentos en la productividad o a avances tecnológicos.
En cambio, cuando la pérdida de empleos en las empresas industriales es el resultado de un achicamiento de la economía ligado a un proceso recesivo, como se presenta en el panorama actual de la Argentina, sus efectos son totalmente distintos. Se trata de una forma de desindustrialización llamada a tener efectos muy negativos sobre el crecimiento de largo plazo.
Es que avanzar luego hacia un sendero de reindustrialización para recuperar lo perdido, se hace muy difícil. Requiere procesos madurativos para reconstruir la capacidad productiva en un contexto de perdida de mercados, de capital, de capacidades. Esta realidad se complica mucho más frente al proteccionismo que se presenta y que avanza en el contexto internacional, y a la creciente competencia de los productos chinos.
Por eso, más allá de la señalada "corrección contable", es prioritario definir políticas públicas que apunten a la expansión de la capacidad productiva nacional y a mejorar nuestra inserción en el comercio mundial. Es la forma de asegurar el crecimiento de largo plazo, de enfrentar los crecientes problemas de desigualdad y de elevar la calidad de vida de la población.
La autora es economista y directora del Centro de Estudios de la Estructura Económica (UBA)
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