Es argentino, empezó de nuevo a los 40 y hoy vende 6000 empanadas por mes en Bélgica
"Bananas", respondían en un neerlandés cerrado los clientes belgas luego de que el argentino Alfredo Simondegui procurara, entre señas y dibujos en el aire, explicar el producto que vendía. Eran empanadas.
De Buenos Aires directo a la tierra del típico moules-frites (mejillones a la provenzal con papas fritas), el emprendedor busca desde el año 2016 que las comidas criollas se inmiscuyan en el mundo gastronómico del lugar.
Ese fue el concepto que tuvo Simondegui, cuando decidió poner un negocio de comidas tradicionales argentinas en Amberes, una localidad portuaria de Flandes.
La ciudad belga es famosa por sus diamantes en bruto, con casi el 85% de la producción del planeta, y tiene la mayor industria de tallado de diamantes del mundo.
Licenciado en Administración de Empresas, hoy con más de 50 años, su primer contacto con el rubro fue a sus 24 años en 1985 en el balneario de San Bernardo , provincia de Buenos Aires. Allí desarrolló junto a su hermano un local de comidas para llevar que funcionaba en la temporada de verano.
En marzo de ese mismo año seguiría en ese camino e incursionaría en un restaurante vegetariano, de nombre Vegetarien. La cosa marchaba bien hasta que la crisis del 90, hiperinflación de por medio, terminó con el proyecto y con sus ilusiones.
Con 40 años, cansado de pelearla y escapando de un país que continuamente le daba la espalda, llegó a Europa . En Barcelona hizo un intento gastronómico, pero la falta de recursos lo truncó.
Todo cambiaría con la insistencia de su sobrino Demian, que lo incentivó a apostar a un negocio en Bélgica, donde vivía otra sobrina suya. "En uno de mis primeros intentos por poner un negocio en Europa, mi sobrino, que por ese entonces tenía 18 años, me decía que armar un proyecto aquí iba a ser muy difícil", recuerda a LA NACION. "Años después, cambiaría de opinión. 'Tío, hagámoslo', me insistió. Las vueltas de la vida: hoy es mi socio aquí en Amberes", agrega.
En octubre de 2016, se instalaron y se enamoraron de la ciudad flamenca como lo hizo el pintor Rubens tiempo atrás. Con una propuesta simple, pero novedosa, pusieron una tienda de venta de empanadas a la que sumaron otras comidas típicas como el locro, el guiso de lentejas y la chocotorta. "Le pusimos Tota, que era el apodo de mi madre (también abuela de Demian). Porque fue ella quien nos inculcó ese amor por la cocina", cuenta.
Pero había que sumar algún diferencial a las empanadas que ya muchos argentinos habían llevado al viejo continente. Por eso, los fines de semana, donde las salidas se hacen más frecuentes, redobló la apuesta y anexó dos vedettes a la escena culinaria: los choripanes con el tradicional chimichurri argentino y los sándwiches de lomo.
Bajo el nombre de "La milonga", el ritual de los días sábados al mediodía se convirtió en un clásico. Con música de tango de fondo el evento se arma en la vereda frente al local. "Una ceremonia linda a la hora de prender el fuego, donde los buenos mates nunca faltan", dice.
Para el argentino fue una sorpresa que los belgas se enamoran de la comida típica, donde las empanadas preferidas son las de carne; las de pollo y espinaca; de batata; calabaza y maíz y de lentejas y papa.
Hoy su clientela ya no habla de ¨bananas¨ y con un lenguaje acriollado piden choripan "con chimi". Su venta es de más de 6000 empanadas al mes (con 14 gustos salados y tres dulces a 3,20 euros cada una).
Puede que para muchos tenga gusto a poco, pero él está orgulloso de haber logrado por fin tiene un proyecto "brillante" y que marcha sobre rieles. "Nunca es tarde para emprender", dice por lo bajo y concluye: "Vamos por tres años y nos va muy bien. Pensamos abrir dos locales: uno más en Amberes y otro en Bruselas".
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