Con entusiasmo y preocupación, los locales de ropa y calzado volvieron a abrir en la ciudad
Veredas recién baldeadas, trapos de piso con lavandina tendidos bajo el umbral de las puertas y barreras improvisadas para intentar mantener la distancia entre personas. Pasadas las 10 de la mañana, y con un entusiasmo moderado por el miedo de tener que volver a cerrar de un momento a otro, los vendedores de locales de ropa y calzado terminaban hoy de acomodar sus negocios para recibir a los clientes después de las últimas semanas de confinamiento estricto en la ciudad de Buenos Aires.
Si bien desde hoy los locales de indumentaria y calzado ubicados en los barrios de la ciudad -y no en las grandes arterias comerciales de la ciudad- tienen permiso para abrir, cerca del mediodía muchos locales permanecían todavía con las persianas bajas. Detrás del entramado metálico en algunos se podía ver mercadería expuesta en las vidrieras, lo que alentaba a pensar a que, eventualmente, sus dueños volverían a darle una oportunidad más al negocio. Otros, en cambio, sugerían el peor final con estanterías vacías y cajas acumuladas al fondo del local, algunas sandalias sin vender arrumbadas contra un rincón.
"La verdad es que nadie sabe qué va a pasar. Por ahí abrimos y en cinco días tenemos que cerrar de nuevo, con los números de infectados que hay. La otra vez nos pasó lo mismo: compramos mercadería, entusiasmados, pensamos ‘ahora vamos a poder pagar las cuentas y recuperar algo’ y al toque tuvimos que cerrar de vuelta", dice Juan Salamo, dueño de una zapatería ubicada en la esquina de Lacroze y Freire, en el barrio porteño de Colegiales.
Salamo explica que en el rubro de la moda se suma un problema adicional porque se acerca el fin de la temporada y los comerciantes están en problemas para renovar la mercadería. No solo porque no están en condiciones de desembolsar grandes sumas de dinero, sino porque las fábricas no tienen producción para vender, luego de varios meses sin actividad. Tampoco tienen stock suficiente para tentar a los clientes, más austeros que nunca, con liquidaciones.
Como muchos comerciantes, Salamo logró negociar con el dueño del local pagar el alquiler solo los días que tuvo el local abierto y dejó de pagar los servicios para intentar subsistir. "Yo tengo 64 años y tengo negocios de zapatos y carteras desde los 17. Pasé el gobierno de Alfonsín, la hiperinflación, la guerra de Malvinas, el 2001 y nunca vi esto, porque además de la situación económica, está el miedo de infectarte", dice.
Algunas cuadras más adelante, en Lacroze 2550, Ricardo García se ilusiona cuando ve ingresar a la cronista al local. Dice que en la hora que lleva el local abierto, solo ingresó una mujer a preguntar por unas pantuflas. "Además hoy es un día bastante feo y la gente prefiere no salir", dice, y mira al cielo gris y neblinoso que amenaza con dejar caer un chaparrón.
Los dueños de este local, Calzarte, decidieron reducir el horario de atención habitual, porque tienen un solo empleado trabajando en el lugar y porque "no tiene sentido" prolongarlo más: de todos modos, no se esperan grandes volúmenes de venta. García asegura que durante los días que el negocio se mantuvo cerrado los ayudaron las ventas telefónicas de los clientes del barrio que ya los conocen y confían en su asesoramiento. "Muchos son personas mayores que no salen. Nos encargan cosas por teléfono y después las busca algún familiar", cuenta.
En Gropius, un local de venta de ropa de hombre que está en el barrio hace 45 años, Ramón Oscar Iriarte también dice que en la primera hora de atención ingresó un solo cliente, pero está entusiasmado con la reapertura del local. Asegura que sus clientes no se acostumbran a los canales digitales y que en los últimos cuatro meses solo concretaron tres ventas con esa modalidad.
"Fue un desastre y ahora necesitamos que la gente tenga ganas de salir a la calle, que circule. Antes de que empiece esta situación, a esta hora pasaba mucha gente que iba al banco, a comprar comida, o que salía de la estación de subte que está en la esquina", asegura.
Si bien los locales ubicados sobre las grandes arterias comerciales de la ciudad tienen la apertura prevista recién para el 3 de agosto, a cierta altura de la avenida Cabildo, en Belgrano, algunos locales se encontraban abiertos. "Desde donde comienza hasta la altura de Virrey del Pino los locales tienen habilitación para abrir", explica Soledad Oliveira, empleada de un local de lencería en Cabildo al 1400.
La puerta del local, que está embutida entre dos vidrieras laterales, está bloqueada por un gran cartel de propaganda en desuso y, más atrás, por el mostrador que cruza transversalmente el ingreso: una doble barrera para evitar que los clientes se acerquen o intenten tocar los productos. Encima de la mesa hay dos botellas de alcohol en gel. "Nosotros tenemos muchos cuidados para tratar de no contagiarnos y yo incluso tuve que ir al médico para que me de una crema para las manos, que se me estaban descamando de tanto alcohol en gel", cuenta Oliveira, ya preparada detrás del mostrador violeta para esperar clientes.
Algunas cuadras la separan de Andrea Calo, que barre con esmero la vereda del local "A otra cosa mariposa". Hace 15 años que trabaja en este negocio y dice que nunca vivió una situación así. "Las cosas ya venían mal, la gente ya no compraba, y ahora es peor. Nadie necesita comprar ropa en este contexto", señala.
A su alrededor cuelgan blusas livianas y de colores, algunos sacos de hilo, y Calo confiesa que los dueños del local no pudieron comprar mercadería nueva, sino que decidieron volver a abrir con la misma que les quedó de principio de año. "De invierno había quedado algo del año pasado, pero muy poquito. Si llega a hacer mucho frío vamos a estar en un problema, pero tampoco se puede comprar nueva mercadería si corremos el riesgo de que vuelva a cerrar", explica. Además, añade, ya casi termina la temporada de invierno 2020. Temporada que será, para los locales de indumentaria y zapatos, poco más que un mal recuerdo.
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