¿Entró ya la política en modo electoral?
En un escenario en el que crece la preocupación por el empleo y luego de que el Gobierno evitó que el Congreso le volteara un veto, el ala política empezó a pensar estrategias para ganar espacio legislativo en 2025; los ejes del dilema sobre cuándo salir del cepo
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Los eventos del miércoles 11 de septiembre, en los que la oposición estuvo a punto de voltear el veto presidencial a la ley de jubilaciones, encendieron las alarmas en el Gobierno. Un importante ministro llegó a decir que “si nos torcían el veto, el Gobierno estaba terminado”, como reportó Jorge Liotti en LA NACION el 15 de septiembre. Hay que ganar tropa propia en las elecciones de 2025. El ala política del Gobierno ya comenzó a pensar la estrategia, que incluye desde la polarización con Cristina Kirchner hasta la cooptación de miembros de la UCR, del PRO y del peronismo.
La otra señal de alarma es que la percepción de la gestión del Gobierno empezó a caer, a la par que crece la preocupación por el empleo. Otro dato preocupante es que el índice de confianza del consumidor que mide la Universidad Di Tella cayó casi 6% en septiembre, tras las fuertes expansiones registradas entre enero y agosto.
La pregunta es si, dadas estas alarmas, la política económica no entró ya en modo electoral. ¿Qué políticas suelen implementar los gobiernos para (intentar) ganar elecciones en la Argentina? Un combo que permita estimular el consumo, incluyendo tasas de interés bajas y atraso cambiario, suba del gasto fiscal y retraso en el aumento de tarifas, entre otras. Hay indicios de que la política económica estaría entrando en modo electoral, aunque de un modo super light comparado con el zafarrancho que ocasionó Sergio Massa en 2023.
En primer lugar, la inflación habría encontrado un piso en alrededor de 4% mensual. La inflación núcleo medida por el Indec –es la que excluye precios regulados y estacionales– se aceleró levemente en los últimos dos meses y fue de 4,12% en agosto. Otras estimaciones de inflación núcleo, que tratan de medir la inflación más ligada al ciclo económico, también muestran estabilidad o alza en los últimos meses. ¿Qué se hace en otros países si la inflación no converge a la meta deseada, que en el caso del gobierno local parece ser el 2% mensual? Los bancos centrales suben la tasa de interés, encareciendo el crédito y, por tanto, disminuyendo su expansión; así, la economía se enfría y la inflación baja después de unos meses.
“En otros países, si la inflación no converge a la meta deseada, los bancos centrales suben la tasa de interés, encareciendo el crédito y, por tanto, disminuyendo su expansión; así, la economía se enfría y la inflación baja después de unos meses”
El Banco Central de la República Argentina, en cambio, no subió las tasas de interés. Puede ser que no crea en el mecanismo de transmisión de la política monetaria como el descripto más arriba, o que piense que la inflación va a caer de todas formas con esta tasa de interés (en septiembre, en parte gracias a la rebaja del impuesto PAIS, la inflación estará más cerca de 3% que de 4%). Otra alternativa es que haya concluido que ahora el costo de bajar la inflación no compensa los beneficios. Los argentinos convivimos por años con una inflación anual de alrededor del 40%. El promedio en el gobierno de Mauricio Macri fue del 41,1% anual. La inflación hoy baja en el ranking de preocupaciones de la población, y sube la preocupación por el empleo.
En segundo lugar, la suba de tarifas de servicios públicos, brutal en los meses iniciales del Gobierno, entró en una especie de letargo. La tarifa final de gas y electricidad tiene tres componentes: generación (mayorista), transporte y distribución. El Gobierno publicó en abril reglas para el aumento de las partes distribución y transporte, tanto para la electricidad como para el gas, y dejó de usarlas en mayo. Desde allí, las subas de precios del segmento distribución fueron espasmódicos. Los aumentos del precio mayorista de la electricidad y de gas fueron muy bajos en los últimos meses.
En tercer lugar, el presupuesto de 2025 muestra que el ajuste fiscal quedará congelado. Podemos separar la presentación del presupuesto en dos partes. La conceptual, de la mano del discurso de Milei en el Congreso, es la más importante. Incluyó un componente nuevo, extraordinariamente positivo, que es el compromiso de cumplir o superar la meta de superávit primario (antes del pago de intereses), cueste lo que cueste. Es decir, si los ingresos vienen por debajo de los ingresos presupuestados, el Gobierno se compromete a bajar los gastos.
“El presupuesto de 2025 muestra que el ajuste fiscal quedará congelado”
La segunda parte es la presentación de los supuestos macro y los números de ingresos y gastos estimados. Los supuestos macro, incluyendo el 18,3% de inflación y el 5% de crecimiento para 2025 son, en el contexto de un país tan volátil, solo opiniones, tan válidas como las de cualquiera. No creo que digan nada sobre si el Gobierno piensa salir del cepo o no; sería ridículo incluir en el presupuesto supuestos macro que incluyan una salida.
Lo más importante de la parte numérica son el objetivo de superávit primario y el nivel de gasto público en términos de PBI; ambos muestran que el ajuste quedará congelado en 2025. El superávit primario bajaría a 1,3% del PBI, desde el 1,5% de este año. Se podría argumentar que igual implica un gran esfuerzo fiscal, porque en 2025 no se contará con los ingresos del impuesto PAIS, que dejan el equivalente al 1,1% del PBI a las arcas fiscales este año. Pero, por otro lado, en 2025 subirán los ingresos por el impuesto a las ganancias personales, y las retenciones a las exportaciones –en un cálculo aún difícil de entender–se duplicarán, según el presupuesto. Además, el crecimiento de la actividad hará subir la recaudación general. Para confirmar esto, el presupuesto incluye un gasto primario levemente mayor en 2025 con respecto al de 2024, en términos del PBI. Milei será muy ortodoxo, pero no es ingenuo: no va a hacer un zafarrancho como Massa, pero tampoco va a seguir ajustando en un año electoral.
La cuarta y última muestra de que la política económica podría haber entrado en terreno electoral es la política cambiaria. Con un tipo de cambio atrasado y crédito barato, el consumo de bienes durables sube fuertemente, como adelantamos aquí el 11 de agosto. La venta de automóviles aumentó el 27,7% interanual en agosto, comparado con una caída promedio del 18% en los primeros siete meses de 2024.
Esta forma de pensar nos llevaría a la conclusión de que el Gobierno no saldrá del cepo antes de las elecciones de octubre de 2025. Salir antes lo expondría a un fogonazo inflacionario, que esta vez no podrá adjudicar a “la herencia”. Sería potencialmente catastrófico para un gobierno tan débil en lo político, que se sostiene gracias a su elevada popularidad. Manteniendo el cepo y desacelerando la tasa de devaluación del dólar oficial, el Gobierno podría lograr una baja de inflación importante para octubre de 2025.
“Salir antes lo expondría a un fogonazo inflacionario, que esta vez no podrá adjudicar a “la herencia”. Sería potencialmente catastrófico para un gobierno tan débil en lo político”
Pero el cálculo político no es tan sencillo. La decisión de la salida del cepo presenta un dilema. Si se mantiene el cepo hasta las elecciones, las reservas internacionales seguirán cayendo en 2025, quizás en unos US$9000 millones, con un escenario potencialmente inestable.
Por un lado, si se mantiene el cepo sin devaluación, sería difícil eliminar el esquema que rige para los exportadores, por el cual venden el 80% al tipo de cambio oficial, y el 20% al paralelo. Es decir, los ingresos de divisas por exportaciones en el mercado oficial serían menores que si se levantara el cepo, en el marco en el cual la producción de granos de 2025 presenta muchos riesgos. A esto se suma que, con cepo, es difícil que entren muchos capitales por inversión directa y de portafolio a través del mercado oficial. Por el contrario, si el cepo se levanta y la combinación de tipo de cambio (unificado) y tasas de interés es atractiva, podría subir fuertemente la inversión directa y de portafolio, y los ingresos de exportaciones vía el mercado oficial de cambios crecerían fuertemente.
Sin salida del cepo, es difícil que el FMI otorgue dinero fresco. La Argentina no necesita contar con un programa con el FMI luego de que el actual termine en noviembre, dado que no hay vencimientos de capital en 2025. Es decir, firmar un programa nuevo sería para enviar una señal, aunque dudo de que esta sea una prioridad para Milei, y/o para buscar plata fresca.
Por último, si el Gobierno sale del cepo, el mercado interpretará que las reservas subirán en 2025 en lugar de caer. Esto hará, en el contexto de una posición fiscal muy sólida y de una perspectiva favorable para el Gobierno en las elecciones –en las que casi no renueva bancas–, que el riesgo país caiga estrepitosamente. Ello le permitiría al Gobierno colocar deuda en el mercado para enfrentar vencimientos de casi US$20.000 millones en 2025, y aceleraría la inversión privada. Es decir, la economía podría crecer mucho más fuerte sin cepo.
Es decir, la elección de la fecha de salida del cepo no es tan obvia. Pero la tendencia de los gobiernos ante decisiones tan difíciles y elecciones inminentes es a procrastinar. Por eso, no llama la atención que el equipo económico siga buscando dinero fresco mediante un préstamo con garantías (repo). Intenta hacerlo como señal a los acreedores de que tiene los dólares para pagarles. Esa es la parte positiva; la negativa es que también es una señal que quizás intente dilatar la salida del cepo.
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