Entendimiento con el FMI: ni una solución a los problemas del país ni un permiso para el “siga, siga”
Si bien todavía falta la letra chica y que el entendimiento se traduzca en un programa, las condicionalidades que trascendieron no son triviales
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Aunque falta que se definan detalles que no son triviales, el entendimiento alcanzado con el Fondo Monetario Internacional (FMI) dos semanas atrás reduce significativamente el riesgo de que el país entre en atrasos de pagos con el organismo el próximo 22 de marzo. Esto acota el riesgo de un escenario muy disruptivo en un contexto en el que el Banco Central se quedó literalmente sin reservas (las netas se ubican en –US$150 millones) y tiene una montaña de pesos remunerados en su pasivo (las Leliqs más los pases suman casi US$46.000 al tipo de cambio oficial).
El entendimiento respecto de un potencial programa de dos años y medio, anunciado en el marco de uno de Facilidades Extendidas a 10 años para refinanciar el capital, no es un acuerdo con reformas estructurales que ayude a resolver los groseros desequilibrios macroeconómicos de la Argentina. Menos aún, con cambios que ayuden a generar condiciones para crecer sostenidamente. Pero, más allá de los que diga el Gobierno, tampoco es un “siga, siga”.
Si bien todavía falta la letra chica y que el entendimiento se traduzca en un programa, las condicionalidades que trascendieron no son triviales. Y marcarán la cancha de la política económica en lo que resta de la gestión. Habrá auditorías trimestrales y cumplir con algunas de las metas no será fácil, sobre todo cuando estemos otra vez en un año electoral. La espada de Damocles de la reprogramación de la pared de vencimientos seguirá estando presente.
El entendimiento incluye:
• Un acuerdo referido al sendero gradual de reducción del déficit fiscal: 2,5% en 2022, 1,9% en 2023, 0,9% en 2024 y equilibrio en 2025,
• Uno más agresivo de reducción del financiamiento monetario del Banco Central: 1%, 0,6% y 0% en 2022, 2023 y 2024, en cada caso.
• Un objetivo de política de acumulación de reservas internacionales de US$5000 millones en el primer año que, en rigor, es casi equivalente a la devolución de los pagos de capital hechos al FMI.
• Un compromiso de tasa de interés real positiva, aunque no se explicitó como se fijaría.
• Un compromiso de aumento de tarifas y reducción de subsidios, aunque tampoco se hizo explícito como se haría,
• El ministro de Economía dijo que el entendimiento no incluye un salto discreto del dólar oficial y el FMI no lo desmintió. Aunque el Fondo aclaró que hay un compromiso del Gobierno de dejar de atrasar el tipo de cambio como lo hizo en 2021.
Léase, el FMI está exigiendo un ritmo de devaluaciones más altas y parecidas a la tasa de inflación que, junto con la corrección de tarifas necesaria para bajar la incidencia de los subsidios en el déficit, implica una inflación más alta en 2022 que la de 50,9% de 2021.
¿Cuánto más alta? Dependerá de la magnitud de la suba de tarifas y de cómo se impute en el Índice de Precios al Consumidor (IPC) la peculiar segmentación que dejaron trascender. También dependerá de cómo se coordine el equilibrio monetario/cambiario (el dólar oficial y la brecha) y, fundamentalmente, del manejo de la puja distributiva.
Todo apunta a una mayor nominalidad, que no se va a sincerar en el acuerdo. Seguramente, el programa va a salir con un número de inflación mayor al 33%, el dato incluido en el proyecto de presupuesto nacional 2022 que fue rechazado en el Congreso, pero menor al 50,9% de 2021. Por lo pronto, el Gobierno dejó trascender que 40% es el número con el cual intentará fijar la pauta paritaria, después de un año en el cual los salarios formales empataron, en el dato promedio, con la inflación, aunque acumulan una caída de más de 20% desde 2015.
“Lamentablemente, en la Argentina los gobiernos están dispuestos a pagar costos políticos solo cuando los grados de libertad para evitar una crisis ya desaparecieron”
La pregunta del millón es qué pasa con la demanda de pesos en este esquema, en el que el gradualismo fiscal y la ausencia de reformas estructurales difícilmente reduzcan la tasa de interés de dólares de la economía en forma suficiente como para reabrir el crédito. Y si la tasa de dólares no descomprime, no hay tasa de interés de pesos que permita desarmar en forma sostenida la brecha cambiaria montada sobre el balance actual del Banco Central, administrado con un cepo cada vez más rígido.
La mayor agresividad en la reducción del financiamiento monetario que la del déficit fiscal, obligará al Tesoro a conseguir más pesos en el mercado local. Suponiendo que los dólares que devuelve el FMI son para acumular reservas, solo se dispondría del financiamiento extra de organismos. Rearmando el programa financiero para 2022, y aun considerando que ingresan en 2022 el 60% de los dólares de organismos que promete el programa, se requiere un financiamiento en el mercado de pesos local por el equivalente a 2,2% del PBI. Esto es consistente con un roll over de la deuda en pesos de 130%, considerando los vencimientos totales (con intereses y amortizaciones).
¿Es posible encontrar un aumento de la demanda de pesos que permita al Banco Central ir desarmando pasivos remunerados hacia el financiamiento del Tesoro, sin que se descoordine la demanda de pesos y sin que la tasa de interés termine en una “dinámica desagradable”? Si el entendimiento se transforma en un programa a tiempo, es posible que el Banco Central pueda empezar a comprar reservas y que esto descomprima parte de la brecha cambiaria, hoy en 110%. Si esto sucede, por unos meses el dólar oficial le puede ganar a la brecha y acercarse a la inflación, al menos hasta que se acabe la salida de la cosecha.
Falta transformar el entendimiento en un acuerdo con el staff, que el Congreso lo apruebe y que sea elevado al board del FMI. Negociar los detalles del ajuste no va a ser fácil, aunque lo más probable es que el apoyo en el Congreso esté y la oposición interna no lo descarrile. La implementación va a ser difícil. Será necesario tomar medidas impopulares y ahí se verá si el Gobierno está dispuesto a pagar los costos políticos necesarios.
Mientras tanto, la oposición atrapada en el juego critica por derecha (por que el ajuste que le exige el FMI es menor que el que le exigió a Macri sin mencionar siquiera los desembolsos involucrados y el manejo de la cuenta capital), pero busca mecanismos para distribuir los costos de tener que votar a favor.
En cualquier caso, nada de esto solucionará los problemas estructurales de la economía o la política. Lamentablemente, en la Argentina los gobiernos solo están dispuestos a pagar costos políticos, o a formar consensos, cuando los grados de libertad para evitar la crisis desaparecieron. Haciendo un paralelismo con la película de Netflix No mires para arriba, el acuerdo con el FMI aleja el meteorito, pero no cambia el rumbo.