Entender la naturaleza del trabajo para poder encontrarle un sentido
Trabajar no es hacer lo que nos dicen que hagamos, sino hacer aquello que nos piden en un contexto en particular con restricciones específicas que no son consideradas a la hora de diseñar el puesto. No porque el puesto esté mal diseñado, sino simplemente porque no se puede prever todo.
Los clientes enojados, las máquinas que se rompen, los colaboradores que llegan tarde, las deslealtades de colegas. No puede preverse todo lo que pasa, aquello que llamamos lo real en el trabajo.
Trabajar no es responder a reglas, sino decidir qué tengo que hacer y nadie me pide, e incluso qué tengo que dejar de hacer de aquello que me están pidiendo. Sólo así puedo conseguir el resultado esperado por mi trabajo.
Esta necesidad de adaptarnos a lo real implica un sufrimiento por el esfuerzo realizado y por el riesgo que corremos al romper las prescripciones. Este sufrimiento puede tener un sentido y transformarse en placer, o no tenerlo y transformarse eventualmente en sufrimiento patológico.
¿De qué depende? Es un proceso complejo sujeto a muchas variables, entre las que se encuentra la posibilidad de ser reconocido por ese sufrimiento.
1. El reconocimiento de los jefes por la utilidad de mi trabajo; 2. el reconocimiento de mis pares por haber hecho un buen trabajo, o incluso 3. el sentido que yo puedo darle a lo que estoy haciendo a pesar de no recibir el reconocimiento de los demás.
Conseguir transformar el esfuerzo en un aporte que tiene un sentido es un proceso complejo que en cada uno de nosotros toma un camino diferente.
El contexto, como decíamos, nos obliga a readaptarnos en forma individual permanentemente, pero también como equipo y para eso es necesario generar reglas de trabajo.
La posibilidad de construir conjuntamente reglas de trabajo tiene el nombre de actividad deóntica y en todos los oficios existe ese tipo de actividad, que se apoya en la posibilidad de hacer visible lo invisible, en compartir cómo adaptamos lo prescripto a lo real.
Sin embargo, las condiciones en muchos espacios no están dadas para hablar de la construcción conjunta de reglas, ya que implica reconocer que no siempre hacemos exactamente lo que nos piden.
El trabajo en equipo
La posibilidad de cooperar aparece sólo si podemos compartir los trucos y las habilidades que vamos generando en el trabajo para conseguir los objetivos.
Cuando logramos conseguir hablar de esto podemos bajar las barreras y compartir nuestra vulnerabilidad, y los equipos pueden constituirse como tales, poniendo el foco en el resultado, en la cooperación, en lo que ambicionan y no en confrontar o cuidar sus espaldas del compañero, el jefe, el cliente o el área con la que suelen tener conflictos.
Pero para eso es importante estar dispuesto a hablar. De la posibilidad de construir juntos reglas depende el aporte que hacemos al mundo del trabajo.
Y el trabajo no se trata de un ámbito más en nuestras vidas, sino que, como dice Christophe Dejours, es central en la construcción de la cultura y la subjetividad.
Por eso es necesario, inevitablemente, revisar qué aporte estamos haciendo al mundo del trabajo, en tanto ese es en gran medida el legado que dejaremos tras nuestra vida.
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