Enrique Shaw, aquí y ahora, ¿tomaría obreros?
Enrique Shaw fue director general de Cristalerías Rigolleau y uno de los fundadores y primer presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (ACDE). Actualmente está en proceso su canonización dentro de la Iglesia Católica. Para decirlo en términos directos, “se ganó el Cielo por ser buen empresario”.
¿Fundió la empresa, llevado por su bondad? De ninguna manera. A nivel individual debe haber otorgado a su personal beneficios sociales más allá de lo que exigía la legislación, pero financiados con sus ingresos y no con los de la empresa. A propósito: el monopolista que paga mayores salarios que los competidores no los abona de su bolsillo, sino del de los demandantes de los productos que fabrica.
Shaw colaboró en la creación en la Argentina de las asignaciones familiares, iniciativa que en Francia había inventado Emile Romanet. El esquema combina eficiencia con equidad porque, al tiempo que el conjunto de los trabajadores colabora con los gastos que genera la crianza de los hijos, frente a una vacante el asalariado con hijos no compite en desventaja con el soltero.
Shaw falleció en 1962 a los 41 años. Si en la Argentina 2021 estuviera al frente de una empresa, ¿tomaría obreros? Lo que sigue es un simple ejercicio de historia contrafáctica, así que aquí termina mi homenaje a él y comienza mi análisis puro.
Ningún empresario, por abnegado que sea, se levanta por la mañana a crear empleo. Se levanta a hacer funcionar su empresa, para lo cual primero calcula cuánto puede vender, cómo lo va a producir y con cuántos servicios laborales.
En una palabra, en el sector privado la demanda de trabajo es una demanda derivada que depende del nivel de producción y ventas, del costo laboral y del riesgo de contratación. ¿Qué empresario piensa en tomar más gente si para lo que calcula vender y fabricar le sobra personal? Además tiene que calcular si los salarios, las cargas sociales, etc., las va a poder recuperar vendiendo los productos fabricados. Esto es así en todos los países del mundo.
La peculiaridad argentina está en el tercer factor: el riesgo de contratación. Para muchísimos empleadores tomar gente equivale a comprarse un problema, por ejemplo, en términos de juicios laborales. Por lo cual, en lo posible, aumentan la producción con horas extras, personal transitorio, etc. Esto es trágico hasta para empresarios inspirados por Enrique Shaw.
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