Enredos kafkianos en el trabajo
Un mismo jefe suele mostrarse a sus empleados con varias caras
La noticia no es de ayer, pero tiene una vigencia insobornable. Al cumplirse ochenta años del fallecimiento de Franz Kafka, en 2004, fue publicada una autobiografía perteneciente a Frantisek Xaver Basik, un ex empleado de una tienda, en el centro de Praga, cuyo dueño y gerente general era Hermann Kafka, padre del escritor. El relato de Basik incluye su incorporación como aprendiz en el negocio de la familia –donde ingresó en 1892– y una descripción puntual de su patrón, a quien consideraba una persona tranquila y amable, que trataba ecuánime y dulcemente a sus trabajadores. Tres años más tarde, Basik, con algún grado de temor, debió informar sobre su decisión de cambiar de trabajo. Este se rió y le dijo: "Si piensa usted que allí estará mejor, no se lo impediré".
Esta escena contrasta fuertemente con la figura de Hermann que el propio Franz Kafka describe en Carta al padre, nunca enviada a su destinatario, escrita en 1919 y publicada muchos años más tarde. Es el texto más conmovedor que un hijo varón puede haber escrito jamás –afirmación temeraria, ante los especialistas en literatura– dirigido a su progenitor. Allí aparece un padre déspota, que generaba miedo y respeto al atribulado Franz: "Me preguntaste una vez por qué afirmaba que yo te tengo miedo. Como de costumbre, no supe qué contestar, en parte, justamente por el miedo que te tengo". Así empieza. Entre las acciones disciplinarias ejecutadas por su padre cuando era niño, recuerda aquella vez que por pedir agua con insistencia lo sacó de la cama, lo llevó al balcón en camisa y lo dejó en ese lugar por un rato, tiritando de frío. En el negocio, "cosas que al comienzo me habían parecido naturales allí, llegaron a torturarme y avergonzarme, especialmente tu manera de tratar al personal". A diferencia de Basik, Franz vio a su padre "gritar, insultar y rabiar en el negocio" y "cuando arrojabas del mostrador, de un manotazo, mercaderías que, no querías reconocer, habías confundido con otras, y el dependiente tenía que levantarlas". Recordó también que llamaba a sus empleados "enemigos pagados", a quienes Franz califica como víctimas del miedo.
¿Cuál de estas dos versiones habrá sido el verdadero Hermann Kafka? Naturalmente, se trata de dos perspectivas distintas, donde intervienen tanto relaciones de parentesco como laborales. Una polémica posterior ubica a Cartas al padre como una obra de ficción, minimizando los detalles biográficos y muy especialmente luego de la aparición del texto de Frantisek Basik. Ambas figuras, reconozcamos, son verosímiles, aun en la actualidad y en pleno siglo XXI. No se puede negar que estos personajes, el bueno y el malo, pueden hallarse a la vuelta de la esquina, o en el interior de cada uno. Pero lo más relevante no son las características particulares, sino la enorme variedad de percepciones que rodean la figura de un jefe. En este sentido, las relaciones son verdaderamente kafkianas.
Quien ejerce posiciones de conducción se encuentra en medio de un juego de espejos donde se multiplica una infinidad de imágenes, diferentes entre sí, porque cada reproducción depende también del que mira, como es el caso de Franz y Basik. No hay motivo para entrar en pánico por esto, pero resulta conveniente mantenernos conscientes de aquella realidad, por lo cual se deduce, naturalmente, que la administración de personal no es, ni será nunca, una tarea sencilla.
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