Endeudamiento sí, empapelamiento no
La Argentina tiene una de las peores macroeconomías del planeta. Desde comienzos de la segunda presidencia de Cristina, los precios se duplicaron, la producción industrial cayó el 8% (Indec) y nuestra moneda perdió un 70% de su valor, pasando de 210 milésimos de dólar por cada peso a (cuando se escribían estas líneas) 64 milésimos.
¿Qué es lo que nos hace diferentes? ¿Es que acaso nuestro déficit público es de una magnitud insostenible, y eso nos obliga a financiarlo con una emisión de billetes que acaba siendo inflacionaria? No. Según Economist, en 2014 la Argentina será tercera del planeta en aumento de precios, pero ocupa el puesto 120 de 186 en desequilibrio fiscal. Recordemos que la inflación de "veintipico" empezó en 2007, cuando la Argentina tenía un cómodo superávit.
Entonces, como ahora, la inflación tenía que ver con las hermanas mellizas de la emisión de dinero y la desvalorización monetaria. El orden de los factores no altera el producto: se puede desvalorizar primero y emitir después (como la salida de la crisis de 2001-02); emitir primero y devaluar después, como en la primera presidencia de Cristina, cuando debutó el control de cambios, o que todo ocurra más o menos en simultáneo, como ahora. Y se puede emitir con superávit (como la Argentina de 2002-2007) o con déficit.
En 1883, cuando empezó a circular el billete nacional de papel en la Argentina, con su valor atado -como era la norma de la época- a una moneda de oro, los opositores a las políticas expansivas de Julio Roca hablaban del "empapelamiento" y el riesgo de desvalorización; el ministro de economía de entonces, como el de hoy, cometía uno de los malentendidos más peligrosos de la economía: la asociación entre "dinero" y "crédito". A fines de 1884, la Argentina tenía que apartarse del patrón oro por exceso de emisión.
¿Cómo hacen los 117 países que nos superan en déficit, pero tienen menor inflación? Simple: no empapelan, se endeudan. No estoy haciendo la apología del déficit fiscal; seguramente Economist ignora la contabilidad creativa de la Argentina y el verdadero déficit está entrando en terreno peligroso. Pero lo peculiar de los años kirchneristas no fue el tamaño del déficit: fue la manera de financiarlo: endeudamiento no, empapelamiento sí. Más aún: el "desendeudamiento" implicaba pagar con emisión o con reservas los vencimientos de la deuda, violando una sabia máxima de Pellegrini que se practica en todas las latitudes: las deudas se pagan con deudas.
Financiar el déficit con emisión nunca es bueno, pero ahora es más dañino que nunca: no sólo es inflacionario, también es recesivo. La emisión monetaria aumenta la distancia entre el dólar verdadero y el oficial; con más brecha, hay menos liquidación de exportaciones, más subsidio para que el top-20% pueda retirar "dólar ahorro" o se vaya de paseo al exterior, y por lo tanto, menos dólares para importaciones, lo que acentúa la recesión. No importa que se persiga al dólar como a la cocaína (que tampoco es demasiado): el valor de un dólar es mucho mayor que su precio oficial, aunque no haya una sola transacción cambiaria.
Al contrario, el endeudamiento sería hoy más saludable que nunca. Imaginemos que el Gobierno consiguiera 1000 dólares para financiar un gasto que ahora paga con emisión. Los depositaría en el Banco Central a cambio de pesos, pero esa emisión sería neutralizada porque, con mayores reservas, el Banco Central podría permitir 1000 dólares más de importaciones, para las que el importador debería depositar los pesos correspondientes. Sí, el efecto es doble, no estamos contando dos veces: más deuda querría decir menos emisión (menos inflación, menos brecha, menos recesión) y además más importaciones, por lo tanto, menos recesión todavía.
¿Puede endeudarse la Argentina? Claro que sí. Sobran dólares en este país, sólo que faltan en el Banco Central. El Gobierno culpa a Griesa por los problemas; la oposición, al Gobierno por haber llegado al default. Pero el alto riesgo de la Argentina tiene sólo un poco que ver con el "Griefault": antes era 700, ahora es 700. Pocos dudan de que la Argentina pueda pagarles a sus acreedores locales: la versión kirchnerista del "modelo de valorización financiera" permite obtener altísimas ganancias en dólares a quienes confían en el Gobierno y el día martes cobraron puntualmente los intereses de su bono Par.
La deuda argentina es tan cara como la de cualquier país que dijera: "No me endeudaré". Nada aterra más a un acreedor que un deudor que no quiere endeudarse. En todo caso: 700 puntos de riesgo quiere decir un sobrecosto de 700 millones de dólares por cada 10.000 millones de dólares de deuda. Una tasa sin demasiados problemas simbólicos, ya que es una fracción de la que alguna vez nos cobró Chávez. Y una ganga por una montaña de dinero que permitiría al Gobierno llegar en condiciones menos indignas a su final: con menos inflación y con menos recesión.
Nunca, en la historia económica argentina, se hizo tanto daño durante tanto tiempo por tan poca plata.
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