En su segundo mandato, Obama lucharía por una nueva agenda
El Barack Obama que hace cuatro años asumió como el presidente número 44 de Estados Unidos habló de elevarse por encima del orden político existente en el país: "Los viejos argumentos políticos que nos consumieron durante tanto tiempo perdieron vigencia", dijo en el discurso de su primer mandato.
El Obama que juramentó el lunes no sólo tiene más canas; también sonó menos como un hombre que se prepara para un vuelo cómodo y mucho más como uno que se alista para batallas en terreno. Su retórica trató menos sobre cómo elevarse sobre el sistema de Washington y más sobre cómo conquistarlo, en caso necesario, un pequeño y aguerrido paso a la vez.
"El progreso no nos obliga a resolver debates de siglos de duración sobre el papel del Estado para la eternidad", indicó. "Sino que nos exige que actuemos en nuestro tiempo (...) No podemos confundir absolutismo con los principios, ni sustituir la política con el espectáculo, ni tratar los insultos como un debate razonado". Hay que actuar aunque sepamos que "nuestro trabajo no será perfecto" y cualquier victoria obtenida en este terreno "será sólo parcial".
En suma, el discurso de investidura parece indicar que se avecina una clase de mandato de Obama distinta. El primero se centró en abordar una crisis económica, marcada por la lucha por la reforma de salud que mostró, definitivamente, que Obama no había marcado el comienzo de la era pospartidaria en el gobierno estadounidense que algunos habían presagiado.
En el camino, gran parte de la agenda que le habría gustado implementar al presidente quedó en suspenso, suprimida por la urgencia de la tarea de encontrar trabajo para los estadounidenses desempleados, la desgastante batalla sobre el sistema de salud y la pérdida del control de la Cámara de Representantes del Congreso a manos de los republicanos.
El lunes, predominó una sensación clara de que había comenzado a fraguarse una agenda contenida de Obama, junto con una voluntad de involucrarse en más y nuevas batallas con los republicanos en busca de conseguir sus objetivos. Sí, afirmó, habrá un intento de reformar el código fiscal —una idea bipartidaria si alguna vez la hubo— pero también un intento real de abordar el cambio climático; un mayor esfuerzo por controlar los costos de salud sin erosionar las prestaciones que reciben los ciudadanos de la tercera edad y los discapacitados; intentos de avanzar en los temas de derechos de los homosexuales y de igualdad de género, y un intento por reformar el sistema inmigratorio y limitar la violencia con armas.
Hace cuatro años, el cambio climático fue mencionado sólo de pasada en el primer discurso de investidura de Obama —en una frase, ni siquiera una oración completa— y los otros temas ni siquiera figuraron, al menos no de forma directa.
Eso, seguramente, es una señal de que los tiempos están cambiando. Hace cuatro años, EE.UU. apenas podía mirar más allá del abismo económico que acababa de abrirse con el comienzo de una profunda recesión, la alarmante pérdida de empleos y la angustia de los mercados financieros. Un presidente nuevo que no se hubiera centrado en esos problemas, casi de forma exclusiva, habría sido visto como alguien que no sabía lo que era importante.
Ahora, la mención relativamente breve el lunes de los problemas económicos que persisten es una indicación de que Obama cree que las tendencias han cambiado, abriendo espacio en la agenda para temas nuevos, y nuevos lugares donde invertir capital político.
Está menos claro cuánto margen tendrá el mandatario para intentar concretar su lista de prioridades. Los republicanos creerán que muchas de las prioridades del presidente no son adecuadas, si es que no las consideran directamente equivocadas, y el poder del Partido Republicano en Washington, aunque es más débil que hace dos años, aún es más fuerte que cuando Obama asumió la presidencia.
El tono de los comentarios de Obama el lunes dejó la clara impresión de que está preparado para pelear por su nueva agenda, no sólo presentarla.
Sin embargo, los republicanos no representan el único obstáculo en el segundo mandato del presidente: también se enfrenta a un país que, en general, le da una calificación bastante buena por su desempeño —52% de aprobación en la encuesta más reciente de The Wall Street Journal/NBC— pero que no está convencido de que los problemas económicos hayan quedado atrás.
En suma, Obama abrió la puerta para una agenda nueva el lunes, siempre y cuando logre encontrar una manera de maniobrar con sus enemigos o esquivarlos y convencer a un público aún temeroso de que está listo para dar ese paso.
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