En qué se parece un dirigente político al mozo de un restaurante
En 1932 Lionel Robbins afirmó que los economistas, como tales, tenían que circunscribirse al plano del “cómo”, dejándoles el plano del “qué” a los dirigentes políticos. Buena parte del análisis económico toma los objetivos de la política económica como un dato, pero en un país donde periódicamente se celebran elecciones, cabe preguntar: ¿qué miran los dirigentes políticos para elegir las metas que se proponen lograr durante su gestión? Por lo cual, resulta más útil analizar el proceder de esos dirigentes como intermediarios entre los votantes y los economistas.
Para que me ayudara, consulté al norteamericano Paul Winston Mc Cracken (1915-2012), quien entre 1956 y 1959 integró el Consejo de Asesores Económicos (CAE) del presidente Dwight David Eisenhower, entidad que presidió entre 1969 y 1971, durante la presidencia de Richard Milhous Nixon. Renunció cuando este último decidió imponer los controles de precios y salarios. Cuando en 2011 le preguntaron por qué había dimitido, respondió: “Los controles de precios son una mala idea, por una razón muy simple: porque no se puede encontrar en la historia un solo ejemplo de éxito”. El consejo que les daba a los economistas que asesoraban a presidentes o ministros de Economía es que hablaran de manera directa.
–Mientras presidía el CAE, usted tuvo un encuentro con el economista argentino Rubén Darío Almonacid.
–Así es. Arnold Carl Harberger lo recuerda claramente como el más obstinado, pero al mismo tiempo uno de los más estimulantes y gratificantes, entre el centenar de alumnos cuyas tesis doctorales supervisó, agregando que “de ningún otro estudiante aprendí tanto durante la preparación de su tesis doctoral”. La tesis fue premiada en 1971 como la mejor del año dentro del área de ciencias sociales de la Universidad de Chicago; fue la primera vez que se entregó el premio.
–Teniendo usted en ese momento grandes responsabilidades ejecutivas, ¿por qué lo invitó a conversar?
–Por la relevancia del tema analizado. Rubén, al mismo tiempo que Milton Friedman y Edmund Strother Phelps, incorporaron las expectativas inflacionarias en los modelos macroeconómicos de corto plazo, algo fundamental en Estados Unidos, desde mediados de la década de 1960. Lo escuchamos, por separado, Hendrik Samuel Houthakker, Herbert Stein y yo.
–Reflexionando sobre el comportamiento de los funcionarios políticos, me surgió la similitud entre estos y los mozos de los restaurantes. Planteo la cuestión con alguna preocupación, porque temo el enojo de… los mozos.
–Ja, ja. A primera vista la similitud puede parecer insólita, pero vale la pena explorarla, por si ayuda a entender. ¿De qué vive el mozo de un restaurante? De “comprar” alimentos y bebidas en el mostrador, y “venderlos” en las mesas. Si no hace trampas en la cuenta, compra y vende al mismo precio, y por consiguiente vive de las propinas que le dejan los comensales.
–El mozo es un típico intermediario, quien por ende vive tironeado por los extremos.
–En efecto. De un lado están quienes almuerzan o cenan en el restaurante, la mayoría de los cuales son personas comprensivas, pero no faltan aquellos que quieren combinar los platos de manera diferente de como aparecen en el menú; exigen que los platos sean servidos al instante; no encuentran adecuado el punto de la cocción, la temperatura del agua o del vino, etcétera. Y que todo esto se lo diga al cocinero.
–¿Y en el otro extremo?
–Están el cocinero y los ayudantes, la mayoría de los cuales son personas comprensivas, pero no faltan quienes explican que, dados el modelo o el tamaño del horno, no se pueden hacer milagros; que la gente no quiere trabajar; que faltaron quienes pelan las papas y lavan las copas, etcétera. Y que todo esto se lo diga a los comensales.
–¿Por qué el mozo no los enfrenta de manera directa?
–Le encantaría, pero el sistema no funciona así. Por lo cual tiene que reprimir sus deseos íntimos, sonreír y focalizar sus energías en generar los mejores resultados posibles, y que esto se manifieste en la propina. Ustedes, argentinos, no acostumbran a graduar lo que le dejan al mozo, en función de la calidad del servicio, pero en Estados Unidos diferenciamos entre el “obligatorio service” y el voluntario (adicional) “gratuity”.
–¿En qué se parecen los dirigentes políticos a los mozos de los restaurantes?
–En que los primeros también son intermediarios, entre los votantes y sus técnicos, entre los cuales están los economistas. Jorge Giacobbe caracteriza a los primeros, en la Argentina, como personas que depositan enormes esperanzas en los cambios de gobierno, las cuales naturalmente generan enormes desilusiones y por consiguiente fuerte volatilidad en la intención de voto. Y sería una insensatez pedirle a los dirigentes políticos que no traten de ganar las elecciones.
–Por lo cual, se acercan a la “cocina” con las demandas de los votantes.
–Donde se encuentran con nosotros, los economistas que, en función de los recursos disponibles, la palabra que con más frecuencia surge de nuestra boca es NO; o algunas equivalentes, como imposible, mucho menos, sin apuro, etcétera.
–Encima, la interacción entre los dirigentes políticos, los votantes y los economistas, hoy se da principalmente a través de los medios de comunicación.
–Los cuales, a su vez, también tienen su lógica. Así como no tiene sentido decirles a los dirigentes políticos que no piensen en las elecciones, no tiene sentido decirles a los responsables de los canales que no piensen en el rating. Al respecto, un par de cambios tecnológicos impactaron de manera significativa, por ejemplo, en la televisión. Me refiero al control remoto y a la velocidad con la cual se procesa el rating.
–Explíquese.
–Cuando usted y yo éramos jóvenes, para cambiar de canal había que levantarse del asiento e ir hasta el aparato; todo un costo. Entonces se veían programas de televisión. Con el control remoto es tan fácil cambiar de canal, que ahora se ve… televisión. Lo cual le mete muchísima presión a quien está frente a las cámaras. Y como si esto fuera poco, ahora el encargado de cada programa conoce al instante su rating y el de los competidores. Todo esto llegó para quedarse y modela la forma en que, entre otras cosas, se desenvuelve la actividad política.
–Parecería que en este contexto tan complejo nada razonable es posible.
–No diría tanto; sí que hay que evitar las simplificaciones extremas.
–A propósito: a usted Eisenhower le dijo algo digno de mención.
–En efecto. Me explicó lo difícil que es tomar decisiones cuando sobre una cuestión –en la cual el dirigente no es experto– un conjunto de personas que parecen idóneas sostienen ideas y propuestas muy diferentes de otro conjunto de personas, que también parecen idóneas.
–Don Paul, muchas gracias.
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