Por más de 40 años, Muhammad Yunus ha liderado una campaña para terminar con la pobreza a través de la entrega de microcréditos a las familias más vulnerables, por lo que es conocido como el "banquero de los pobres".
La historia comenzó en Jobra -un pueblo de Bangladés devastado por inundaciones- con un préstamo de US$27 a un grupo de mujeres y terminó expandiéndose a distintas regiones del mundo. De hecho, a través del banco Grameen Bank, el Nobel de la Paz ha llevado su herramienta financiera de préstamos a pequeña escala incluso a América Latina.
La Fundación Grameen -que trabaja con organismos dedicados a las microfinanzas- ha llegado a zonas rurales de países como Bolivia, Guatemala, Honduras y República Dominicana. Y muchos otros actores también trabajan con microcréditos en la región.
Pero sus esfuerzos, y la popularización de los microcréditos en todo el mundo, no han dado los resultados esperados ni en materia de inclusión financiera ni reducción de pobreza. Y ahora Yunus asegura que para acabar con la pobreza en el mundo lo que se necesita es crear dos sistemas completamente separados: bancos para ricos y bancos para pobres.
"Después de 42 años, nuestro trabajo sigue estando en los márgenes. El microcrédito sigue siendo cosa de las ONGs, un pie de página del sector financiero", dijo el economista en una entrevista con el portal de noticias Quartz. "Hoy por hoy, solamente hay un tipo de institución financiera, que son los bancos para los ricos. Y le estamos pidiendo a los bancos para ricos que les presten a los pobres cuando el sistema no está diseñado para eso", agregó.
Por eso, para el fundador de Grameen, la única forma de solucionar el problema de la gente rechazada por el actual sistema financiero "es crear un nuevo sistema financiero" que funcione siguiendo los principios de su banco. "(Grameen) es un banco para los pobres y no le presta dinero a los ricos. Y los bancos para los ricos no le prestan dinero a los pobres. Es es una simple división. Dos sistemas", explicó.
Inclusión "sospechosa"
Yunus, de hecho, no cree en uno de las conceptos que más se ha puesto de moda en la jerga de los organismos internacionales que luchan contra la pobreza: "inclusión financiera". Este concepto se refiere a la práctica de incluir a los pobres en la banca tradicional, la famosa "bancarización" de las personas con menos ingresos. Pero, para Yunus, "la palabra inclusión es sospechosa".
"Esto no se trata de inclusión. Se trata de tener un sistema bancario separado", insistió Yunus. Y "el banquero de los pobres" cree que el hecho de que los préstamos sean la forma más eficiente y sostenible de luchar contra la pobreza, puede ayudar a convencer a los gobiernos a apoyar su solución.
"Los gobiernos están acostumbrados a dar subsidios para ayudar a los pobres a sobrevivir. Ricos o pobres, todos los países lo hacen", explicó el economista. "Pero en lugar de dar subvenciones, es mucho más barato hacerlo como préstamos. El dinero regresa, cubre su propio costo y es sostenible. Es un sistema basado en el mercado", le dijo a Quartz.
La otra cara de la moneda
Claudio González-Vega, profesor emérito de la Universidad Estatal de Ohio, especializado en temas como financiamiento rural y microfinanzas en América Latina, coincide con Yunus en que es importante ayudar a los más pobres a acceder a los servicios financieros.
"Cuando están excluidos de los servicios financieros institucionales, dependen del tendero, de prestamistas y usureros, de amigos y parientes o de guardar dinero debajo del colchón", le explicó a BBC Mundo. "Y la inclusión financiera importa cuando ofrece alternativas menos costosas o menos riesgosas", agregó.
El experto está convencido de que el crédito institucional permite mejorar las condiciones de vida de los más pobres y los deja expuestos a tasas de interés exorbitantes en el mercado del crédito informal. "En mis propias investigaciones, en Bolivia, mostramos que los hogares con crédito de instituciones de microfinanzas siguen enviando a sus hijos a la escuela durante varios años más que los que no tienen ese acceso", destacó González-Vega.
Y, en México, sus estudios arrojaron que el impacto sobre la educación de los hijos de mujeres que han recibido microcréditos es mayor cuando se ofrecen facilidades de depósito. A diferencia de Yunus, sin embargo, González-Vega cree que "la solución no consiste en separar a ricos y pobres".
"Financieramente, las actividades de unos y otros están entrelazadas cada día más. Y los depósitos de los ricos pueden hacer posible una cartera de crédito para los pobres y los préstamos a los ricos pueden generar economías de escala que abaratan el crédito para todos", explicó.
Por lo demás, el tema de los microcréditos fuera de la banca tradicional ha generado controversia. Estudios como los del estadounidense David Roodman, investigador del Center for Global Development, aseguran que los programas de microfinanzas en todo el mundo, salvo contadas excepciones, han sido un estrepitoso fracaso porque no terminan con la pobreza.
"Los microcréditos raramente transforman las vidas. A algunas personas les va mejor tras conseguir un préstamo para iniciar un pequeño negocio, mientras que a otros les va peor", apuntó Roodman. "Muy pocos llegan a la clase media", concluyó.
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