En primera persona. Por qué se fueron empresarios argentinos que viven en Uruguay
Parece simple: es un viaje de dos o tres horas en barco, se comparte el español rioplatense y el estereotipo de las ciudades prometen calma y más seguridad que los grandes centros urbanos argentinos. A pesar de que en las últimas semanas los tributaristas y los encargados de patrimonio aseguran que las consultas crecieron exponencialmente, la mudanza a Uruguay, ya sea por motivos de negocios o fiscales, tiene una carga emocional y burocrática importante.
Al menos así lo describen los argentinos que decidieron radicarse allí, tanto en Punta del Este como en Montevideo. LA NACION intentó comunicarse con varios empresarios que tomaron la determinación, pero la mayoría prefirió el ostracismo por razones de seguridad o para preservar su intimidad, preocupados, además, por posibles investigaciones sobre su patrimonio.
Son el público al que apuntaron los anuncios del presidente electo uruguayo, Luis Lacalle Pou, sobre la intención de flexibilizar condiciones para la radicación de familias extranjeras para permitir que "empresarios e inversores" encuentren condiciones favorables para irse a vivir a Uruguay.
Algunos empresarios y emprendedores argentinos ya rehicieron su vida allí y no tienen ningún reparo a la hora de contar su historia. Otros prefieren el anonimato. Uno de ellos es Tomás T., una de las más recientes incorporaciones a las residencias fiscales uruguayas. Fue uno de los pocos que, hasta el momento, se animó a completar el proceso, que es una de las consultas más frecuentes que últimamente reciben los tributaristas y quienes manejan grandes patrimonios.
Como ya tenía decidido tomarse unos años sabáticos de su actividad empresaria en la Argentina definió, dadas las inversiones que tenía en el país y en el exterior, comenzar a tributar en el país vecino.
"Cuando vi cómo venía la mano con el clima político y las implicancias económicas, decidí tomarme un par de años sabáticos de los negocios y de mi colaboración con el fisco argentino", admite. Un "cartel de bienvenida" uruguayo lo terminó de convencer: desde el primer año en el que se cambia la residencia fiscal y por cinco más, no se tributan impuestos por los negocios fuera de Uruguay.
"Las personas que están optando por este paso son quienes tienen inversiones inmobiliarias o financieras fuera de la Argentina", dice. El "dilema" para quienes tienen esas inversiones llegó cuando se anunció que comenzarían a pagar una alícuota de Bienes Personales del 2,25% desde este año.
Tomás T. intuye, pero no sabe con certeza, que varias personas de su círculo social más extendido podrían tomar el mismo camino. "Estoy escuchando poco sobre el tema porque la gente es muy reservada: en el mundo capitalista occidental y no protestante hay un solo tabú que persiste y es el patrimonio", apunta.
Hace una década, otro empresario argentino tomó una decisión similar. Él sigue siendo residente fiscal local, pero su exmujer y su hijo tienen la residencia uruguaya. Vive mitad y mitad entre Montevideo y Buenos Aires, pero tiene su empresa y su principal actividad acá. Las razones detrás de la iniciativa, describe, estuvieron relacionadas con una situación de "asfixia" social. Claro que detrás de todo hay planificación: las inversiones en Uruguay están a nombre de su mujer, así que no tributa por ellas en la Argentina al 2,25%.
Postales del desarraigo familiar
Cuando Alejo Dogliani tenía 15 años, hace una década, su familia decidió ir a vivir a Punta del Este. Su familia es de Rosario y se dedica a la construcción, y sus padres eligieron ese destino porque tenían mayor facilidad para hacer negocios en Uruguay y para cambiar de estilo de vida. "Cuando me plantearon venir a vivir acá me pareció una locura, pero con el tiempo nos sentimos muy cómodos", rememora.
Hace dos años abrió una agencia de marketing digital y, un tiempo después, la mudó a Uruguay. La mudanza no fue muy complicada: como trabaja desde su computadora y desde su casa -con ayuda de freelancers que contrata para algunas tareas- y siempre quiso volver a Punta del Este, el desarraigo no le costó. Vuelve cada uno o dos meses a la Argentina, pero como es residente uruguayo, tiene que pasar más de seis meses allá.
Dice que exportar sus servicios desde el país vecino es más fácil, pero que no fue ese el motivo de su decisión, que está más relacionada con el ambiente de Punta del Este. "Es como un pueblo: al fin y al cabo hay menos competencia y hay grandes oportunidades si te sabés relacionar bien", describe.
Miroslava Frigerio también se mudó a Punta del Este hace poco más de una década. Licenciada en Relaciones Internacionales, trabajó toda su vida en multinacionales, aunque luego se independizó con una empresa propia que organizaba tours de alta gama. El conflicto del campo con el gobierno de Cristina Kirchner, la sensación de "no poder trabajar" por tener las manos "atadas" por frenos externos y cuestiones de seguridad la empujaron a tomar la decisión.
Desarmar la vida en la Argentina fue "durísimo", dice. En un principio pensó en dejar su casa en la zona norte del Conurbano en alquiler, pero finalmente terminó vendiéndola. Adaptarse, al principio, tampoco fue fácil. Acostumbrada a facturas de servicios relativamente barata, se encontró con que la luz no bajaba de US$100 y que tenía que ahorrar mucha más energía de la que estaba acostumbrada. En el supermercado todo es "tres veces más caro", asegura, y los impuestos son altos.
"Es difícil hacer negocios en Uruguay porque es un país donde hay más ganado que personas -afirma-. Pero a la vez todo está por hacerse". Describe al país como una "pequeña joyita", políticamente estable y con una vida más apaciguada que en un principio choca, pero que luego se entiende como "sabiduría". Se adaptó a esa frecuencia más lenta y hoy sigue con su actividad desde Punta del Este: Frigerio fundó el Wine Club (club de vinos) de la ciudad y recibe turistas de alto poder adquisitivo.
"Al principio chocás, porque venís con ese empuje de la Argentina, porque nos queremos llevar al mundo por delante. Y ellos nos amansan hasta que vibramos en la misma paz", concluye.
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