En países sin inflación, ¿existe la Secretaría de Comercio?
¿Alguien le encargó al exfuncionario Roberto Feletti que se ocupara de reducir –pero en serio– la tasa de inflación, mientras tuvo a su cargo la Secretaría de Comercio Interior? ¿O él tomó esa tarea por su cuenta, más allá de la competencia propia del mencionado organismo? ¿Qué debe hacer Guillermo Hang, su reemplazante? Estados Unidos no padeció inflación entre comienzos de las décadas de 1980 y de 2020. ¿Cerró la Comisión de Comercio durante ese período?
Para esclarecer estos interrogantes conversé con el estadounidense Adolf Augustus Berle (1895-1971), quien luego de la Primera Guerra Mundial formó parte de la delegación de su país, que participó en la reunión que generó el Tratado de Versalles. Formó parte del “conjunto de cerebros” de Franklin Delano Roosevelt, a quien había asesorado antes de que éste fuera electo presidente. Berle fue tesorero de la ciudad de Nueva York, secretario asistente para asuntos latinoamericanos del Departamento de Estado y, entre 1945 y 1946, embajador en Brasil.
–Ejerció este último cargo con una particularidad similar a la que cumplió, simultáneamente, un compatriota suyo en la Argentina.
–Así es. Organicé en Brasil una campaña para obstaculizar la presidencia de Getulio Vargas, de manera muy parecida a la que llevó a cabo Spruille Braden, en Buenos Aires, para frenar la candidatura presidencial de Juan Domingo Perón. En ambos casos, con los resultados conocidos.
–Dentro de la profesión, usted es particularmente conocido por ser coautor de una obra que Pedro Jorge Vulovic califica como un clásico.
–Se trata de La sociedad económica moderna y la propiedad privada, que en 1932 publiqué con Gardiner Colt Means. Producto de una investigación empírica que nos llevó 5 años.
–¿Cuál es la tesis central de la obra?
–Planteamos que la autoridad en las empresas grandes se estaba desplazando de los dueños a los gerentes; que la propiedad se estaba concentrando, y que el grueso de la financiación empresaria provenía de la reinversión de las utilidades y no del mercado de capitales. Se cumplen 90 años de la publicación de nuestro libro y, como toda cuestión empírica, su relevancia debe ser actualizada. En las mismas líneas, en 1967 John Kenneth Galbraith planteó El nuevo estado industrial.
–¿Qué implicancias tiene esto?
–Que tanto desde el punto de vista de los objetivos, como desde el de la asunción de riesgos y las incertidumbres, no es lo mismo que en las empresas las decisiones las adopten los dueños, a que las adopten los gerentes.
–Los dueños nombran a los gerentes y observan su accionar, pensando en sus dividendos.
–Sí, pero el monitoreo no es perfecto, y cuando los propietarios son fondos de inversión, también se plantea la cuestión de los dueños y los gerentes. El análisis microeconómico más elemental supone que el empresario es una única persona, pero desde hace muchos años el enfoque de “principal y agente”, que se ocupa de estos temas, forma parte del herramental de los economistas. Déjeme poner un ejemplo, que entre otros tiene que ver con su país.
–Adelante.
–Cuando el gobierno argentino quiere atraer inversiones extranjeras o aumentar las de las empresas extranjeras radicadas en su país, ¿habla con los dueños o con los gerentes de las firmas? No es totalmente diferente, pero tampoco es lo mismo.
–En la Argentina, a pesar de lo que dice la mayoría de los economistas, cada vez que se habla de inflación se mira el accionar de la Secretaría de Comercio Exterior. ¿A qué se dedica dicha institución en países donde no hay inflación?
–Pensando en el funcionamiento del sistema económico, y no en la situación de cada uno de sus integrantes, la profesión está a favor de que rija el mayor grado de competencia posible. Porque el oferente que compite no tiene más remedio que “rendir examen” de manera permanente, para lo cual está atento a lo que le piden los demandantes, lo que están haciendo los otros oferentes, los cambios tecnológicos, etcétera.
–Pero estamos muy lejos de desenvolvernos en un contexto competitivo.
–Algunos, porque la economía informal compite, según el dicho popular, porque opera sobre la base de “la ley de la selva”, cuyo funcionamiento probablemente sea más predictible que la arbitrariedad y la discrecionalidad de muchos gobiernos. Las disposiciones de la Secretaría de Comercio Exterior, como el resto de las políticas públicas, se circunscriben al sector formal de la economía.
–¿Con qué herramientas?
–Esta es la clave. Cuando las autoridades verifican que un producto se fabrica y se vende en condiciones monopólicas u oligopólicas, la primera pregunta que se tienen que hacer es averiguar a qué se debe tal situación. No descarto, como sugirió William Jack Baumol, que pueda deberse a que el productor es tan pero tan bueno, que es el único que existe, a pesar de que los costos de entrada para competir con él son nulos o muy bajos. Pero tengo graves dudas de que este caso sea el más relevante, al menos en su país.
–¿Qué investigaría, para encontrar la causa de la ausencia de competencia?
–El propio accionar estatal. Barreras al comercio internacional, regulaciones internas de todo tipo, etcétera.
–¿Por qué es esto importante?
–Porque en la enorme mayoría de los casos, la solución de un problema implica atacar la causa que lo genera. Claro que la bañadera no derrama, si verifico que el sistema de vaciado funciona de manera adecuada; pero para evitar el problema lo mejor es cerrar la ducha.
–En el caso que nos ocupa, ¿esto qué quiere decir?
–Revisar las trabas a la importación, las regulaciones que le dan prioridad a lo que existe con respecto a lo nuevo. Menos mal que las autoridades no pensaron exclusivamente en el bienestar de los fabricantes de velas cuando autorizaron la producción de energía eléctrica y lamparitas.
–Su propuesta enviaría a la quiebra a una porción de las fábricas.
–Depende de la velocidad, modalidad y credibilidad con las que se encaran las reformas. Al respecto, sería importante que la Secretaría de Comercio Exterior contara con profesionales, y que éstos fueran escuchados por quienes tienen que adoptar las políticas públicas. Punto que también cabe hacer con respecto a los entes reguladores de las empresas privatizadas durante la década de 1990.
–¿Y los acuerdos y los consensos?
–No los descarto, pero no hay que hacerse demasiadas ilusiones. Es más, la convocatoria, por parte de las autoridades, a los productores de determinado sector, muchas veces oligopolizan mercados competitivos. Porque, con anterioridad a la reunión con las autoridades, los oferentes se reúnen en la cámara respectiva, se olvidan de sus diferencias y presentan un frente unido frente a un enemigo común. Esto es exactamente lo contrario de lo que deberían lograr las autoridades.
–Don Adolf, muchas gracias.
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