En octubre se debe elegir a aquel que sea capaz de no recurrir al impuesto inflacionario
Es increíble que en esta campaña electoral la crítica peronista, en sus tres versiones, no mencione los dos temas macroeconómicos cruciales desde fines de 2015: déficit fiscal y modo de financiarlo. Supuestamente los votantes elegirán en octubre evaluando principalmente los resultados de la política económica del actual gobierno. Dicen que será un voto económico. Hasta el momento la crítica peronista se limita a predicar: no al ajuste. Pero nadie se ha molestado en explicar qué significado hay que darle a la palabra "ajuste". Intentaremos identificar problemas y clarificar las soluciones macroeconómicas expuestas por cada uno de los candidatos que pretenden ser elegidos.
El oficialismo ha sido muy preciso. El gasto público será reducido gradualmente financiando el déficit fiscal con endeudamiento, fundamentalmente externo. Para lograrlo ejecutó desde fines del año 2015 una estrategia consistente en arreglar juicios con acreedores externos, liberó el mercado de cambios y fijó una meta inflacionaria que disminuía sensiblemente el uso del impuesto inflacionario. El supuesto básico fue que la reducción paulatina de la inflación sería el indicador eficiente de que teníamos un cambio económico que estimularía la inversión nacional y extranjera. Y que a partir de un incremento en la inversión se lograría un crecimiento superior al 3% anual que a su vez conseguiría minimizar el cociente déficit PBI. Es una estrategia que se la ha denominado gradualista porque demora la reducción del déficit, pero que ataca inmediatamente el problema de bajar la inflación, apoyándose en el supuesto de que sin inflación tendremos inversiones y el país vivirá un progreso económico sorprendente. Si deseáramos resumir esta propuesta deberíamos describirla como gradualista, antiinflacionaria, apoyada en la inversión privada y pública.
La propuesta peronista coincide con el Gobierno en la no disminución brusca del déficit público estimado hoy en un 8% del PBI. A esta coincidencia históricamente se la ha llamado no ajuste, manteniendo sobre todo el gasto social. Por ello desconcierta que se lo critique al Gobierno por estar ejecutando un ajuste cuando los economistas ortodoxos simultáneamente lo acusan duramente por no haber eliminado desde el comienzo subsidios y empleados públicos innecesarios.
Pero lo que más desconcierta es que la oposición no haya mencionado cómo se paga el déficit. Por lo tanto solo podemos concluir que la propuesta no expresada es que habría que pagarlo con emisión, con el impuesto inflacionario, muy de acuerdo con la histórica tradición peronista inflacionista. Es una propuesta que los votantes no pueden dejar de evaluar cuidadosamente dado que el impuesto inflacionario es reconocido como el más regresivo, distorsionador de precios relativos causante de una menor inversión y crecimiento. Además, lo peor es que la dinámica de la inflación siempre termina en tasas de inflación cada vez mayores hasta el momento que asoma la hiperinflación y hay que detenerla ocasionando nuestras clásicas crisis de recesión y desempleo.
Tendremos entonces para octubre dos propuestas: inflacionistas contra antiinflacionistas. No hay otro modo macroeconómico de entender las propuestas en debate. El Gobierno ha elegido eliminar la inflación como su herramienta principal para aumentar la inversión y, si así sucediera, solucionar el tema del déficit con un crecimiento sostenido. Si los votantes lo apoyan en octubre es muy alta la probabilidad de que los inversores crean que se reducirá significativamente la inflación y se decidan a invertir, iniciando un círculo virtuoso sumamente promisorio. La oposición inflacionista no puede prometer inversión aunque la quisieran, o sea que su discurso no puede ofrecer la solución del crecimiento. Con inflación creciente tendremos inversión decreciente. Los inflacionistas claramente nos condenan a un futuro de subsidios, trabajo en negro, pobreza, estancamiento del salario real y una crisis futura de recesión y desempleo de dimensiones inimaginables.
Pero lo que no se puede dejar de lado con la propuesta inflacionista que curiosamente tampoco se ha debatido últimamente, es que cuando la inflación se escapa y hay que detenerla ello implica restringir la demanda global causando inevitablemente recesión y desempleo. Es el proceso que vivimos en 2016 y del cual estamos saliendo en estos momentos. ¿Y quiénes son los culpables de este proceso? Obviamente los que usaron el impuesto inflacionario hasta 2015. Los inflacionistas. Todo economista serio sabe que reducir la inflación ocasiona recesión de mayor o menor grado según el comportamiento de los sindicatos cuando acuerdan aumentos de salarios. Demasiado bien se ha comportado la economía en 2016; podría haber sido peor. Lo insólito es escuchar que se lo critica al Gobierno por no haber logrado antes más "brotes verdes" o algo parecido, en vez de felicitarlo por haber iniciado a tan bajo costo un ataque preciso, sostenido, contra la inflación causante endémico de nuestro atraso económico. Resumiendo: que los votantes no se confundan, lo que se juega en octubre es que se elija o no a quien sea capaz de no recurrir al financiamiento inflacionario.
Director de empresas vitivinícolas
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