En materia de unificación monetaria, para Brasil y la Argentina es posible crecer imitando a Alemania
Afirman que el proceso de integración entre ambos países latinoamericanos podría llevarse a cabo en menos de un año
SAN PABLO.- "La moneda única regional es posible, mucho más rápida de implementar de lo que se difunde y sería muy ventajosa tanto para la Argentina como para Brasil. Cuando se comparan sus dificultades con los 40 años que llevó la Unión Europea para crear el euro se está usando el ejemplo equivocado: hay que compararla con la unificación monetaria alemana, que creó en 1990 una moneda única en ocho meses, entre dos países con sistemas económicos completamente diferentes."
La afirmación, hecha a LA NACION por el economista argentino-brasileño Fabio Giambiagi, del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (Bndes), podría ser también su resumen de un documento realizado en conjunto con el economista Igor Barenboim, de la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina y el Caribe. El documento, provocativo, se llama "La unificación monetaria alemana: lecciones para una posible moneda común entre Brasil y la Argentina".
"La conclusión del trabajo es que el gran desafío que los dos países tienen que vencer es superar el preconcepto y las sospechas mutuas, que llevan a ambos a dudar sobre las ventajas de la profundización de la integración", aseveró Giambiagi.
Esta posición contrasta con la de las diplomacias de ambos países, que consideran la posible creación de una moneda única -¿el peso-real?- como un proyecto a largo plazo y de realización compleja, a la luz de las cuatro décadas que le llevó a la UE crear su propia moneda. "Eran once países, once bancos centrales, seis lenguas, varias monedas, niveles de desarrollo diferentes... no podemos comparar ese proceso gigantesco con la tarea de construir una moneda única apenas entre Brasil y la Argentina", argumentó Giambiagi, para quien Uruguay y Paraguay, responsables de sólo el 4% del producto bruto interno (PBI), podrían sumarse al proyecto, cuya discusión tendría que concentrarse entre los dos mayores socios.
Incluso, según el trabajo de Giambiagi y Barenboim, "le cabe a Brasil, en la calidad de mayor país de la región, asumir la iniciativa de presentar una propuesta de profundización de la integración monetaria". En palabras de Giambiagi, "por su peso relativo, le corresponde a Brasil cumplir su papel de Alemania Occidental".
Para eso, sugieren los economistas en el documento, el Banco Central de Brasil, "incrementado con miembros argentinos tanto en el "board" como en el "staff", sería la base de un Banco Central unificado regional". Admiten, sin embargo, que antes la economía brasileña necesitaría ser suficientemente confiable en el sentido de que la trayectoria de la relación entre deuda pública y producto bruto interno debería mostrar una inflexión -hoy esa proporción es de aproximadamente 62%- y la tasa de inflación tendría que ser "indudablemente declinante".
La velocidad con que se dio la unificación monetaria alemana es sorprendente desde cualquier punto de vista. El 9 de noviembre de 1989 cayó el Muro de Berlín, y el 7 de febrero del año siguiente el primer ministro Helmut Kohl le propuso al gabinete alemán la unificación monetaria. En marzo, durante las elecciones en Alemania Oriental, los partidos que apoyaban la unificación fueron los claros vencedores, y el 1° de julio de ese mismo año la unificación monetaria, aún con países todavía independientes, ya era realidad. Además de la lógica voluntad política que sería necesaria en el Mercosur para agilizar el proceso, Giambiagi resalta la necesidad de crear mecanismos que impliquen "el refuerzo de la disciplina fiscal y monetaria", que en cierta forma ya estarían contenidos en las metas de la coordinación macroeconómica acordada por los cuatro países del bloque en diciembre del 2000 en la cumbre de Florianópolis.
La voluntad política, que según el economista tendría que ser reforzada, ya estaría contenida, también, en la reciente creación del Instituto Monetario del Mercosur, pedido por la Argentina y ratificado durante la reciente visita del canciller brasileño, Celso Amorim, a Buenos Aires.
Según el documento de los economistas, una unificación monetaria entre la Argentina y Brasil tendría algunas diferencias fundamentales con lo que fue el proceso alemán. En Alemania Oriental, la caída drástica del PBI ocurrió tras la unificación, mientras que en la Argentina y Brasil podría ocurrir lo contrario. Las tasas de interés aumentaron en Alemania debido a la situación fiscal desfavorable asumida, mientras que en la región las economías pasarían de un escenario de poca confianza para uno de mayor confianza, debido a la creación de organismos supranacionales.
Una cuestión de actitud
Para Giambiagi, el requisito fundamental para la unificación monetaria regional es la existencia de una actitud positiva en relación con la profundización de la integración. "Esa actitud existió entre Brasil y la Argentina a mediados de los años 80, cuando nació el Mercosur, pero hay algunas razones para dudar de que exista en la escala necesaria hoy en la región."
Para eso, dice el economista, es necesario enumerar primero las ventajas que ambos países tendrían con la unificación monetaria. Para la Argentina:
- La introducción de una nueva moneda, estable y creíble, sería la forma más rápida y viable de ver una recuperación de la confianza de la gente en la moneda corriente, después de la quiebra de la convertibilidad.
- La convertibilidad fue vinculada con una gran estabilidad de precios. Después de la devaluación, la inflación volvió. Una unificación monetaria combinada con un esquema de "inflation target" podría representar una combinación intermediaria que permitiría mantener el control sobre la evolución de los precios y al mismo tiempo darle al país condiciones flexibles de adaptarse a una situación externa negativa.
- El principal costo de la decisión de adherir a una moneda única es abdicar de la hechura de la política monetaria, lo que para la Argentina no tendría ningún gran costo, dicen los economistas, porque el país ya abdicó de su independencia monetaria hace más de diez años.
Brasil, en tanto, tendría otras ventajas, según los economistas:
- La creación de un banco central supra nacional independiente le daría mayor credibilidad a la moneda. Ello podría contribuir a la reducción de las tasas de interés (actualmente en 25,05% al año).
- La moneda única evitaría la disputa cambiaria que marcó los últimos años en la región. En palabras de los economistas, "Brasil no tendría que preocuparse más con la estrategia cambiaria del vecino". Esto, obviamente, es recíproco.
- Una alianza con la Argentina transformaría a Brasil en un "player" más importante en el escenario mundial, permitiéndole un mayor poder de negociación en acuerdos comerciales.
La conclusión, después de observar el proceso de unificación monetaria alemana, dice Giambiagi, es que "si siempre se dice que en el Mercosur no es posible hacer en 10 años lo que Europa hizo en 40 años el raciocinio ahora puede ser invertido: no tiene sentido esperar 10 años para hacer lo que Alemania hizo en menos de uno".
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