En las telecomunicaciones, Europa quedó relegada
Hay una ola de fusiones, con el argumento de que Internet y los móviles requieren gran inversión; reclaman la resregulación
Hubo un tiempo no muy lejano, aunque se sitúe en la prehistoria de las telecomunicaciones, en que cada país tenía sólo una compañía de telefonía. En las últimas dos décadas del siglo pasado, con el móvil e Internet aún balbuceantes tras su nacimiento, se produjo una ola de liberalización y privatización que acabó con los odiados monopolios. Parafraseando el axioma bíblico, no era bueno que el hombre estuviera solo frente a la todopoderosa telefónica de bandera. Se dijo entonces que la competencia era la mejor arma para mejorar la calidad del servicio y bajar los precios. Como suele ocurrir, Estados Unidos estaba en la avanzadilla. En 1974 dividió por decreto la todopoderosa AT&T en siete compañías regionales (las llamadas baby bells). Europa no tardaría en seguirle los pasos.
El fin de los monopolios nacionales (como el de Telefónica en España) supuso el nacimiento de cientos de compañías. Por fin, los consumidores habían llegado al edén prometido de la competencia, el vergel del mercado libre, con decenas de ofertas donde elegir. Pero también, como en el relato bíblico, el demonio no se resigna a estar quieto cuando se trata de acabar con los paraísos. Así que desde hace unos años, y con más intensidad desde que estallara la crisis, una ola de fusiones y concentraciones está sacudiendo el sector de las telecomunicaciones.
La teoría, ahora, es que la competencia es beneficiosa, sí, pero hasta cierto punto. Y el principal argumento para defender esas concentraciones (llamadas eufemísticamente procesos de consolidación) es que el desarrollo de Internet y del móvil, con un consumo de tráfico y datos de crecimiento exponencial año a año, precisa de unas inversiones tan descomunales que es preciso volver atrás: pocos operadores y muy grandes. Pero con el añadido, y eso le diferencia de la época de los monopolios, de que al mismo tiempo se exige un proceso de desregulación: que autoridades y reguladores intervengan lo menos posible.
En ese proceso, Estados Unidos también lleva la delantera. Cuatro gigantes (AT&T, Verizon, Sprint y T-Mobile) se reparten el enorme mercado estadounidense. Aún podían ser menos si el gobierno de Barack Obama no hubiera frenado en 2011 el intento de AT&T de absorber a T-Mobile USA, filial de Deutsche Telekom.
Verizon, que lidera la telefonía móvil en Estados Unidos, ha cerrado esta semana con Vodafone la compra de su participación del 45% en el capital de Verizon Wireless, su filial celular, por 100.000 millones de euros, reverberando la era de la burbuja tecnológica.
El mercado norteamericano se mueve. Pero el patio local se le ha quedado pequeño y quieren salir de compras al Viejo Continente. Las casas de análisis, los fondos de inversión y los directivos de las operadoras dicen que Europa se está quedando atrás en el sector de las tecnologías de la información, víctima de un mercado fragmentado en pequeños minifundios nacionales, con regulaciones múltiples y estrictas que no permiten rentabilizar las inversiones y que impiden seguir el paso hacia la nueva sociedad digital que marcan norteamericanos y asiáticos.
José María Álvarez-Pallete, consejero delegado de Telefónica, está convencido de que la industria europea está perdiendo el tren y debe ganar en competitividad. "A pesar del gran crecimiento del tráfico experimentado en los últimos años, Europa es la única región en el mundo cuyas operadoras no crecen en ingresos", indica el segundo ejecutivo de la multinacional española, que se queja de que coexistan 28 marcos regulatorios en la Unión por tan sólo uno que rige la industria tanto en Estados Unidos o en el gigante asiático.
Una opinión aún más crítica es la que suscribe José Antonio López, consejero delegado de Ericsson España: "Si no crecemos orgánica e inorgánicamente perderemos las empresas europeas. Y nos tienen que ayudar los reguladores. Debemos mejorar la rentabilidad y crecer para evitar que nos compren. Porque tal y como está la capitalización, hay auténticas gangas en Europa para las empresas de Estados Unidos y Asia".
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