En la Argentina de los ´90, el sector servicios es el primer empleador
Los correos, las grandes cadenas de supermercados, las compañías de servicios públicos y los bancos son los principales exponentes de una actividad que concentra más del 60% de los puestos de trabajo
Si alguien quisiera filmar hoy una película sobre la clase trabajadora (al estilo del neorrealismo italiano) no debería dirigir la cámara hacia los playones de las grandes fábricas metalúrgicas. Las largas filas ya no están allí, sino en las cadenas de supermercados, las empresas de telefonía y electricidad y los bancos, entre otras actividades del rubro servicios.
Como un destino inexorable, el mapa del empleo en la Argentina está cambiando a ritmo acelerado y en la misma dirección que el resto del mundo, con la particularidad de que en nuestro país sigue mostrando un fuerte sesgo hacia la industria alimentaria en particular.
De acuerdo con una investigación de la Sociedad de Estudios Laborales sobre las primeras 1000 empresas privadas en cuanto a ocupación de mano de obra, el cetro se lo lleva el Correo Argentino, con casi 19.000 empleados directos, seguido por Telefónica de Argentina (12.300), el supermercado Coto (11.700) y Telecom (11.200).
Entre las "top ten" hay otras tres cadenas comerciales (Carrefour, Disco y Norte), los locales de McDonald´s, un banco (el Galicia)... y una sola industria: Siderar, con sus 5800 empleados.
Como rubro individual, el sector manufacturero sigue siendo el principal empleador, con casi el 31% de la torta. Pero los servicios en general se llevan más del 60%, con destacada participación de transporte y almacenamiento, comercio minorista y servicios financieros y a las empresas (ver infografía). La proporción aún no alcanza los niveles de países de alto desarrollo, como los Estados Unidos (donde la industria participa con sólo el 16% de los empleos), pero los especialistas no tienen duda de que ésa es la tendencia también en la Argentina.
El grado de concentración en pocas empresas también se vislumbra desde el punto de vista del empleo en algunos sectores como comercio minorista, comunicaciones y finanzas. En el primer caso, mientras agrupa al 4,5% del número de empresas se lleva el 8% de los puestos de trabajo; por su parte, las telecomunicaciones representan sólo el 1,3% del total de 1000 compañías, pero ocupan al 5,3% de los empleados. A la inversa, en la construcción (actividad en auge en los últimos tiempos) se aprecia cierta dispersión: es el 7,4% de las empresas y ocupa algo menos del 5% de la mano de obra.
"En los últimos siete años la Argentina produjo un salto tan rápido que implicó reemplazar tecnología de los ´60 por otra de los ´90. Obviamente, esto implicó un menor uso del factor trabajo por unidad de producto en la industria, mientras que el crecimiento de la economía desplazó a esa gente hacia los servicios", argumenta Juan Luis Bour, economista jefe de FIEL.
El resultado no sería, a su juicio la temida "desindustrialización", sino el aumento de la productividad del sector manufacturero: "El ratio de importación de bienes de capital en un año en los ´90 equivale al de prácticamente toda la década de los ´80", aclara.
Débora Giorgi, del Estudio de Negocios Alpha, coincide con esa línea: "Las cifras reflejan claramente el cambio del perfil productivo argentino, consecuencia de la apertura, la desregulación y las privatizaciones, que permitieron mejorar la productividad laboral en la industria, al tiempo que impulsaron el desarrollo de los servicios", explica.
En este sentido, los especialistas destacan que si bien es cierto que cayó el empleo industrial en los últimos años, al mismo tiempo creció la producción de manufacturas.
El fenómeno tiene una explicación adicional: la ola de la "tercerización", esto es, cuando determinadas empresas eliminan algunas actividades que hasta ahora se hacían internamente (y por lo tanto se registraban como "industriales") y pasan a contratarlas en firmas externas, proveedoras de servicios. "En algunas empresas privatizadas hubo despidos, pero no pocos trabajadores armaron pequeñas empresas o cooperativas para tal fin", agrega Giorgi.
Respecto de la calidad de los puestos, también es necesario destronar algunos mitos. Es cierto que abundan los contratos temporarios, pasantías y otras prácticas flexibles, pero en todo caso no son privativos de los servicios. "No creo que la industria demande muchos puestos fijos y "buenos"", resume la economista.
"Todo desplazamiento genera tensiones", reconoce Bour al relatar el proceso de cambio. "Para reducir los traumas hay que generar un mercado muy favorable a la contratación de gente", concluye. Eso sí, siempre será esencial que se mantenga el crecimiento económico.
Fenómeno global
El crecimiento del sector servicios como generador de empleo no se da sólo en la Argentina. Paradójicamente, es un fenómeno de larga data en los países llamados industriales. En los Estados Unidos, por ejemplo, la industria manufacturera ocupa tan sólo el 16% de la mano de obra, según recientes estadísticas. Sumando la agroindustria, la minería y la construcción, la participación crece al 25%. Mientras tanto, el comercio minorista (que incluye a las grandes tiendas y cadenas de supermercados) ocupa otro cuarto del total de empleos de aquel país, y un 35% corresponde a una lista de actividades que incluye los entretenimientos, la publicidad, el procesamiento de datos, mecánica automotriz, servicios personales y profesionales. Transporte, comunicaciones y electricidad se llevan un 7,5 por ciento.
La Argentina va camino de ser un país de servicios
Finanzas, servicios a las empresas, comercio, gastronomía y hoteles, transporte, almacenamiento y comunicaciones explican el 95% del crecimiento del empleo y son las áreas que más aumentaron la ocupación
El más grande empleador industrial del país es Siderar. Su dotación es de unas 5800 personas. McDonald´s ocupa 8800. Esta diferencia es emblemática del cambio producido en la estructura ocupacional argentina. De las 10 empresas privadas de mayor tamaño, únicamente Siderar pertenece al sector industrial y ocupa el noveno lugar en el ranking. Además de McDonald´s, la superan largamente cuatro cadenas de supermercados, el Correo Argentino y las dos compañías telefónicas. La siguiente empresa industrial está en el puesto 13 del ranking.
En un universo más amplio, el fenómeno se mantiene. Entre los 1000 empleadores privados más grandes, el número de ocupados en empresas de servicios duplica el de quienes trabajan en firmas industriales. En estás últimas, a su vez, una proporción creciente de la dotación realiza tareas no manuales.
En rigor, la terciarización ocupacional no es reciente en la Argentina. Lo novedoso es que se ha instalado con mucha fuerza en la cúpula de la pirámide. Esto refleja, en parte, el hecho de que los servicios se están concentrando.
El segundo cambio importante es que los servicios son más demandados (y menos de autoempleo) que en el pasado. En algunos casos ello tiene que ver con las transformaciones en los hábitos de los consumidores; en otros, con la reconversión productiva, sea por innovación o reestructuración, y en todos con la emergencia en el mercado de empresas de servicios mucho más poderosas y/o más innovadoras que las tradicionales.
Durante el ciclo expansivo pre-tequila, la ocupación en los sectores transables (en especial, la industria) disminuyó 6,2%, pero el empleo formal creció más de 10%. La razón es que la reducción de la dotación de los sectores transables fue más que compensada por una notable expansión de los servicios modernos, sobre todo los dirigidos a las empresas. Entre 1990 y 1994 estos últimos crecieron nada menos que 66 por ciento.
Desde la salida de la crisis del tequila, el aumento de la ocupación es claramente liderado por los servicios. Entre el tercer trimestre de 1996 y el cuarto de 1997, el empleo en los servicios financieros y a las empresas creció casi un 25%; en comercio (de más de 10 personas), restaurantes y hoteles se acrecentó más de 10%, y en transporte, almacenamiento y comunicaciones, cerca de 8%. Estos sectores explican el 95% del crecimiento del empleo privado formal.
El ejemplo chileno
Esta es la experiencia de todos los países desarrollados y también la de los países emergentes con políticas de tipo de cambio alto, orientadas a favorecer a los sectores transables. En nuestro ejemplo más cercano, Chile, el 88% del aumento del empleo corresponde a los sectores no transables. Los sectores de esa economía que ganan participación en el empleo son los servicios financieros, transportes, comunicaciones, construcción y comercio, mientras que, por el lado de los sectores transables, la ocupación en la minería exhibe una caída en términos absolutos, la agricultura pierde participación en el total y la industria sólo logra mantenerla, aunque con fuertes disparidades internas y una gran segmentación según el tamaño de los establecimientos.
Cuando se trata de nuevas actividades, el resultado de la expansión y modernización de los servicios es una adición neta de empleos. Ese es, particularmente, el caso de los servicios de mediana o alta calificación a las empresas o para los hogares.
La mala noticia, al menos en el corto plazo, es cuando implica un avance sobre los nichos de mercado tradicionalmente reservados a las pequeñas unidades económicas (como los comercios barriales o los talleres mecánicos) y a los trabajadores informales de baja calificación (como es el caso, por ejemplo, de los servicios de limpieza, mantenimiento de hogares o el lavado de autos).
Esto sugiere que en la etapa actual de "terciarización de cúpula", se reduce el espacio para el auto-empleo estable de baja productividad. Si la brecha de productividad con el sector moderno se amplía, las actividades más atrasadas salen progresivamente del mercado. Este es el nexo principal entre la reforma económica, la concentración de los servicios y el desempleo.
La Argentina -en realidad, el mundo- va en camino de ser una sociedad de servicios. Como en el pasado ocurrió con la agricultura, un número cada vez menor de personas producirá un volumen cada vez mayor de bienes industriales cada vez más sofisticados.
Las implicancias de este proceso, puede advertirse, no son sólo sobre la organización de la economía; también hay cambios sustantivos en la estratificación social. Junto con la reforma económica, nos estamos alejando de la sociedad de masas de la industrialización sustitutiva. En la postrreforma, el "blue collar" de la organización del trabajo fordista deja de ser el actor social típico. Ese espacio lo ocupan ahora el chico que prepara las hamburguesas en McDonald´s y también el programador de computación. La sociedad de servicios es mucho más heterogénea y más segmentada que la sociedad de la industrialización sustitutiva. La diferenciación en el mercado de trabajo pasa por el nivel de calificación de las personas. Aquí reside la clave del porvenir.
El autor es socio director de la Sociedad de Estudios Laborales.