En Grecia, la crisis revierte una generación de progreso
ARISTOMENIS, Grecia—Durante décadas, Panagiotis Triantafyllopoulos trabajó en Atenas como diseñador gráfico. En sus últimos encargos, producía sofisticados envases para farmacéuticas transnacionales.
Ahora Triantafyllopoulos se pasa el día recogiendo leña, atendiendo a sus pollos y preparándose para la cosecha de aceitunas en este pueblo en las colinas del Peloponeso griego.
Incapaz de encontrar trabajo dos años después de haber sido despedido, el diseñador sintió que no le quedaba otra alternativa que volver al pueblo donde nació y tratar de salir adelante con lo que pueda sacar del pequeño terreno de su familia.
"Soy un nuevo pobre", dijo Triantafyllopoulos, quien se mudó a la capital siendo adolescente en 1975, parte de un éxodo de jóvenes que dejó el corazón agrícola de Grecia para trasladarse a las ciudades. "Volver fue una decisión difícil. Teníamos sueños de algo más grande".
Después de casi cinco años de recesión implacable, que ha empujado el desempleo nacional por encima de 25%, el motor de desarrollo de Grecia está en reversa. Las familias que habían logrado incorporarse a la clase media en los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial están en retroceso.
Profesionales desempleados y empresarios quebrados están mudándose a casa de sus padres ancianos o regresando a pueblos ancestrales. Otros vuelven a trabajos menos atractivos o peligrosos, como pastores o marineros en buques de carga, que los griegos abandonaron conforme el país se enriquecía. Muchos incluso están emigrando.
Al tiempo que los líderes europeos sopesan cómo aligerar la pesada deuda fiscal que carga Grecia y evalúan si concederle nuevos fondos de rescate, la constante contracción de la economía del país amenaza con evaporar el progreso de una generación.
El poder adquisitivo de las personas que ganan el salario mínimo se ha precipitado a niveles que no se veían desde los años 70 —durante una era de rápido desarrollo que creó la clase media urbana—, según un estudio del Instituto del Trabajo, un centro de estudios con afiliaciones sindicales. El ingreso promedio ha descendido a donde estaba hace más de 10 años.
La crisis ha arrastrado a Triantafyllopoulos literalmente a donde comenzó. Ahora duerme en la cama donde nació en 1958. Algunas veces, cuando no puede dormir, se queda mirando la misma mancha en el techo de madera que miraba de niño, cuando se preguntaba qué le depararía el futuro.
Antes de que él y su esposa, Eleni, se quedaran sin trabajo en 2010, la familia tenía un ingreso anual de más de 30.000 euros, o casi US$40.000. Vivían en una casa espaciosa con jardín en Atenas. Salían a cenar fuera con frecuencia e iban de vacaciones.
Sin embargo, ahora, cuando es invierno en Grecia, ni siquiera pueden permitirse tener calefacción. Su madre de 81 años, Sofia, está aceptando encargos como costurera para intentar contribuir. Su mayor temor es que la hija de Triantafyllopoulos no pueda terminar la universidad.
"No me importa tener que ser pobre. Nací pobre", confiesa el padre de 54 años. "Lo que no puedo soportar es ser incapaz de ayudar a mis hijos a prepararse para algo mejor".
Tras décadas tratando de reducir la brecha que la separaba de otros miembros más acaudalados de la Unión Europea, Grecia vuelve a alejarse. La producción per cápita, que alcanzó 94% del promedio de la UE en 2009, retrocedió a 82% el año pasado, un nivel que se vio por última vez a principios de los 90. La situación es parecida en España y Portugal, conforme los países de la franja sur de la zona euro se hunden más en la crisis.
La clase media asalariada de Grecia no sólo está perdiendo empleos y agotando ahorros sino que también está sufriendo impuestos cada vez más altos sobre la renta, las compras y la propiedad, según el gobierno trata de cumplir con las metas de déficit impuestas por los acreedores internacionales.
La pérdida de ingresos y riqueza acumulada de estas familias está drenando el combustible necesario para impulsar el nuevo crecimiento. Los expertos afirman que la crisis financiera también está elevando la tasas de delincuencia y suicidios, y reduciendo el número de matrimonios y nacimientos.
La clase media, que en su día formaba una sólida base para la estabilidad democrática se está volviendo cada vez más radical, tal como sugiere la creciente popularidad de los extremos del espectro político. El partido radical de izquierda Syriza ocupa el primer lugar en las encuestas de opinión pública recientes, mientras que el ultranacionalista Amanecer Dorado está tercero.
Para Dimitris Stathis y Aggeliki Katsimardou, la velocidad del declive ha sido asombrosa. Katsimardou fue despedida como agente de seguros a principios de 2010. Este año, su marido perdió su empleo en una petrolera internacional y el auto que ésta le dejaba usar.
Ahora Stathis trabaja en una gasolinera. Gana 800 euros al mes, en torno a la mitad de su sueldo previo. Sin embargo, tienen que pagar una hipoteca de 900 euros al mes.
"No podemos comprar carne", dijo Katsimardou. "Incluso la leche es difícil. O el yogurt. Y estamos en Grecia, por el amor de Dios".
Un día reciente en Zerbisia, un pueblo cerca de la casa de Triantafyllopoulos en Aristomenis, Giorgos Leventis, de 22 años, amarraba una cabra negra a una valla para ordeñarla.
Nunca se imaginó que acabaría ganándose la vida en una granja. Pero después de perder su trabajo en Atenas como plomero —y dada la tasa de desempleo de 58% entre los trabajadores griegos entre 15 y 24 años— el joven se fue a vivir con su abuela en el pueblo de la familia. Ahora cría pollos, gansos y corderos además de sus cabras.
"Mucha gente de mi edad, que se crió en Atenas, no podría imaginarse nunca hacer algo como esto", dijo Leventis. Sin embargo, a él le gusta el trabajo y no tener jefes. Gana entre 300 y 400 euros al mes vendiendo pollos, huevos y aceite de oliva y echando una mano en las granjas de vecinos. De momento, no tiene ninguna esperanza de volver a Atenas.
Cuando Triantafyllopoulos era niño, Grecia estaba sumida en un auge de más de 20 años de crecimiento e industrialización, conforme repuntaba tras la catastrófica ocupación alemana durante la Segunda Guerra Mundial y consiguiente guerra civil entre el gobierno griego de derecha y las fuerzas comunistas.
El pueblo de Aristomenis seguía en la pobreza en los años 60. Los niños iban descalzos en verano y la electricidad tardaría otra década en llegar. Pero Atenas y otras ciudades se expandían y atraían a la gente de las zonas rurales ofreciendo salarios más altos y una mejor calidad de vida.
A los 17 años, con el apoyo de sus padres, Triantafyllopoulos empacó una mochila e hizo dedo hasta llegar a la capital.
"Queríamos que se marchara para que tuviera más oportunidades", dijo su madre. "No salió como nos imaginamos".
Sin embargo, durante muchos años la vida en Atenas lo trató bien. Trabajó para periódicos, revistas y compañías de empacado. Se casó y tuvo dos hijos. "No teníamos una vida lujosa, pero no nos faltaba nada", señala su hija de 18 años, Eleftheria.
Hace unos días, Triantafyllopoulos estaba en una pequeña cafetería en el pueblo cuando sonó su teléfono. Era Eleftheria. Su solicitud para residencia estudiantil gratuita había sido rechazada. Sus ojos se llenaron de lágrimas. "¿Qué podemos hacer? Tendrás que arreglártelas con 400 euros al mes", le dijo en voz baja. "No hay más dinero".
Por ahora, está saliendo adelante pese a tener que pagar unos 300 euros al mes por su pequeño apartamento y servicios básicos; para comer y todo lo demás le quedan apenas 3 euros al día.
Triantafyllopoulos dedica mucho tiempo a pensar en qué hacer ahora. Sin un capital para invertir en la granja, sus posibilidades de ganancias son mínimas. Una posibilidad, dijo, es buscar trabajo en Australia, donde vive su hermano. Pero la pregunta es cómo conseguir el dinero para llegar hasta ahí.
Gordon Fairclough y Nektaria Stamouli
The Wall Street Journal