En esta ocasión, las compras de la Fed podrían beneficiar a Latinoamérica y Asia
El programa de relajamiento cuantitativo de la Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) no ha ganado muchos adeptos en los mercados emergentes, pero la última ronda debería generar mucha menos polémica que las anteriores.
Más allá de las críticas contra la Fed que se han vuelto comunes tanto en Brasilia y Beijing como en algunos rincones de Washington, la actual situación de la economía mundial sugiere que el plan de compra de bonos estadounidenses, conocido como QE3, tendrá un resultado diferente.
Cuando la Fed lanzó una ronda previa de flexibilización cuantitativa en 2010, muchos mercados emergentes estaban preocupados por controlar la inflación y se sintieron amenazados por los esfuerzos de EE.UU. de fomentar el crecimiento. Ahora, los países emergentes tratan de reactivar sus economías y el estímulo de la Fed podría ayudarlos en lugar de perjudicarlos.
Esto no ha detenido las quejas de que las medidas del banco central estadounidense inundarán el mundo con capital. "El aumento de la liquidez global puede producir rápidos ingresos de capital en los mercados emergentes, incluyendo Corea del Sur y China, y por ende un alza en los precios de las materias primas", dijo la semana pasada el presidente del Banco de Corea, Kim Choong-soo. "Por lo tanto, Corea y China necesitan adoptar medidas pertinentes para minimizar los efectos negativos que surgen de las políticas monetarias de los países avanzados", agregó.
Los líderes de los mercados emergentes lamentan que todo el dinero nuevo creado por la Fed devalúa el dólar y les resta competitividad a sus economías. También advierten que la inyección de liquidez ejerce presión sobre los precios de los alimentos y los recursos energéticos. Igualmente, aseguran que los fondos pueden convertirse en una ola incontrolable y desestabilizadora de los mercados financieros a medida que buscan retornos más altos.
La Fed ha respondido que una recuperación saludable de EE.UU. ayuda a la economía global, por lo que bancos centrales de otros países no deberían apresurarse a criticar.
Aunque atraer capital es algo que las economías normalmente buscan, una cantidad excesiva puede causar problemas. Estos fondos pueden terminar en mercados propensos a las burbujas como el inmobiliario y el de materias primas, lo que aviva las presiones inflacionarias. A algunos les preocupa que el dinero salga con la misma velocidad con que entra, golpeando a empresas y bancos.
El QE2 fue un problema porque la economía global entonces no estaba sincronizada. EE.UU. estaba en plena desaceleración, mientras que América Latina y Asia estaban expandiéndose, lo que significó que buena parte de esos nuevos dólares inundó las áreas de alto crecimiento del mundo.
Esto les complicó la vida a los bancos centrales de las economías emergentes. Un alza de las tasas de interés, el remedio más común para combatir la inflación, empeoraría la situación al atraer más capital foráneo en busca de jugosos retornos. Si los bancos centrales se quedaban de brazos cruzados, el ingreso de capitales fomentaría una mayor apreciación de las monedas locales en economías como las de Asia y América Latina, que dependen de las exportaciones para crecer.
Después del QE2, los bancos centrales de mercados emergentes elevaron a regañadientes las tasas, intervinieron en los mercados para combatir el alza de sus monedas, impusieron controles de capital y manifestaron su descontento con la Fed. Desde que la crisis financiera global empezó a ceder en 2009, las reservas de divisas de los mercados emergentes han aumentado 50% y ahora se ubican en alrededor de US$7 billones (millones de millones).
La tercera ronda de flexibilización de la Fed ha producido una reacción más discreta. Los bancos centrales de América Latina y Asia están más coordinados con las políticas de la Fed. Las economías están en declive y los bancos centrales están reduciendo las tasas de interés, más preocupados del crecimiento que de la inflación.
En esencia, los mercados emergentes están remando en la misma dirección que la Fed al flexibilizar la política monetaria.