En el limbo: causas y efectos de una mala nota que nos aísla del mundo
La calificación que MSCI le asignó al país, la más baja entre las existentes, tiene impacto en la ya escasa posibilidad de llegada de capitales, aunque no cambia drásticamente la realidad; el problema está en las razones por las que se llegó a esa ubicación
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A la economía argentina nunca le faltan condimentos y connotaciones negativas. Y a los pequeños logros que puede anotar, raras veces los capitaliza por mucho tiempo. Cuando parecía que el puente logrado con el Club de París iba a dar una bocanada de aire, llegó el MSCI y nos mandó al rincón. Mejor dicho, a un “limbo”, un espacio que los creyentes podrán elegir interpretar como una antesala para “limpiarnos de los pecados económicos” antes de acceder al cielo… o al mismísimo infierno. Los agnósticos le podrán poner un tono mas futbolero: nos fuimos a la D, sin opciones de jugar en la C.
El MSCI (Morgan Stanley Capital International ) clasifica a los países y a sus mercados financieros según parámetros que miden y evalúan aspectos económicos, políticos y financieros. De los cuatro escalones de este indicador, la Argentina quedó en el último: “standalone”. Algo así como “mercado independiente”. Comparte pelotón con Panamá, Jamaica, Trinidad y Tobago, Bosnia, Herzegovina, Bulgaria, Ucrania, Malta, Zimbahue, Libano y Palestina.
“En el actual grupo, la inflación promedio es de 37,3% anual, el resultado primario de las economías es del orden de -3,6% sobre el PBI y el crecimiento proyectado es de 4,5%. Son números desafiantes para cualquier economía que se plantea tener un futuro próspero”, resume sin anestesia, Joaquín Bagües, Head of Strategy de Portfolio Personal Inversiones (PPI ).
La Argentina dejó atrás la categoría de mercado emergente que tuvo entre 2018 y 2021, y también la idea de ser rebajado al nivel de mercado de frontera, un lugar en el que ya había estado en 2009. Entre otras cosas, el control de capitales es la causa principal de este derrape.
¿Qué significa para la economía Argentina este downgrade? Un condicionante más a los muchos que carga sobre las espaldas.
“La recalificación por parte de Morgan Stanley, al bajar dos escalones, tiene un impacto financiero. Pero lo que verdaderamente impacta en la economía es justamente todo lo que nos llevó a ese lugar, a ser standalone market”, dice, concreta, Marina Dal Poggetto, directora ejecutiva de la consultora EcoGo.
“Es la economía, estúpido”, aquella frase que acuñó Bill Clinton durante su campaña presidencial en los Estados Unidos, enfrentando en ese momento a George Bush, calza perfecto para explicar las causas de la caída a standalone.
Camilo Tiscornia, economista y director de C&T Asesores Económicos, lo pone en estos términos: “Hay dos dimensiones para analizar. Una es qué implica en concreto para el país este cambio, y la realidad es que no mucho. Lógicamente, hubo un impacto en las acciones y en otros activos financieros, pero, más allá de ello, la Argentina ya no tenía casi acceso al financiamiento externo antes de la recalificación; por eso, el impacto es acotado”.
“La otra dimensión –sigue Tiscornia– es más simbólica: es una confirmación más del enorme grado de aislamiento que tiene el país. Es muy difícil pensar que la Argentina pueda encarar un proceso de crecimiento sostenido sin una mayor vinculación con el mundo, incluyendo algo de financiamiento, y, lamentablemente, no hay muchas perspectivas de que el Gobierno quiera cambiar en este aspecto”.
Estar en el “limbo”, en el grupo de los “mercados independientes”, fuera de los índices que atraen a los inversores y a sus capitales, nos aleja sin dudas aún más del concierto mundial. “El índice publicado por Morgan Stanley indica que en esa categoría se encuentran los países con irregularidades y complejidades institucionales y económicas. Por lo tanto, en un mundo donde hay un fuerte dinamismo de los flujos financieros, disponibilidad de oferta de crédito, que pueden ser un factor de impulso para la economía nacional, esa categorización se transforma en una clara restricción”, remarca Eduardo Fracchia, director del Área Economía IAE Business School, en la Universidad Austral.
¿Y cual es el impacto más inmediato? Dice Fracchia: “Para la economía real, esto se traduce en un menor instrumento para la recuperación. Muchas economías de la región financiaron sus gastos de pandemia en el sistema financiero internacional, aliviando la cuantía de emisión de moneda y su posterior presión inflacionaria y cambiaria”.
Desde el punto de vista financiero, en términos de flujos “ser reclasificado a “standalone” implica que los fondos internacionales que replican el índice de “emergentes” MSCI deben desprenderse de sus acciones argentinas, que ya no formarán parte del índice”, explica Juan Manuel Franco, economista de Grupo SBS.
Pero, más allá de la nota, la realidad es que las valuaciones de las acciones argentinas vienen sufriendo un fuerte declive desde 2018, cuando comenzó la crisis de la balanza de pagos que motivó a muchos fondos internacionales a desprenderse de sus posiciones en activos domésticos. “Podría decirse que el mercado ya había hablado por sí mismo y que la reclasificación solo confirma lo que ya se encontraba en precios. Creemos que el impacto en activos debería ser relativamente acotado, porque las valuaciones se encuentran en niveles muy bajos, e incluso esto podría representar buenas oportunidades de entrada para perfiles que tengan apetito por el riesgo y que estén dispuestos a mantener sus posiciones en el mediano plazo”, analiza Franco, siempre desde la mirada del mercado de capitales.
Desde el IERAL, de la Fundacion Mediterránea, su economista jefe, Marcelo Capello va al hueso: “Por supuesto que esta señal profundiza la mirada desconfiada de los mercados externos, pero también de los locales respecto a la política económica y de la marcha de la economía en la Argentina, y con mayor desconfianza e incertidumbre será más difícil recuperar la inversión, de por sí en niveles muy bajos. También puede ralentizar el financiamiento local a empresas y familias, afectando no solo la inversión, sino también el consumo”, define.
Apurar acuerdos
Así el escenario, el downgrade es un dato más (negativo, por cierto), pero no es la causa de los problemas, aunque los acrecienta. Lo que urgen son definiciones políticas y económicas, armar un cronograma y renegociar con los organismos internacionales un acuerdo definitivo para la deuda. No solo puentes y demostraciones de apoyo. Para concretarlo, la Argentina tendrá que sentarse a hacer algunos deberes.
“Con el perfil de vencimientos que hay entre el 14 de noviembre y el 30 de marzo, para cuando se pateó parte del vencimiento con el Club de París, no hay ningún margen para seguir procrastinando después de noviembre. El acuerdo con el FMI debería firmarse antes del 22 de diciembre, para evitar el pago de la segunda cuota de capital al organismo”, resalta Dal Poggetto. Incluso después de la reprogramación del Club de París, hay vencimientos por US$6300 millones hasta diciembre, de los cuales US$3800 millones corresponden a los pagos de capital, en septiembre y en diciembre, al FMI. Entre enero y marzo vencen US$6900 millones.
“En nuestro escenario base, la economía llega a noviembre con un dólar a $102,5, una brecha cambiaria más alta, de entre 80% y 90%, una economía creciendo en promedio al 6,9% y, una inflación en torno al 50% interanual”, detalla Dal Poggetto. Haciendo cuentas, agrega que “los US$12.000 millones que vinieron “del cielo”, generados por los DEG (Derechos Especiales de Giro del Fondo) y por el salto en el precio de la soja, irían casi en su totalidad a financiar la elección”.
“La Argentina tendrá que instrumentar una estrategia seria y coherente de salida de esta crisis. Cuando aludimos a seria y coherente, nos referimos a la posibilidad de converger y acordar con todo el espacio político argentino, y a la generación de un plan sustentable en el tiempo, con condiciones para la desinflación y sin expansión del gasto público corriente. Todo esto, por ahora es muy difícil, con este escenario de grieta y división política”, postula Fracchia.
Con la mirada en el largo plazo, Bagües dice que será necesario concentrarse “en construir una curva de rendimientos, tanto en dólares como en moneda local, lo cual trae consigo un esfuerzo de consolidación fiscal y, a su vez (y no excluyente), de beneficio para la economía real”
“Las proyecciones para el segundo semestre no son muy alentadoras. Si la política fiscal se torna más expansiva para maximizar los resultados electorales, como habitualmente pasa en los años en los que se vota, esto puede generar cierta recuperación de la actividad de corto plazo. No obstante, las presiones inflacionarias y sobre el tipo de cambio pueden ser mayores, lo cual determinará una recuperación menor en tiempo”, analiza Martín Calveira, economista investigador IAE Business School.
Escenarios posibles
Y avanza en el diagnostico: “Si continúan el ajuste y la intención de cierto orden en las cuentas fiscales como plantea el ministro Martín Guzmán, notamos cierta probabilidad de inicio de una recuperación con menor inflación y sin presiones fuertes sobre el tipo de cambio. Nuevamente, la coyuntura nacional dispone una visión de dominancia política de corto plazo que no es estable y, por otro lado, una visión de converger a un orden en las magnitudes y nominalidad de la economía con mayor esfuerzo, pero con cierta estabilidad. En ese contexto, si prima el poder político, tendremos un capítulo más de inflación, tensiones, distorsiones de precios, inconsistencia intertemporal, de patear el problema para adelante y de complejidades”, dice Calveira.
Capello plantea también dos escenarios posibles. “Uno, relativamente optimista, en el que los precios de nuestras exportaciones mantienen al menos el nivel actual y en el que no existen nuevos eventos que generen más desconfianza; en ese caso, el Gobierno podría lograr que la inflación mensual se ubique apenas por debajo de 3% en los meses previos a las elecciones, de modo que se ubicaría al menos en 48% anual. Ello supondría que el tipo de cambio nominal siga siendo un ancla hasta fin de año”.
“En el escenario pesimista habría más inflación y ninguna recuperación de la actividad con relación a diciembre de 2020. Podría ser gatillado por alguna/s de las tantas fuentes posibles de desconfianza, que podrían emanar de un gobierno con visiones muy diferentes entre los grupos políticos que lo componen”, diagnostica Capello .
Según el análisis de Tiscornia, “hay dos grandes planos con tendencias contrapuestas que gobernarán la dinámica hasta las elecciones”. Uno es el financiero, “que ya tuvo su mejor momento con el pico de liquidación de divisas, que permitió una interesante acumulación de reservas y movimientos acotados de los tipos de cambio, y que tiende al deterioro por la menor oferta de divisas comerciales proyectada y la mayor demanda esperada en un año de elecciones y acentuada por la expansión monetaria que se prevé para financiar el déficit fiscal”.
Y agrega: “El otro plano es el de la actividad económica. Parece que lo peor quedó atrás, porque el Covid se irá controlando gracias a las vacunas y al cambio de estación, y a eso se sumará un fuerte impulso fiscal por las elecciones; estimamos que hay buenas chances de llegar a las elecciones evitando un sobresalto grande, pero los riesgos en el camino son muy elevados y, además, será imprescindible una corrección del rumbo más adelante. Si esto alcanza para asegurar que el Gobierno tendrá un buen resultado en las elecciones, que es su objetivo central, es difícil de saber”.
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