En el camino hacia un nuevo equilibrio en el mundo, lo único seguro parece ser la incertidumbre
Luego de un 2021 marcado por un fuerte crecimiento económico mundial en un contexto de baja inflación, el idilio parece haberse agotado. Este año se observa una significativa desaceleración económica, a la vez que la acuciante inflación demanda restablecer los equilibrios fundamentales. Este nuevo escenario genera importantes desafíos, a la vez que existe una elevada volatilidad, determinada por la incertidumbre sobre el devenir de la economía mundial.
La tasa de crecimiento de 2021 resulta imposible de mantener en el tiempo. La fuerte expansión de 2021 fue la contracara de la mayor caída del PBI desde la Segunda Guerra Mundial, ocurrida en 2020 en un contexto de pandemia. Crecer a ese ritmo solo fue posible “gracias” a los altos niveles de capacidad ociosa y desempleo que dejó la implosión económica, producto de las políticas de aislamiento.
Las “transitorias” presiones de precios devinieron en un serio problema inflacionario. Si bien los paquetes de estímulo fueron cruciales en los momentos más críticos, el caer en la tentación de extenderlos más allá de lo necesario provocaron importantes desequilibrios. La inflación es la forma en la cual la economía se cobra esos excesos.
Los importantes cambios de precios relativos completan el panorama. Los cuellos de botellas provocados por una producción que no logró acompañar la recuperación de la demanda pospandemia, la invasión rusa a Ucrania –una de las principales regiones productoras de alimentos– y las restricciones energéticas que sufre Europa –que dejan al descubierto lo riesgoso de querer basar su matriz energética en energías renovables, sin tomar en cuenta los problemas de intermitencia y las fuentes alternativas en esos períodos–, completan los desafíos globales tanto por el lado del crecimiento, como así también en cuanto a los intentos de acotar los aumentos de precios.
El camino a la normalización
Tras los excesos pospandemia, comenzó el camino a la normalización. En las diferentes regiones del mundo los fiscos reducen sus desequilibrios, a la vez que los bancos centrales, a diferentes velocidades, avanzan en la adecuación de los niveles de liquidez.
Luego de los extraordinarios desequilibrios fiscales en la pandemia, hubo fuertes reducciones, que se explican por el recorte de los paquetes de estímulo más que por la prudencia fiscal. De hecho, los desequilibrios actuales resultan en general superiores a los de la prepandemia –que en algunos casos, como el de Estados Unidos, ya eran elevados–, y están marcados por un fuerte sesgo intervencionista, en busca de un rédito político.
“El crecimiento de 2021 fue la contracara de la mayor caída del PBI desde la Segunda Guerra Mundial; resulta imposible mantener ese ritmo, que se debió a los altos niveles de capacidad ociosa y desempleo que había dejado la implosión económica, producto de las políticas de aislamiento por el Covid”
Por su parte, los bancos centrales avanzan en la lucha contra inflación. Desde finales de 2021, liderado por el Banco de Inglaterra, comenzó un proceso sostenido de subas de tasas de política monetaria, desde niveles cercanos e incluso por debajo de 0%, a la vez que se suspendieron los paquetes de liquidez. En la lucha contra la inflación, las autoridades monetarias buscan reducir el ritmo de la demanda agregada, al tiempo de transmitir el compromiso de volver a niveles razonables de inflación, intentando que no se frenen los intentos de recomposición de los ingresos reales.
Las medidas y anuncios de los hacedores de política económica impactan en la cotización de los activos financieros, a través de los movimientos de las tasas de interés del mercado. Las distintas velocidades a las cuales se producen los ajustes afectan los diferenciales de tasas de interés, impactando en las cotizaciones de las principales monedas del mundo, exacerbadas por la búsqueda de resguardo en momentos de alta incertidumbre.
La baja de los precios de las materias primas ayuda a mostrar avances en lo que a la inflación se refiere. Tras los niveles máximos alanzados en el segundo trimestre –en algunos casos, récords históricos nominales, no reales–, los precios de las materias primas registraron importantes bajas, para estabilizarse en los niveles actuales. A factores estructurarles de cada mercado, se agregó el incentivo a desarmar coberturas en commodities contra la inflación, a medida que suben las tasas de interés y la lucha contra la inflación se profundiza.
“Tras los excesos de la pospandemia, los fiscos reducen sus desequilibrios y los bancos centrales van adecuando los niveles de liquidez”
Lo que no ajusta el fisco y los bancos centrales lo hace la inflación. En un mundo sin memoria inflacionaria, no debería sorprender lo poco que se tienen en cuenta los impactos de la inflación en los análisis. El impuesto inflacionario hace parte del ajuste, reduciendo el poder de compra de los activos en circulación. El retraso en la implementación de medidas tendientes a reducir la liquidez sistémica provoca una reducción, en términos reales, vía inflación. De igual modo, la valuación de los activos, los ingresos de compañías y el resto de las variables nominales están sobredimensionadas por este fenómeno.
Los desafíos son disímiles, según la región. Estados Unidos, con dos trimestres consecutivos de caída de la actividad, estaría técnicamente en recesión. Sin embargo, la demanda interna y el empleo siguen creciendo. La baja de la inflación evitando un aterrizaje forzoso luce posible, con una profundización de la suba de tasas en una economía con poco endeudamiento del sector privado. China, a contramano del resto del mundo, comenzó la baja en sus tasas de política monetaria, en medio de la preocupación por la actividad económica y la incertidumbre sobre el sector inmobiliario.
El caso europeo es quizás el más complicado; las fuertes presiones inflacionarias y una economía entrando en recesión por la crisis energética obligarán al banco central a continuar la reciente suba de tasas en un escenario de realidades muy diferentes entre sus países miembros. Salvo algún caso particular, el escenario no luce como el más favorable para las economías emergentes.
En el camino que transita el mundo hacia un nuevo equilibrio, pareciera que lo único asegurado es la incertidumbre. Y eso se traduce en volatilidad.
* El autor es economista jefe en Black Toro Global Investments y en Arriazu Macroanalistas
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