En economía, magia no hay
En los primeros diez meses del año, el gasto del sector público nacional base caja aumentó 43,6% en relación con igual período de 2013. El Gobierno sigue empecinado en incrementar el gasto público como mecanismo de reactivación económica. Sigue creyendo que hay algún efecto mágico por el cual, si le quitan $ 100 de impuestos a un contribuyente, esos $ 100 se transforman en una demanda de $ 120 si la gasta el Estado. Aquí no hay ninguna multiplicación de los panes. Los $ 100 que deja de gastar el contribuyente por la mayor carga tributaria los gastará algún burócrata, subsidiado o contratista del Estado. Y así, la demanda global es la misma. Unos pueden gastar $ 100 más y otros, $ 100 menos. No existe tal cosa como el efecto multiplicador del gasto público por la sencilla razón de que en economía no hay magia. El mayor consumo no surge de la nada.
Hay una única forma de que, en el corto plazo, el Estado puede aumentar el gasto público, generar más actividad económica artificialmente y no castigar, en lo inmediato, al sector privado. Esa forma es recurrir al ahorro externo. Pedirles prestado sus ahorros al dentista de Roma, al médico de Denver, al arquitecto de Tokio o al ingeniero de Berlín. Con ese financiamiento, en el corto plazo, el Estado puede subir el gasto público. En el largo plazo, habrá que pagar el capital más los intereses, con lo cual habrá que cobrarles impuestos a los contribuyentes y eso contraerá el nivel de actividad. La fiesta de consumo se acaba cuando se acaba el financiamiento externo. Eso fue lo que pasó en los 90 y lo que intentó este Gobierno con la colocación de bonos por US$ 3000 millones, pero hizo el gran papelón del año. El pésimo resultado en el intento por volver al mercado voluntario de deuda no fue por una cuestión de mal manejo técnico; la realidad es que nadie le presta a un país mal administrado, insolvente, que está en default financiero y comercial y en desacato con la justicia.
Si se considera que 2015 es un año electoral en el que el oficialismo pone en juego los legisladores que obtuvo en 2013 cuando tuvo un buen resultado electoral, no hay que hacerse muchas ilusiones de que vaya a bajar el gasto público. Primero, porque ellos hacen del gasto público su construcción de poder político; segundo, porque si no lo hicieron hasta ahora, menos lo van a hacer en un año electoral.
El argumento del Gobierno es que quienes proponemos bajar el gasto público proponemos el ajuste. La realidad es que hoy el ajuste lo paga el sector privado con caída del salario real, una presión impositiva que asfixia la actividad económica, más desocupación y pobreza. Aquí hay dos posibles ajustes. Uno, el que hace el Gobierno que es recién mencionado. El otro es ajustar a la legión de empleados públicos que consumen sin producir y, encima, entorpecen a quienes generan lo que ellos luego van a consumir sin pagar. Otros que alguna vez tendrán que ajustar son los que han hecho del subsidio una forma de vida. Tener 18 millones de beneficiarios de planes sociales sólo muestra un país que destruyó la cultura del trabajo y el esfuerzo personal. Un fracaso como construcción de prosperidad. Por último, el ajuste también pasa por eliminar los millones de pesos que paga el contribuyente para financiar la corrupción de la obra pública.
Si el ajuste pasa por terminar con la legión de empleados públicos que entorpecen a quienes producen, a quienes han hecho del subsidio su forma de vida y a los corruptos que lucran con la obra pública, no sólo me parece eficiente desde el punto de vista económico, sino también moralmente recomendable.
Ahora bien, sabemos que esto último no va a ocurrir, por lo tanto, será el sector privado, empleados y empresas, los que sufrirán el ajuste. El cada vez más reducido sector productivo del país sufrirá un mayor ajuste con menores salarios reales, más desocupación y menos rentabilidad en las empresas. Esto quiere decir que, frente a un gasto público creciente, el déficit fiscal se ampliará y habrá que buscar la forma de financiarlo.
No tiene tantas opciones el Gobierno. Difícilmente vaya a abrirse el mercado voluntario de deuda para captar el ahorro externo y financiar así el gasto. Ni arreglando con los holdouts tendría el mercado muchas ganas de comprar deuda argentina. ¿Opciones? Veo básicamente dos. Una alternativa es darle más a la máquina de imprimir billetes y dejar que tanto la inflación se escape y el blue vuele. La otra es absorber esa emisión monetaria con más deuda que coloca el Banco Central y profundizar el proceso recesivo. En vez de financiar el gasto con más impuesto inflacionario, financiarlo con endeudamiento interno. Esto lo viene haciendo el Banco Central este año. El stock de Lebacs, Nobacs y pases aumentó de $ 100.000 millones a fines de 2013 a $ 231.000 millones en noviembre. En 11 meses, el Central más que duplicó su deuda con el sistema financiero. Esos bonos que las entidades financieras le compran se financian básicamente con los depósitos de la gente. Por eso ahora escasea el crédito para el sector privado. El Estado es un elefante en un bazar que se lleva buena parte del escaso ahorro interno.
Ante la negativa a bajar el gasto público, una opción es dejar que se dispare la inflación y el dólar blue. La otra es concentrarse en controlar el blue, a costa de retrasar el tipo de cambio real que hará caer más las exportaciones, mantener la inflación en el orden del 2% mensual y generar una fenomenal recesión. El Gobierno tiene la palabra. Eso sí, que quede claro. Magia en economía no hay.
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