En China se habla de un crecimiento moderado
Mientras que casi todos los países del mundo tratan de fomentar el crecimiento, el gobierno de China intenta desacelerarlo para llegar a un nivel sostenible. A medida que China se transforma en una economía más impulsada por la demanda interna y más orientada a los servicios, una transición a un crecimiento menor es inevitable y deseable. No obstante, los desafíos son enormes y el proceso no será fácil.
Al crecer la economía de China en relación con la de sus socios comerciales, la eficacia de su modelo impulsado por las exportaciones, inevitablemente tiene que disminuir. También deben decrecer los rendimientos de las enormes inversiones en infraestructura, dedicadas en su mayoría a sostener el crecimiento de las exportaciones.
El consumo y la calidad de vida deben aumentar, a pesar de que la contaminación del aire y la escasez del agua se agudicen en muchas zonas. Sin embargo, en una economía en la que la deuda se ha disparado a más del 200% del PIB, no es fácil controlar el crecimiento gradualmente sin provocar el fracaso generalizado de proyectos de inversión ambiciosos. Incluso en China, donde el gobierno tiene fondos suficientes para amortiguar la caída, una quiebra de la magnitud de la de Lehman Brothers podría causar un grave pánico.
Pensemos en lo difícil que resulta llevar a cabo un aterrizaje suave en las economías basadas en el mercado. Los ciclos de restricciones monetarias han provocado o agravado muchas recesiones. El ex presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, Alan Greenspan, se ganó el calificativo del "maestro" en los 90, porque logró desacelerar la inflación y conservar un crecimiento firme.
La meta oficial de crecimiento de China es de 7,5%; alguien que pronostique 7% es considerado pesimista, y quien predice una desaceleración a 6,5% es visto como un fanático.
Para la mayoría de los países, diferencias tan pequeñas serían insignificantes, y en EE.UU. el crecimiento trimestral del PBI ha fluctuado entre -2,1% y 4,6% en el primer semestre de 2014. Desde luego, el crecimiento chino casi seguramente varía mucho más de lo que dejan ver las cifras oficiales, en parte porque los funcionarios tienen incentivos para maquillar los datos.
La mayoría de las evidencias indican que la economía china se ha desacelerado significativamente. Un hecho notable es que el crecimiento anual de la demanda de electricidad cayó de manera abrupta, a menos de 4% para los primeros ocho meses de 2014.
El debilitamiento de la demanda de electricidad ha puesto una enorme presión sobre la industria del carbón, y muchas minas están en quiebra. La caída de los precios de la vivienda es otro indicador clásico de una economía vulnerable, aunque es difícil evaluar el ritmo exacto al que están cayendo. Los principales índices de precios de la vivienda miden únicamente los precios solicitados y no los precios de venta reales.
Las exportaciones también cayeron, debido al débil crecimiento en el resto del mundo. Los exportadores de productos básicos, como Australia, Indonesia y Brasil ya han sentido los efectos de la desaceleración del crecimiento chino, al igual que países como Alemania y Suiza, que dependen de la voraz demanda de productos intensivos en capital de China.
Los datos chinos no son tan confiables como los de una economía desarrollada. El uso de electricidad es una de las medidas más confiables del crecimiento; pero, en vista del cambio de orientación de la economía hacia los servicios y la desaceleración de servicios que hacen uso intensivo de la energía, es posible que el lento crecimiento de la electricidad sea sólo un síntoma de reequilibrio. Y la caída de los precios de la vivienda se da tras un corto período en el que los precios se duplicaron, lo que dificulta saber si China se enfrenta a una corrección modesta y saludable o al colapso.
Lo que resulta claro es que los dirigentes de China están decididos a aplicar muchas de las reformas orientadas al mercado que se aprobaron en la Tercera Plenaria de 2013. La agresiva campaña contra la corrupción del presidente Xi Jinping puede considerarse como un preparativo para la resistencia política a una mayor liberalización económica. Puede decirse que hasta ahora la corrupción china ha sido más un impuesto que una fuerza paralizante, y que cambiar las reglas del juego podría catalizar una fuerte caída de la producción.
¿Puede el gobierno de China realizar un aterrizaje suave mientras elimina la corrupción, reduce la contaminación y liberaliza los mercados para garantizar el crecimiento a largo plazo? Hay mucho en juego. Si el crecimiento de China se derrumba, los efectos globales podrían ser mucho peores que las de una recesión estadounidense normal.
La tasa de crecimiento china sigue en un nivel muy alto, por lo que hay mucho margen para que caiga. La vulnerabilidad potencial de las exportaciones y los precios de los activos occidentales es enorme. De los dos casos de restricciones del mundo actual, el de la Reserva Federal de los EE.UU. puede ser el más fácil de comprender, pero no necesariamente es más importante que lo que sucede en China.
El autor es profesor de Economía y Políticas Públicas de la Universidad de Harvard
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