Empresarios: la batalla cultural la tienen perdida
Hombres y mujeres de negocios no tienen más remedio que decidir con el diario del domingo; deben hacer lo que piensan sin pretender mejorar de manera significativa la forma en que son vistos por la gente; la clave es que les quiten los pretextos para tener que competir
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Basilio Serrano, dirigente político y empresario, me contó que una entidad empresaria había encargado una encuesta de imagen de los empresarios -consultando a los familiares de los mismos- y que el resultado fue tan dramático que no se atrevieron a publicarlo.
Esto se lo escuché decir a mediados de la década de 1970 y difícilmente haya cambiado en 2024. Mensaje a “los” empresarios: bienvenidos al club porque ¿quién quiere a los economistas, los dentistas o los empleados públicos administrativos? Lo que sigue es más intuitivo que sistemático: los únicos que se salvan son los bomberos y el personal del SAME.
Queda bien, tanto en los medios de comunicación como en reuniones de amigos, afirmar que todos los empresarios, o al menos su inmensa mayoría, cobran lo que quieren, no actualizan la maquinaria que utilizan y veranean en Punta del Este.
La realidad es otra, porque todo grupo, sector, etc., es heterogéneo. Le escuché decir a Javier Tizado que si el capitalismo demandara que los empresarios fueran tan inteligentes como Albert Einstein, y tan buenos como la Madre Teresa, no existirían en ninguna parte del Mundo.
Adam Smith tenía una pésima imagen de los empresarios, pues afirmaba que era imposible que cinco productores de un mismo bien se juntaran a tomar té y del encuentro no surgiera un acuerdo que no perjudicara a los consumidores. Lo que recomendaba “el solterón escocés de peluca empolvada”, como cariñosamente lo describía Paul Anthony Samuelson, era la competencia, que no transformaría a los empresarios en angelitos, pero no les permitiría hacer lo que quisieran.
Esta es la clave: quitar los pretextos para que los empresarios tengan que competir. Los pretextos son aquellos elementos que están fuera del control empresario, pero que les afectan los costos, los riesgos, las condiciones de venta, etc.; luego de lo cual queda la competencia pura.
Dios creó a los empresarios para que decidan, en condiciones de fuerte incertidumbre, sin tantos miedos que paralizan. Gozan de mi respeto todos aquellos que se sienten a cargo de algún emprendimiento familiar, empresario, profesional, deportivo, artístico, etc. porque no tienen más remedio que decidir con el diario del domingo. Hagan lo que piensan que tienen que hacer sin pretender mejorar de manera significativa su imagen pública. Una batalla perdida, como la que damos los economistas.