¿Y si comienzo un emprendimiento?
La enorme duda entre la seguridad de un salario mensual y la libertad emprendedora
Un “virus” emprendedor contagia nuestro entorno. Suele escucharse que la “plaga emprededurista” se inicia con las nuevas generaciones, pero a lo mejor es una explicación simplista. El sueño de la propia empresa se da tanto en jóvenes, en personas que perdieron su empleo, en madres recientes, en hombres y mujeres de cualquier edad que se replantean su vocación o que buscan distintos horizontes.
Cualquiera que sea el caso no es una decisión fácil y todas las opciones implican riesgos y oportunidades, beneficios y desventajas. No hay que dejarse llevar por frustraciones pasajeras o modas. Sin duda hoy resuena más atractiva la palabra emprendimiento que relación de dependencia, término arcaico que en sí mismo conlleva la idea de sumisión.
Si el cuestionamiento no es pasajero, entonces amerita un profundo análisis.
1. Comprender las raíces del planteo y los objetivos reales.
2. Conocerse y conectarse con las propias capacidades y motivaciones.
3. Trazar un camino, planificar, organizarse, pensar.
Algunos de los usuales beneficios identificados (¿fantasías?) con lo autónomo son: almorzar a la hora que uno desee, ir al gimnasio a mitad del día, conocer gente, variadas tareas, no estar en una oficina todo el día, crear, potencialmente tener un ingreso económico superador. Sin embargo quienes se encuentran en ese ámbito también dicen que es se sienten solos, que los resultados financieros son inciertos todos los meses, que deben estar conectados 24 x 365, que los clientes se consideran sus “dueños”, que están a la merced de la volatilidad del mercado, que no pueden tomarse vacaciones, y que acordar con socios es muy complejo. Por el contrario, al trabajo en empresas se lo asocia con buenos beneficios, estabilidad (relativa), horario acotado (pero estricto), vacaciones aseguradas (pero en períodos acordados con el jefe), y un grupo de pertenencia (al que no siempre se elige).
Ninguna de las opciones es para todos y ni en todos los momentos del ciclo de vida. Sería irresponsable generalizar. Mucho depende de cada persona, trabajo, madurez profesional y de carrera, tipo de empresa y de emprendimiento. Difieren las competencias requeridas, el manejo de las tareas, la dinámica diaria, el estilo de vida, el tipo de relaciones, el entorno.
Seguramente muchas personas en algún momento se han hecho o se harán el planteo. Al menos pensarlo vale la pena, invita a valorar lo que se tiene o a descubrir nuevos mundos, y a comprender mejor y respetar el camino que los demás eligen.
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