Trabajo esclavo: un plan para romper la última cadena
A muchos argentinos y extranjeros que visitan Buenos Aires les sorprende este dato: la actual plaza San Martín y sus alrededores eran el epicentro del mercado de esclavos en el Río de la Plata. Desde el siglo XVI y hasta mediados del XIX, miles de hombres y mujeres esclavizados en África llegaban a América y se vendían en la zona de Retiro. La Constitución de 1853 abolió la esclavitud en la Argentina y, desde entonces, el país se construyó con orgullo basado en el principio de la libertad.
A diferencia de lo que sucedió en Brasil, el último país en poner fin a la esclavitud, quedan pocas huellas del pasado esclavista argentino. Un cuento de Manuel Mugica Lainez rescata la historia de los esclavos Bingo y Temba, una obra del escultor Francisco Cafferata marca la plaza Sicilia con la figura de un negro doliente, los sótanos de la cervecería Bieckert señalan algunos rastros. También el dulce de leche, las achuras, las payadas -signos vigentes de lo argentino- evocan ese pasado.
Muchos olvidan o ignoran esa historia y, de igual modo, muchos desconocen que la esclavitud aún perdura: es lo que en Brasil aún llamamos "trabajo esclavo" y en la Argentina se denomina "trabajo forzoso". La película El Patrón, dirigida por Sebastián Schindel y protagonizada por Joaquín Furriel, puso en escena una historia real que evidencia las consecuencias sociales de estas formas modernas de esclavitud.
Las estimaciones globales de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), elaboradas junto con Walk Free Foundation y la Organización Internacional de Migraciones, muestran que actualmente más de 40 millones de personas son víctimas de diversas formas de sometimiento y explotación. Del total de víctimas, 7 de cada 10 se corresponden con mujeres y niñas, mientras que el 25% representa a menores de 18 años. A su vez, más de 25 millones de personas son forzadas a trabajar y otras 15 millones, a contraer matrimonio.
Como en la época de la colonia, la esclavitud moderna también es un negocio: los ingresos superan los 150.000 millones de dólares anuales. En América Latina, sus beneficios suman 13.000 millones de dólares: por cada individuo forzado a trabajar embolsan 7500 dólares de ganancias ilegales.
En la Argentina, la gravedad del fenómeno se dimensiona incluso con estadísticas insuficientes. Así, al conmemorar el Día Internacional de Lucha contra la Trata, fijado el 30 de julio por las Naciones Unidas, debemos enfatizar la necesidad de diseñar, implementar y evaluar políticas públicas adecuadas para prevenir y erradicar todas las formas de esclavitud moderna.
En los últimos años, la Argentina tomó medidas significativas para erradicar la trata y el trabajo forzoso. La sanción de la ley 26.842 y la creación del Consejo Federal de Lucha contra la Trata y Explotación de Personas son ejemplo de ello.
La Argentina es uno de los 25 países que ratificaron el protocolo de 2014 relativo al Convenio 29 de la OIT sobre trabajo forzoso, y fue el segundo en hacerlo en el continente, después de Panamá. En esa misma línea, la OIT mantiene su campaña internacional "50 for Freedom", con el objetivo de que al menos 50 países ratifiquen ese protocolo.
Con este impulso, ahora toca redoblar esfuerzos para que los logros sean más rápidos e inclusivos y cumplir con las metas definidas por la Agenda 2030. Los estados, junto con las organizaciones de trabajadores y empleadores, deben formular una política y un plan de acción nacionales para suprimir el trabajo forzoso y la trata de personas.
Garantizar que los trabajadores en situación de trabajo forzoso puedan acceder a la Justicia es uno de los desafíos más apremiantes, junto con establecer programas de protección, reparación, restitución de derechos, asistencia e inclusión social y/o laboral. Desde la OIT apostamos a promover el diálogo social, convencidos de que no es posible lograr un cambio verdadero sin una articulación eficaz entre el Estado, los trabajadores y los empleadores para poner fin a todas las formas de la esclavitud moderna.
Es posible escatar aquel principio libertario de la Argentina para lograr un buen plan a partir de estadísticas, mapeo de actores relevantes, acciones de sensibilización, con presupuesto acorde y compromisos instituciones. Así se podrá, efectivamente, fortalecer la red de protección de las víctimas, romper la última cadena y volver a decir: al gran pueblo argentino, ¡salud!
El autor es director de la Oficina de País de la OIT