Trabajo a reglamento
El vuelo 6845 de Iberia debió partir un viernes a las 12.30 desde Madrid hacia Buenos Aires. Por condiciones climáticas tuvieron que reprogramarlo para las 3 de la mañana del sábado. Tampoco pudo ser: había nieve y hielo en la pista. El nuevo horario de partida se fijó a las 10, pero cuando los pasajeros estaban acomodados en el avión el comandante anunció que él no se hallaba en condiciones de conducir la nave porque no había cumplido con las diez horas y media de descanso reglamentarias. Entonces se inició el motín, que pudo resolverse cuatro horas después mediante la intervención de la Guardia Civil.
Toda la odisea vivida por los pasajeros, la mayoría argentinos, se enmarca dentro de un conflicto que los pilotos de Iberia mantienen con la empresa desde hace algunas semanas. La protesta consiste en realizar una "huelga de celo"; es decir, trabajar estrictamente bajo las condiciones laborales y de seguridad que imponen los reglamentos aéreos.
Planteado fríamente, por fuera del martirio que debieron sufrir los pasajeros, la situación es incoherente. En verdad, todas las protestas basadas en el cumplimiento estricto de un convenio laboral implican el estallido de la lógica más elemental. ¿Para qué se hacen los reglamentos si su cumplimiento real dificulta las operaciones? La pregunta pone al descubierto algunos sobrentendidos que permanecen invisibles o, tal vez, no se quieren ver. Se trata de la colaboración inevitable entre los empleados y las empresas, ese plus que se agrega para que las cosas funcionen. Cumple el rol de las terminaciones de una obra edilicia. Una casa no está completa sin pintura ni revestimientos, sin molduras ni zócalos en los ángulos de las paredes, si las ventanas carecen de contramarcos, más todo aquello que no tiene un estricto valor funcional, pero es una parte imprescindible de la construcción.
El aporte de todos estos agregados a la relación laboral, pasado a términos económicos, es enorme. No es necesario ser un experto en costos para evaluarlo. Basta reconocer el impacto que producen cuando la colaboración desaparece, lo que lleva a pensar que la flexibilidad no es un invento de las últimas décadas, siempre existió y seguirá sobreviviendo en tanto se inscriba en una relación equitativa.
Hay una segunda pregunta, un poco más inquietante. El motín estalla cuando el comandante declara que necesita dormir, por seguridad propia y de todos. ¿Será casualidad o característica nacional? Pensemos que se trata de la coincidencia entre el hastío y la situación, porque de lo contrario podría deducirse un notable desinterés por las condiciones de trabajo y la seguridad personal.