Techo de cristal: el machismo no perdona ni a Silicon Valley
Las compañías de tecnología no logran escapar de la cultura sexista que domina el mundo empresario
"Boober" es el apodo que Travis Kalanick, el CEO de Uber, usó para describir el efecto que la nueva firma de viajes compartidos tuvo en su atractivo para el sexo opuesto. El chiste de Kalanick parece ser emblemático de una cultura profundamente machista. Está en curso una investigación por acusaciones de una ex empleada de que Uber se niega a promover mujeres capaces o tomar con seriedad quejas de acoso. Los resultados se conocerán en las próximas semanas.
Uber no es la única estrella tecnológica que está en la mira por su trato hacia las mujeres. Google ha sido acusada por el Departamento de Trabajo de Estados Unidos de pagar a las empleadas significativamente menos que a los empleados. Google rechaza de plano esta acusación. Pero no está en duda que el sector de la tecnología en general y Silicon Valley en particular tienen un problema de género.
Una encuesta de 210 mujeres en el valle descubrió que el 60% tuvo experiencias de avances sexuales no deseados y que dos tercios se sentían excluidas de oportunidades de crecimiento. Pay Scale, una firma de estudios, descubrió que sólo el 21% de los ejecutivos estadounidenses de tecnología son mujeres (la cifra en otros sectores es del 36%). A las mujeres se les paga menos que a los hombres en el sector tecnológico, teniendo en cuenta experiencia, nivel de educación y responsabilidades.
No todos estos problemas pueden achacarse a Silicon Valley. Mucha gente está preocupada por el bajo número de chicas que toman clases de ciencias, tecnología, ingeniería y matemática.
Los capitalistas de riesgo son los semidioses del sector tecnológico. Con sus cheques, sus relaciones y consejos, determinan qué nuevas firmas tienen éxito y cuales languidecen. Son brillantes, forman un clan y son casi todos hombres. Sólo alrededor del 6% de los socios en las firmas de capital de riesgo son mujeres, comparado con el 10% en 1999. Menos del 40% de las principales 100 firmas de capital de riesgo tienen una socia mujer a cargo de inversiones . Muchos de los fondos de mayor consideración, incluyendo Benchmark y Andreessen Horowitz, no tienen ninguna.
Los defensores de Silicon Valley tienen dos respuestas ante las acusaciones de machismo. Una es que no tiene sentido lanzar piedras contra el conglomerado de empresas más exitoso del mundo. Las fuerzas del mercado aseguran que las mejores ideas obtengan financiación sin tener en cuenta el género. Los datos sugieren otra cosa. Sólo el 7% de los fundadores de nuevas firmas tecnológicas en Estados Unidos que obtuvieron US$ 20 millones o más son mujeres según un estudio reciente de Bloomberg. Pero nadie sostendría que los hombres son mejores fundadores de empresas nueve veces de cada diez.
Una segunda defensa es que la inversión de riesgo se basa en relaciones estrechas, en las que la confianza es esencial. Llamemos esto el síndrome de "la cena con Mike Pence", en referencia a que el vicepresidente de EE.UU. habló de su negativa a comer solo con una mujer que no sea su esposa.
Con este argumento, cualquiera de afuera, en particular si le falta un cromosoma Y, puede alterar la preciosa dinámica del club. Por cierto que el capital de riesgo es una extraña mezcla de capital y contacto, lo que lo hace particularmente difícil de masificar. Pero como justificación del sexismo la defensa del "club" es un argumento tan viejo como poco consistente.
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