Qué rol cumplen los padres cuando los hijos eligen su carrera
Cuando llega el momento crucial en el que los hijos deciden sus carreras universitarias y profesionales, ¿cómo deben actuar los padres? ¿Aportar su punto de vista sobre lo que creen positivo para sus hijos o abstenerse de hacerlo? ¿Ayudarlos a pensar qué les conviene para su futuro o dejarlos que disciernan en soledad? En definitiva: ¿meterse o no meterse? Psicólogos especialistas en orientación vocacional admiten el gran desafío al que se enfrentan los adultos en esta etapa de la vida de sus hijos y aconsejan encontrar la distancia óptima para acompañar sin invadir, sugerir sin imponer y estimular sin sofocar.
"Estamos frente a un dilema", reconoce el psicólogo clínico Matías Muñoz. "Hay un brecha generacional enorme entre los adultos generación X, los millennials y los nativos digitales. Ellos no suelen tener un camino trazado en lo laboral. Ven la universidad como un terciario, homologan estudiar ingeniería con hacer un curso de chef. No le otorgan una prioridad a una carrera universitaria por sobre una terciaria. Tampoco tienen una mirada de largo plazo; no priorizan el esfuerzo en primer término. Los mueve la pasión y el entusiasmo. Tienen otra cabeza y hay que aprender a entenderlos", admite.
La duda radica entonces en saber hasta dónde es válido transmitir -y querer que adopten- las creencias de sus progenitores. "Porque tal vez ellos terminan encontrando modos de vivir los mismos valores nuestros (el amor, la familia, el trabajo), pero de una forma distinta. Por ejemplo, un joven de 30 años que nació en una familia de cuatro hermanos quizá hoy se plantea tener solo uno o dos hijos. Y no por egoísmo. Es su manera de vivir el amor familiar", agrega Muñoz. De todas formas, sugiere que, como padres hagamos explícitas nuestras expectativas y modos de pensar, pero respetando al mismo tiempo la libertad del hijo.
"Es importante estar presentes, escucharlos activamente, ayudarlos a clarificar sus pensamientos y sentimientos (los chicos se sienten presionados y ansiosos en esta etapa), y sobre todo preguntarles qué ayuda concreta podemos darles", comenta Cecilia Crouzel, licenciada en Educación y autora de Acompañando la elección vocacional de los hijos (Editorial Noveduc). Acompañarlos a visitar universidades o a encontrar profesionales de las carreras que les interesan para despejar dudas podrían ser gestos de gran colaboración.
Está claro que la elección de la carrera en estos tiempos es mucho más compleja que antaño. Por varios motivos: existen muchísimas más ofertas e innumerables casas de estudio. Y, además, como la carrera y el trabajo único para toda la vida desaparecieron (se supone que tendrán por lo menos 22 ocupaciones diferentes en su vida), sus opciones y caminos seguramente serán cambiantes. "La carrera de grado es solo la plataforma de base a partir de la cual los jóvenes se irán redefiniendo con su experiencia de trabajo y posibles posgrados. El mercado cambia de manera tan vertiginosa que van surgiendo nuevas carreras en respuesta a nuevas realidades y necesidades", asegura Crouzel.
Con este complejo panorama de fondo, Guido Schweiger, abogado y psicopedagogo que trabaja en orientación vocacional, insiste en el valor de acudir a un profesional para realizar una elección acertada. "Es el especialista quien tiene los mejores conocimientos y herramientas para ayudar al chico. Además, por ser adolescentes, ellos tienden a no hacer caso a lo que sus padres aconsejan", agrega.
Pero volvamos a las situaciones reales que se dan puertas adentro de un hogar. Si el hijo opta por una carrera que el mercado pareciera no precisar (porque está saturado) o cuya salida laboral hoy se encuentra mal paga. ¿Es conveniente hablarlo con ellos y sugerirles que busquen otras alternativas? Los entendidos coinciden en un punto: que los jóvenes elijan sus carreras y profesiones movidos ante todo por lo que les interesa, apasiona o entusiasma. No por lo que paga el mercado. Porque creen que la mejor opción para garantizar una vida profesional exitosa es que sean fieles a su vocación.
"Cuando alguien estudia y luego trabaja en una profesión que no le gusta, lo más probable es que termine por no ejercerla", dice Schweiger. Sin embargo, sugiere que los adultos no los dejen solos. Y ayuden a sus hijos a realizar elecciones realistas, y contemplen que la profesión que ejerzan les debe proporcionar un ingreso que les permita vivir dignamente.
La idea entonces sería hablar con ellos sobre sus intereses y las posibles oportunidades laborales de sus elecciones (sabiendo que los tiempos cambiantes e inciertos del presente hacen que nadie sepa a ciencia cierta cuáles serán las carreras mejor pagas de aquí a 10 años), pero dejar que sean ellos los protagonistas de sus decisiones.
O sea, darles libertad y pedirles responsabilidad a cambio. "Podemos trasmitir nuestro deseo, pero entendiendo que no son obligaciones que el hijo deba satisfacer. A veces hay que hacer un duelo por la propia expectativa y valorar como genuina la decisión de nuestro hijo y su búsqueda de independencia", explica Muñoz. A lo que agrega Crouzel: "Es importante no proyectar en ellos nuestros anhelos no cumplidos, miedos o frustraciones".
La manía de proyectar
El hijo es un otro muy diferente a sus padres. Y para ayudarlo en su búsqueda, aconsejan primero mirarlo con objetividad, reconociendo su singularidad, sus aptitudes y sus sombras. De alguna manera dejar de lado al hijo ideal, "aquel que nos hubiera gustado que elija tal o cual carrera (pareja o estilo de vida)". Y aceptar al que es realmente. Y, luego, estar presentes con optimismo. "Convertirnos en espejos constructivos en donde ellos puedan ver reflejados sus talentos. Confiar en ellos es la base para una autoestima saludable", afirman Crouzel.
Y bajar la ansiedad. Porque en esta etapa los padres suelen ponerse nerviosos ante la incertidumbre del futuro o temerosos de que se "equivoquen". "Es una ansiedad que viene del amor, pero puede convertirse en un peso para el hijo que ya lidia con las propias", dice Crouzel.
Es arduo el camino de la construcción vocacional. Porque como señalan los entendidos, va más allá de la elección de un estudio o carrera; refiere al despliegue de ese ser único y excepcional que cada uno está llamado a ser y que involucra su proyecto de vida o el lugar que quiere ocupar en la sociedad.
Pensar en el país
Consultado el economista Alieto Guadagni, director del Centro de Estudios de la Educación Argentina, fue contundente: "Si tuviera que asesorar a un joven le diría que estudie geología". En el país se reciben aproximadamente 125.000 estudiantes por año, de los cuales 60.000 corresponden a las ciencias sociales (abogacía, sociología, administración de empresas). Y solo se gradúan ocho ingenieros hidráulicos, 10 ingenieros nucleares y 20 ingenieros en petróleo. Según el economista, la Argentina necesita duplicar la cantidad de graduados de carreras científicas, tecnológicas, ciencias exactas (física, matemática) e ingeniería (aquí, cada 100 abogados hay 70 ingenieros. En Chile la proporción es de 100 a 200).
Las elecciones mayoritarias, por tanto, no están alineadas con el requerimiento productivo del país. "Si continúa esta tendencia, a nuestros jóvenes les será difícil jugar el partido del siglo XXI", afirma Guadagni.
Cree que estas carreras científicas y tecnológicas son muy poco elegidas porque suponen un esfuerzo intelectual arduo que nuestros jóvenes no están capacitados para asumir, lo que contribuye a la alarmante cifra de que el 80% de los estudiantes universitarios no terminan la facultad. Además, lamenta que el Estado no brinde, como lo hace Chile, un ranking de información del ingreso monetario actual y una proyección a 5 y 10 años de 160 carreras universitarias. "Esta información sería de gran utilidad para los jóvenes a la hora de elegir su futuro", concluye.