Por qué nos enfurece saber cuánto gana el vecino
-La verdad es que no pensaba comprar una casa en Cariló, pero el precio es realmente muy conveniente. ¿Cuándo escrituramos?
-Era el valor de alquiler por una quincena.
-Ah.
El diálogo-chiste circuló días atrás en Twitter y se viralizó enseguida, con miles de "favs". La caída del salario real, producto de la última crisis cambiaria y la posterior aceleración de los precios, hace que esta temática explote en las redes sociales. Ocurre a partir de una conexión humorística, o por bronca en una comparación, como sucedió hace dos semanas, cuando por varias horas el término "Cobos" fue trending topic en la red social del pajarito azul. Y esto último, no por una propuesta o un discurso del senador mendocino, sino porque se filtró el dato de que la pareja del exgobernador, recién recibida de abogada, había ingresado al Poder Judicial con un sueldo mensual de $120.000. Tras el escándalo mediático, la abogada desistió de su contratación, para luego ser tomada por el dirigente de la UCR como asesora en el Senado.
¿Por qué genera tanto enojo e "infelicidad" enterarse de lo (mucho) que gana otra persona, en relación con nuestros menores ingresos? El fenómeno acumula decenas de estudios en la economía del comportamiento (y en la subrama de la economía de la felicidad), y en la literatura de recursos humanos. El emprendedor Lucas González Day recuerda una frase de Mark Twain: "La comparación es la muerte del disfrute". La más reciente investigación académica sobre el tema es del economista argentino Ricardo Pérez-Truglia (profesor en la UCLA), en coautoría con Zoe Cullen, de Harvard. La conclusión de su trabajo es que enterarse de que un par gana más que uno tiene un efecto negativo (en términos del esfuerzo que se pone en una tarea). Pero sí hallaron un efecto positivo entre quienes advierten que sus jefes ganan más de lo que pensaban (posiblemente, porque crece el atractivo de lograr que los asciendan, y se esmeran más).
Una característica distintiva del estudio es que se basó en un trabajo de campo real, y no en entrevistas de laboratorio. Cullen, al estilo de una mistery shopper, se empleó en un gran banco asiático -no se dio a conocer cuál- y relevó distintas variables de productividad de los trabajadores -horas en la oficina, mails enviados, ventas logradas-, con más de 2000 casos. De allí se obtuvieron los resultados. Pérez-Truglia cuenta a LA NACION que cada vez más economistas usan esta metodología: "Por ejemplo, Susan Athey (Stanford) era una suerte de economista jefa "no oficial" de Microsoft e hizo mucho research con datos de la empresa de Bill Gates en esa época. Y yo planeo hacer lo mismo con una compañía de tecnología de acá, en Santa Mónica, en unos años".
Saúl Keifman, profesor de Crecimiento Económico de la UBA e investigador del IIEP-Conicet, cuenta que este foco en los ingresos relativos (y no en los absolutos) no es un descubrimiento de la economía del comportamiento, sino que ya estaba presente en autores clásicos. "En el capítulo 2, sección II de la Teoría general, Keynes plantea que los trabajadores negocian un salario nominal y resisten más una caída (descentralizada) del salario real originada en una reducción de los salarios monetarios que una caída equivalente originada en un aumento del nivel general de precios. La explicación la ofrece en la sección III del capítulo, y postula que cada grupo presta atención a su salario en relación con el de otros grupos de empleados que toma como referencia. Es una hipótesis sociológica que mucho después fue retomada por economistas institucionalistas en los 70 y por George Akerlof y Janet Yellen a inicios de los 90.
Keifman agrega que, según James Duesenberry, la utilidad del consumo de los hogares es relativa; depende del nivel de consumo de cada hogar respecto de otro que toma como referencia (keeping up with the Joneses, estar a la altura de los vecinos de la casa de al lado). Es una hipótesis que él usaba para explicar algunos hechos estilizados del consumo. En su construcción teórica, se conoce como "efecto demostración".
En la literatura de recursos humanos y de negocios hay, en general, decenas de historias reales de empresas en las que, por accidente, se filtró la lista de sueldos y el clima generado fue tan desastroso que muchas terminaron por disolverse. En la quinta temporada de Suits, una serie sobre abogados, Louis Litt deja un recibo de sueldo de Harvey Specter en la fotocopiadora para forzar una votación del directorio sobre honorarios (entiende que todos odiarán a Specter por lo que cobra). EnMad Men, la serie que retrata la edad de oro de la publicidad, Roger Sterling (dueño de la agencia) comenta en un capítulo: "Como dijo una vez un hombre sabio, lo único peor que no obtener lo que se quiere es que otro lo obtenga".
La discusión está lejos de cerrarse, porque en pos de la transparencia y de fomentar una cultura distinta, en tiempos más recientes hay especialistas en recursos humanos y empresas (sobre todo en el área de tecnología) que promueven una política de información abierta sobre salarios.
"Cuando querés que las personas se involucren con el resultado de la empresa y tomen buenas decisiones en cualquier nivel, necesitás darles acceso a información completa y de calidad -cuenta Jorge Silva, cofundador de la firma de software 10pines-; en las empresas tradicionales existe una asimetría de información que no permite a los empleados tener una visión completa del funcionamiento. La forma que encontramos para romper esta asimetría es con una política agresiva de números abiertos".
"Cuando uno habla de números y sueldos abiertos, lo primero que piensa es que todas las personas, al saber cuánto cobra el otro, van a salir corriendo a pedir un aumento. O que van a ser irracionales, pidiendo aumentos ridículos", continúa Silva, "Nuestra experiencia es completamente opuesta. Incluso hemos tenido un caso de una persona que rechazó un aumento de sueldo. ¿Por qué? Porque, justamente, al tener los números abiertos, él sentía que con el aumento iba a quedar al mismo nivel de otras personas que consideraba superiores. Lo que sucede con los números abiertos es que se genera una especie de presión de pares y autor-regulación que hace que la gente sea más racional y consciente. A la vez, imprime una necesidad de justificar el valor que cada uno genera".
El foco en lo que ganan los demás no solo es objeto de estudio de la microeconomía y de la teoría de la decisión, sino que parece tener un correlato en los grandes agregados. Es consistente, por ejemplo, con la Paradoja de Easterlin, la conclusión más famosa de la economía de la felicidad, que justamente marcó que, en períodos largos de tiempo, un aumento importante del ingreso per cápita en países como Japón no llevaba a una suba igualmente proporcional de la felicidad y el bienestar emocional de sus ciudadanos. Si lo que importa es "cuánto gana la vecina o el vecino", el sueldo propio en valores absolutos pasa a ser una variable de menor consideración.