Los dos desafíos de Macri para aprobar el combo blanqueo-jubilados
Con un Congreso que ya demostró que un día puede arrullar al gobierno y al día siguiente fustigarlo hasta desencadenar un veto, el presidente Macri renovará el método de negociar con la oposición ley por ley, lo que en el combo blanqueo-jubilados-pensión a la vejez anticipa trabajosas negociaciones. El gobierno confía en que la nueva legislación será aprobada, pero en todo caso eso no ocurrirá en el marco de ningún pacto de gobernabilidad ni de sonoros acuerdos interpartidarios sino como resultado de discusiones ordinarias.
El tema de la derogación de la ley que impide vender acciones de la ANSES en grandes empresas ya funciona como potencial carta de negociación. A sabiendas de que habría sido el foco de la resistencia del Frente para la Victoria y de sectores del peronismo en transición se lo excluyó del paquete original, lo que no significa que no vaya a surgir.
El gobierno confía en salir a partir de hoy de "los peores días", según su propia percepción. No viene de descartar puertas adentro la posibilidad de acuerdos marco que alivianen su desventaja numérica en el Congreso porque piense que se las arregla bien así como está. Descartó los pactos porque no encuentra la forma de hacerlos: los partidos políticos casi no funcionan como instrumentos de representatividad, el sindicalismo está dividido y el peronismo, que no tiene un liderazgo claro, navega en una ambigüedad plagada de matices, en la que sobresalen los vaivenes de los gobernadores y las sinuosidades del massismo.
De allí que el combo anunciado por Macri en un centro cultural del barrio porteño de San Cristóbal superponga dos desafíos y un riesgo. El primer desafío está en el campo de las expectativas. Consiste en liquidar el período agrio de ajustes acumulados de tarifas y de servicios y terminar el desarme de las bombas de tiempo de las que habló esta semana el presidente, para abrir lo que genéricamente podría denominarse buenas noticias. La forma en la que Macri, un devoto de la buena onda, hizo los anuncios, casi como si fuera el coordinador de un grupo de autoayuda que trae soluciones y renueva la esperanza, es la demostración de que el gobierno cree que con estas medidas habrá un antes y un después.
El segundo desafío es poner a prueba la habilidad negociadora después de que la oposición le marcó la cancha al gobierno con la ley antidespidos . ¿El riesgo? No es una derrota parlamentaria -parece difícil que los blanqueadores de ayer se planten irreductibles frente al "último" blanqueo- sino la sobredosis de expectativas focalizadas en esta medida y en sus beneficios dinerarios, como si se tratara de una renovación de un clásico argentino, la cosecha que llega para salvarnos, llámese los veinte mil millones de dólares que traen los chinos, Vaca Muerta o, más recientemente, las inversiones que se sugirió que lloverían con sólo estar Macri en la Casa Rosada.
"Espero que el Congreso se ocupe en tiempo récord", dijo el presidente rodeado de jubilados. Batir los récords de las leyes express de Cristina Kirchner no le va a resultar fácil. Lo primero que deberá explicar Cambiemos es por qué los blanqueos de Cristina Kirchner eran malos y este es bueno. Ningún blanqueo de por sí es un modelo inmaculado de medida administrativa.
Pero si no en términos éticos, desde el punto de vista práctico es cierto que hay una diferencia conceptual entre el blanqueo anunciado por Macri y los precedentes. Hasta ahora la palabra clave siempre era confianza. Cada blanqueo se postulaba como definitivo sobre la base de que había comenzado una nueva etapa, merecedora -se decía- de la confianza de quienes habían puesto sus capitales a resguardo fuera del país, afuera del sistema o ambas cosas. Había que confiar en la vista gorda que haría el Estado y, sobre todo, en el porvenir venturoso y estable de la economía. Pero este otoño el argumento es más pedestre: blanqueen ahora, dice el gobierno, porque en la era postcapitalista de los Panamá Papers la clandestinidad de los dineros ocultos tiene los días contados . Este es el último de verdad. Presionados, los bancos cada vez ponen más restricciones, lo que encarece cualquier transacción. Las lupas son universales. Los filtradores de información acechan. El mundo marcha hacia una efectiva trasnacionalización de los controles fiscales.
Pone algo de ruido en las argumentaciones oficiales la coincidencia del anuncio con la noticia de patrimonio del presidente y sus depósitos en Bahamas. Macri está obligado por razones políticas, además de legales, a practicar la transparencia que predica. ¿Qué pasará con su fortuna y el fideicomiso ciego que prometió a la luz de esta ley de blanqueo que está enviando al Congreso? No hay duda de que el tema va a enriquecer los discursos parlamentarios de una parte de la oposición.
Y a su vez el kirchnerismo sabrá cómo hacer para salir airoso del enredo que proponga el debate sobre blanqueo con las investigaciones judiciales sobre dineros malhabidos. Es probable que el renglón dedicado a los funcionarios exceptuados del beneficio del blanqueo se convierta en motivo de discordia y reclame mayores precisiones que las que hasta ahora se conocieron.
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