Herramientas para prevenir y detectar fraude y malversación en la empresa
La efectividad de las líneas de denuncias es tal que más del 40% de los fraudes se han detectado gracias a llamados recibidas en éstas. Por eso, son consideradas el mejor método para ponerle freno a este mal que genera pérdidas, incluso pueden ser muy grandes, en firmas de todos los tamaños.
Este dato no es menor, pues se estima que el costo de los fraudes puede alcanzar hasta el 5% de las ventas de las compañías. Pero, aquellas organizaciones que han implementado las líneas de denuncias llegan a reducir este costo hasta en un 50%. Esto se debe a que las maniobras delictivas se detectan mucho antes del promedio: se calcula que sin barreras de control se tarda más de un año y medio antes de que alguien se dé cuenta de la estafa, pero cuando este canal de llamados está abierto el tiempo puede bajar a los 9 meses o menos.
Para que una línea de denuncia funcione la cascada de valores debe provenir de los altos cargos, pues así se contagia a toda la organización una cultura ética que lleva al autocontrol y a que los empleados honestos superen a aquellos que quieran tomar ventajas materiales. Además, aumenta la confianza desde los talentos hacia la compañía y viceversa.
Uno de los problemas de los fraudes es que cuesta detectarlos y, además, una vez que se lo hace se recupera muy poco de lo desviado. Se estima que alrededor del 60% de las compañías que fueron víctimas no pudieron recobrar de lo perdido. Este número alarmante marca la importancia de llegar lo antes posible a conocer el delito.
El tema de económico no es menor, pues existen dos variables: lo robado y aquello que se puede perder si la empresa debe enfrentar un juicio. Por eso, siempre es mejor conocer cuanto antes la existencia del delito, para poder accionar con soluciones y herramientas internas, pues de salir de la estructura, el problema adquiere matices más complejos y costosos, tanto en lo material como en la imagen.
A esto es bueno agregar que al posibilitar las denuncias anónimas, las líneas no obligan a los empleados a exponerse, siendo un beneficio para ambas partes, pues la organización gana al enterarse de primera mano lo que está sucediendo, y los empleados llegan, incluso, a cuidar su fuente de trabajo, pues en empresas pequeñas un fraude puede hacer sucumbir la estructura. Además, es bueno resaltar que muchas veces sería imposible detectar el ilícito si no ocurriera el llamado que alerta sobre su existencia.
Cuando una empresa sufre maniobras delictivas por parte de sus empleados el costo es mucho más que económico, la reputación es algo que se pone en juego y es sumamente difícil de recuperar, sobre todo en tiempos de redes sociales. Esto es importante y se debe tener en cuenta, pues el 79% de los Gerentes de Auditorías, a nivel internacional, afirman que en el último año tuvieron que investigar un fraude dentro de sus propias organizaciones, una cifra que no ha dejado de crecer en los últimos años.
Lo destacado está en cómo dicen estos directivos que llegan a detectar el problema. Para ellos el podio está compuesto por su control gerencial, la auditoría interna y las líneas de denuncia, contando estas con mayor aceptación entre los empleados. Sin embargo, pese a que su funcionamiento y confidencialidad están probados, aún hay entre un 30 y un 40% de compañías que no las tienen implementadas.
Del mismo modo, un fraude puede ser el robo de información, incluso de datos sensibles de los usuarios, y eso podría generar un problema mucho mayor. Aunque parezca algo que sucede en raras ocasiones, se sabe que, según estadísticas europeas, el 49% de las personas que renuncian a sus compañías en dicho continente se van con archivos con datos de sus las organizaciones a las que pertenecían. Aunque no se pueda saber las intenciones, eso ya es una filtración. Como en los casos de malversaciones económicas, en su detección las líneas de denuncia vienen siendo la herramienta más usada, pues es un trabajo que solamente lo detecta quienes comparten la rutina laboral con el empleado saliente.
CEO de Resguarda