Generar trabajo en tiempos de transición
La cuestión del trabajo en la Argentina tiene cuatro dimensiones. La primera se refiere a la coyuntura: el aumento o la caída del empleo en los últimos años. La segunda tiene que ver con una situación estructural: altas tasas de informalidad e inactividad y bajas tasas de productividad que permanecen en el tiempo sin variaciones significativas. La tercera alude a las políticas productivas y laborales que se pueden implementar para mejorar la situación coyuntural y estructural. Y la cuarta dimensión apunta al futuro: los cambios tecnológicos y organizacionales provocan efectos que los argentinos aún no hemos pensado bien. En esta nota me ocuparé de la primera cuestión.
Con respecto a la coyuntura sucedió algo llamativo: de estar perdidos respecto de dónde estamos parados, debido a que se habían roto los termómetros (la Encuesta Permanente de Hogares) o se informaba con rezago (registros y la Encuesta de Indicadores Laborales) pasamos a tener más información que nunca. Y eso permite al fin la discusión de fondo.
En cuanto al trabajo registrado, el Ministerio de Trabajo publica información mensual muy precisa de los registros administrativos relacionados con la seguridad social. Hay tres números clave: el de asalariados del sector privado, el de trabajadores del sector privado y el del total de trabajadores. El primero, cerca de 6,2 millones de trabajadores, es el conteo de las relaciones privadas. El segundo, cerca de 8,6 millones, suma al anterior otras tres categorías esencialmente privadas: asalariados de casas particulares, monotributistas y autónomos. El tercero, cerca de 12,1 millones de trabajadores, agrega a los trabajadores del sector público.
¿Qué sucedió desde diciembre de 2015 hasta marzo de 2017, último dato disponible? En términos desestacionalizados (útil para comparaciones entre diferentes meses), el total de trabajadores aumentó en 106.000, el total privado lo hizo en 32.000 y el de asalariados registrados cayó en 22.000. Se dio una fuerte diferencia entre el primer y el segundo semestre de 2016 (hasta hoy). En el primer semestre la caída de los asalariados privados fue de 51.000, y en los siguientes nueve meses hubo un incremento de 28 .000. El último mes de marzo aportó 15.000 nuevos puestos.
¿Cuáles son las causas de la caída del primer semestre? Uno de los problemas en los análisis políticos de los resultados económicos es la atribución de resultados presentes a causas y gobiernos contemporáneos, cuando en esencia las causas preceden (y muchas veces con considerable rezago) a las consecuencias. Los magros resultados en cuanto a generación neta de empleo en el primer semestre de 2016 se deben a tres factores.
El primero es la baja inversión privada y pública de los años previos. Baja inversión agregada repercute en el mediano plazo en baja demanda laboral. La recesión iniciada a mediados de 2015 impactó en el empleo. En segundo lugar, el gobierno anterior incubó una débil inserción internacional, lo que redujo las alternativas comerciales en momentos de menor demanda brasileña. Tercero, la sistemática alta inflación, el creciente déficit fiscal y el retraso tarifario requirieron correcciones para un crecimiento sostenible. Esas correcciones se necesitaron por desvíos del gobierno kirchnerista, por lo que efectos temporariamente negativas de su corrección son atribuibles a esa gestión.
El factor fundamental que se ha empezado a revertir es la confianza en el país, en sus gobernantes, en su gente, y entre su gente. Es un factor que cambia lentamente y que hay que revalidar en lo cotidiano. Con variables de Estado muy deterioradas, como la confianza), se han tomado decisiones que de a poco mejoran el bienestar.
Resulta claro que la relativa estabilidad en el empleo es un logro destacado de este Gobierno: se logró mantener el empleo agregado mientras se dieron pasos importantes hacia los equilibrios macroeconómicos.
Desde este punto de vista, reconocemos lo que cualquier historiador económico sabe: lo que se ve hoy es resultado de políticas de años pasados, y las políticas de hoy repercuten en años venideros. Las políticas macro que se establecieron en 2016 y un impulso mayor a las políticas productivas y laborales generarán más trabajo en el futuro. El costo de perder el rumbo no es solamente el tiempo que estuvo descarriado sino también el tiempo que le lleva volver a la ruta de destino. El kirchnerismo perdió el rumbo económico en 2007-2008, lo que se sintetiza en dos momentos clave: la intervención del Indec de 2007, y el conflicto con el campo de 2008. Perdimos el rumbo durante casi 8 años; en dos años el Gobierno habrá logrado retomar el camino de un destino próspero.
Subsecretario de Políticas y Estadísticas Laborales del Ministerio de Trabajo
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