El valor del sano y permanente diálogo en las relaciones de trabajo
Un nuevo año está en curso. Muchos se encuentran en un período de descanso. Otros, sin tener el tiempo para descansar por el exceso de trabajo, o por estar en situación de desempleo en plena búsqueda. El verano suele ser un momento privilegiado para pensar en nuestra relación con el trabajo y en muchos de los problemas que nos encontramos cuando estamos en plena vorágine.
Según la psicopatología y la psicodinámica del trabajo, el trabajo nunca es neutro. Por el compromiso que supone, no hay neutralidad posible. Trabajar nos hace bien o nos hace mal, pero no puede no hacernos nada. Todo lo que damos día a día puede eventualmente transformase en fuente de placer y satisfacción, al conseguir alcanzar un buen resultado (y probarme a mí mismo de qué soy capaz) o por el contrario, puede que todo lo que di se me vuelva en contra si en un momento pierde el sentido, como una suerte de boomerang. Trabajar puede así constituirse en una amenaza para mi salud. Quienes más aman o más amaron en una época su trabajo –y por ende más dan– más chances tienen de beneficiarse de lo bueno que el trabajo puede dar y a la vez más expuestos están a enfermarse en caso de que las condiciones no estén dadas –o incluso impedidas– para hacer un trabajo de calidad.
La cooperación juega un rol parecido. Hay dos posibilidades: o estamos en un proceso de construcción de la cooperación donde en equipo contribuimos a una obra común, y podemos secundariamente beneficiarnos del reconocimiento; o tendremos que protegernos para no enfermarnos a pesar de la gran cantidad de disfuncionamientos que nos impiden construir junto a mis compañeros.
Para muchos, ir a trabajar supone tener que defenderse de las situaciones laborales “para que no los afecten” más que la experiencia de construir un resultado de calidad junto a sus compañeros, reportes y jefes.
Estas situaciones muchas veces suelen degradarse con el tiempo hasta constituirse en una verdadera patología de la comunicación. Este término, acuñado por Christophe Dejours, define aquellas situaciones en las cuales las estrategias de defensa de los diferentes grupos se constituyen como verdaderas ideologías defensivas. Las acusaciones, en lugar de pasar por el trabajo, se estructuran en torno a las personas y pareciera que la única salida a los problemas fuese esa persona o grupo.
Las acusaciones cruzadas escalan, confirmando a los diferentes clanes la amenaza que su ideología defensiva anunciaba: que el otro es peligroso. Así, muchos de los conflictos de los cuales los sujetos buscaban protegerse terminan agravándose. Las diferentes partes escalan en sus agresiones para protegerse y confirman que es necesario defenderse.
Las espirales toman muchas formas; y los clanes, variadas configuraciones. Pueden ser por nivel jerárquico, por áreas o incluso dentro de un mismo equipo.
Lo complejo radica en que este tipo de defensas se estructuran para protegerse de ciertos problemas relacionados al trabajo, pero al tomar la forma de acusaciones personales terminan agravando la situación de la que buscaban defenderse.
Desandar ese camino y volver sobre las cuestiones de trabajo muchas veces ya no es posible. Las heridas mutuas son profundas. Sin embargo, no siempre todo está perdido. La movilización de las defensas junto a la creación de un tiempo específico para hablar de las reglas de trabajo es indispensable para poder volver sobre los problemas laborales.
Sólo así podremos construir un trabajo de calidad y volver sobre las cuestiones que hacen a la cooperación. Protegernos o volver sobre los problemas del trabajo real. Ésa es la cuestión.ß
Doctor en psicología del trabajo. Investigador asociado Universidad Paris Descartes - Sorbonne Paris Cité
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