El mensaje oculto detrás de cada objeto que se usa en la oficina
Hay quienes no dejan nada librado al azar, y cada carpeta o libro tiene un porqué y un para qué; algunos indicios para resolver el misterio
Los seminarios de management y recursos humanos siempre tuvieron un gran ausente: la semiología. Aferrados a la aparente utilidad indiscutible de “cómo comunicar” o el lenguaje gestual y facial, como máxima aproximación, nos dejaron en la ignorancia que vivimos dentro de un universo de signos, que tiene tanto peso e importancia como el lenguaje escrito o hablado.
Hay códigos no visibles, como la vestimenta, las comidas, los protocolos de interacción, que se respetan a rajatabla, pero de difícil traducción en tanto que no se haya aprendido a observar y leer. Son más accesibles los indicadores económicos, los porcentajes y aun éstos, como la Biblia o el Talmud, son pasibles de interpretaciones diversas.
Ferdinand de Saussure abrió la puerta, a principios del siglo XX, a lo que luego se convertiría en una de las ciencias fundamentales para entender los significados y significantes que nos llegan de nuestro entorno. Intelectuales de alto nivel, como Umberto Eco, Roland Barthes, Claude Levy Strauss, entre otros, han desarrollado estudios semiológicos que, si se tuvieran en cuenta para la interpretación de los mensajes que emitimos y nos llegan, fuera o dentro de los ámbitos de trabajo, el ejercicio del management sería mucho más serio y efectivo que las recetas “fast food”.
Para ilustrar, tomaremos un ejemplo de una peculiar novela policial, La séptima función del lenguaje, de Laurent Binet, recientemente publicada en español. Esta peculiaridad consiste en que se trata de una trama que mezcla hechos reales con ficción.
Se inicia con el accidente sufrido por Roland Barthes, el 25 de marzo de 1980, que le causó la muerte. Se sospecha que no fue casual, por lo que se inicia una investigación conducida por un Comisario del Servicio Secreto Francés, quien recluta a un joven profesor de la Universidad de Vincennes, para que lo introduzca en un ámbito que le es desconocido.
Durante la investigación, tienen una entrevista con el entonces presidente, Valery Giscard d’Estaing, en su despacho oficial, donde el profesor observa “los dos butacones que hay frente al escritorio, detrás del cual se halla Giscard, y otros sillones con un sofá dispuestos en torno a una mesita baja, al otro lado de la habitación”. Entonces, “comprende de inmediato los términos de la alternativa: según el presidente desee marcar distancias con sus visitas o, por el contrario, darle al encuentro un toque más amistoso”. A ellos los recibe detrás de su escritorio, “que utiliza como parapeto”.
Sobre el escritorio, “hay pilas de carpetas de una altura sabiamente calculada: demasiado bajas, darían la impresión de que el presidente no hace nada; demasiado altas, que está desbordado”. Es decir, Giscard d’Estaing estaba enviando fuertes y premeditados mensajes no verbales.
La semiología, como disciplina, es muy esclarecedora de las situaciones sociales, que no sólo sirven para la capacitación de vendedores. Las empresas y los lugares de trabajo en general conforman universos con signos propios. Algunos, tradicionales, como es el caso de la famosa corner office, donde se alojan los funcionarios de más alto rango. Los salones para los empleados rasos, los vestuarios en los talleres, los pasillos de entrada o salida, el mobiliario, el edificio, etcétera. También el comedor o las salas de capacitación, cuando las hay. Y la vestimenta es un condicionamiento esencial, en especial para las entrevistas, porque exige un formato a medida de lo que debe ser, más allá de lo que uno verdaderamente sea.
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