Cuadernos de la corrupción: hora de definir valores empresariales
No dejan de sorprendernos las consecuencias en el mundo empresario y organizacional de la investigación derivada de "los cuadernos de las coimas".
Cuando muchos consideraban que este tipo de situaciones sólo se circunscribían al ámbito público, o a determinadas situaciones en algunos países, en pocos días nos despertamos con una imagen novedosa: empresarios y ejecutivos quedaban presos por haber pagado millonarias sumas de dinero a funcionarios públicos de manera ilegal para ser favorecidos en las licitaciones de obras públicas.
Esta imagen tan impactante - e inesperada para la mayoría- nos invita a reflexionar cuál es el sentido de los valores que tanto se declaman y cómo muchas veces se confunde "hacer bien" con "hacer el bien". Podemos ser muy productivos pero para hacer algo que tenga fines espúreos. Y a largo plazo, ello no es gratuito.
Tal vez uno de los grandes y más apasionantes temas para discutir en el mundo empresarial actual es el hacer bien y el bien en un mundo en el cual las cosas no necesariamente se hacen de esta manera. La realidad es que gran parte de los desastres económicos que hubo en el mundo, en los primeros años del siglo XXI, están vinculados con desastres éticos, más que económicos. A nivel global, con frecuencia experimentamos crisis financieras que llevan a crisis económicas, y éstas, a crisis sociales. Pero lo que pocos piensan es que mucho de ello está fundamentado en una crisis moral, donde los valores que deberían tenerse en cuenta son muy poco considerados
En la actualidad, poder trabajar de acuerdo con criterios de integridad es un gran desafío para cualquier compañía. Más allá de los resultados inmediatos que puedan obtenerse si se responde a un criterio carente de honestidad, a largo plazo -indudablemente- la honradez conduce al éxito sostenido en los negocios. Hacer lo correcto, aún cuando implica tomar el camino más difícil, es la vía más recomendable.
Cuando hablamos de integridad en las empresas, muchas veces lo hacemos desde un punto de vista teórico, ajeno a la realidad. Sin embargo, tener una mentalidad íntegra es disponer de la capacidad de actuar de manera adecuada ante cada uno de los acontecimientos, en función de los valores que se persiguen y se sostienen en el tiempo. Implica tener una actitud responsable dentro y fuera de la organización.
La clave está en cómo tomamos las decisiones, de qué manera deciden los líderes cuando tienen que tomar ciertas determinaciones. Porque -evidentemente- hablar de valores es muy lindo, simple y sencillo en apariencia; sin embargo, en la práctica, en la realidad cotidiana, se visualiza que hay momentos clave para ponerla en juego y llevarla adelante.
Las decisiones decentes tienen lugar, entre muchas otras situaciones, cuando se contratan colaboradores, cuando se los desarrolla, pero también cuando decidimos con qué tipo de proveedores y clientes trabajamos, qué tipo de productos o servicios ofrecemos, cómo nos comportamos ante la competencia, qué hacemos en materia impositiva, cómo define la compañía sus estrategias de crecimiento, qué tipo de publicidad hacen y, desde ya, cuando negociamos un contrato con un cliente - sea público o privado-. Así podríamos seguir enumerando muchos otros aspectos en los cuales se visualiza o no en la práctica esa integridad de la cual tanto se predica, desde el cuidado del medio ambiente hasta el de la comunidad, de cada colaborador, de cada proveedor o cliente. Obviamente que también pasa por el respeto de las normas del país. Y cuando cualquiera de estos aspectos no es considerado, el impacto es grande.
Hay dilemas que se presentan permanentemente en las organizaciones y ante ellos hay que demostrar que se practica lo que se predica. Y cuando uno toma una decisión respecto a un tema complejo, basada y anclada en sus valores, difícilmente se equivoque. Tal vez puede tener un resultado financiero inferior al que podría obtener de otra manera o perder una oportunidad comercial; sin embargo, la probabilidad de éxito a largo plazo es mucho más alta.
Tal vez parezca un planteo utópico; sin embargo, es una manera de demostrar coherencia y consistencia.
Ojalá los cuadernos los utilicemos exclusivamente para registrar experiencias y aprendizajes transformacionales, narrando historias significativas para mostrarlas como auténticos trofeos.
Consultor en innovación disruptiva de Recursos Humanos. Autor de El futuro del trabajo y el trabajo del futuro
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