Contradicciones muy actuales entre la modernidad y la miseria
Volver a Singularity University después de dos años y esta vez como expositor en vez de alumno fue uno de los desafíos -y cambios de perspectiva- más importantes de mi trayectoria. Mi recorrida por California puso de manifiesto muchas situaciones duras y complejas que ya son una realidad hoy y que, si no se corrigen, van a seguir siendo una realidad mañana.
El contrapunto entre algunas de ellas es impresionante: en las calles de San Francisco conviven máquinas para convertir billetes en tarjetas de crédito, negocios que ya no aceptan cash sino solo medios electrónicos (dicen que por cuestiones ecológicas), negocios en los que se puede pagar con bitcoins y bares atendidos 100% por robots con una cantidad nunca antes vista de personas en estado calamitoso, revisando la basura, cartoneando o pidiendo limosna... Muchos de ellos destruidos por el exceso de drogas y muchos con problemas psiquiátricos severos.
Son contradicciones entre la extrema modernidad y la extrema miseria.
Las drogas -que en cierta forma siempre fueron parte del "paisaje" habitual de San Francisco- van cobrando su tarifa: hoy, el olor a marihuana es omnipresente y en muchos baños hay dispositivos para dejar jeringas usadas. Junto con este problema tan serio de salud (social, física y mental) vemos empresas de "medicina rápida" y automatizada que luego de una entrevista de 90 minutos -y a través de una aplicación- van guiando al paciente con todos sus temas de alimentación, actividad física, sueño, historia clínica, etc. Lo mismo con las estaciones automatizadas de medición en 3D del cuerpo para evaluar el estado físico, con indicadores de salud y herramientas para medir su evolución.
De la misma forma, muy cerca de donde podemos ver sistemas de ride-sharing aún más baratos que Uber (o sea, Uber compartido) y garajes con cargadores para autos eléctricos, vemos carteles que advierten por robos en los autos que estacionan en la calle. Y no en áreas alejadas, sino en algunos de los lugares turísticos más visitados.
La infraestructura también tiene sus dos lados de la moneda: mientras crecen la batalla comercial y la competencia entre dispositivos de inteligencia artificial doméstica, como Google Assistant, Amazon Alexa y Siri de Apple, y se hacen omnipresentes los Amazon Lockers, donde podemos retirar productos comprados en la supertienda online y pagar con el celular, la feria de tecnología más importante del mundo (CES) se quedó sin luz y sus 180.000 visitantes quedaron a oscuras.
Y mientras el check-in en los aeropuertos, el registro de equipajes y el sistema de migraciones para ingresar a EE.UU. están automatizados casi por completo, el tranvía de San Francisco (una de sus atracciones más concurridas) sigue haciendo su cambio de dirección con un plato manual empujando al vagón para que gire. Además, cuando se le termina el turno al chofer, el tram se detiene en la mitad del recorrido y no arranca hasta que no llega su reemplazo.
A pocos metros, surgen ahora locales de comida que promocionan su propuesta como "orgánica, atención personalizada y de propiedad familiar", un apelativo tanto para diferenciarse como para "pedir ayuda", apelando a la parte humana del consumidor.
Esta fue una experiencia increíble, con muchísimos aprendizajes y situaciones no vividas previamente. El futuro que ya es presente y el pasado que no deja de estar vigente. La tecnología de avanzada en su máxima expresión y las miserias humanas que no dejan de sorprendernos. Una síntesis de las contradicciones de lo que es el mundo en el que vivimos.
Consultor en temas de innovación disruptiva de recursos humanos y autor de El futuro del trabajo y el trabajo del futuro
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