Empleo en la Argentina: la brecha entre el rebote que muestra la estadística y la solución real
Al igual que con la pandemia y la economía, 2021 resultó el año de la recuperación para el empleo en la Argentina. Pero... Atención: el cambio de tendencia tuvo casi todo de rebote y casi nada de solución real. Vale entonces analizar las cifras para entender qué está pasando.
La tasa de desocupación informada por el Indec para el segundo trimestre de 2021 resultó de 9,6% de la población activa, a nivel nacional. Hubo una mejora en 163.000 trabajadores formales en comparación con igual período de 2020, que tuvo un desempleo de 13,1%. Pero el indicador de ocupados demandantes de empleo empeoró, al pasar de 11,6% a 17,0%, y la tasa de subocupación subió de 9,6% a 12,4%. Eso refleja que la calidad del empleo (en términos de horas ocupadas) se deterioró.
Es un fenómeno que se confirma al comparar los datos, publicados por el Ministerio del Trabajo, de diciembre de 2019 con los de agosto de este año. La cantidad de asalariados registrados privados cae 2,1% (127.000 puestos); el número de autónomos no asalariados se derrumba 6,0%; la cifra de monotributistas sociales sube 7,9% (52.000 casos), y el número de asalariados públicos crece 1,6%.
Es la peor combinación. Y eso pasa en el empleo formal. Súmese el mayor impacto de la pandemia en el mercado en negro. Como si todo esto fuera poco, los salarios siguen su caída libre: según datos de Invecq, entre 2017 y septiembre de 2021 la caída del sueldo promedio en pesos constantes llegó a 20% (¡cuatro años consecutivos de pérdida!). La explicación más llana y directa de por qué cada día nos sentimos un poco más pobres.
Sin dudas, el Covid-19 deja en el mundo del trabajo cambios fundacionales. Hay varias tendencias que le movieron el piso a las bases del mercado laboral y que –algo no menor– aún están en proceso de asentamiento y consolidación.
• El surgimiento de la revolución global de la Gran Renuncia, un fenómeno socio-laboral a seguir muy de cerca, que cuestiona en sus bases los mandamientos de la tradicional relación de dependencia,
• El malabarismo y el desafío que implica para los jefes gestionar virtualmente a través de múltiples pantallas.
• La definición final del espacio físico del trabajo y la duda existencial sobre cuál es el equilibrio ideal entre home office y oficina
• La creciente e imparable exportación de servicios profesionales desde la Argentina hacia el resto del planeta, en múltiples rubros y con innovadores formatos.
¿Qué deparará 2022 para nuestro mercado laboral? Como es tradición, la Argentina ofrece algunas (pocas) certezas y muchos interrogantes. Entre las certezas, es un hecho que nuestro país dispone de oportunidades en el terreno de las tecnologías de la información aplicadas a productos o a servicios, en sectores como salud, agroindustria, logística, educación y finanzas. Eso lleva a pensar en una genuina generación de empleos de calidad y de exportación de dólares. Con los glamorosos unicornios se confirma el potencial y el talento de nuestro entrepreneurship local. Sin dudas, podría ser la rampa al futuro y a la salida de la pobreza que sufre gran parte de la población. En nuestro país hace por lo menos diez años que, por falta de gente, no se cubren entre 5000 y 10.000 puestos de trabajo en el área de IT.
Del otro lado de la moneda están las dudas de casi siempre y algunas nuevas. Entre ellas, si habrá una reforma laboral que, por ahora, nadie se anima, sabe o quiere encarar (y aún muchos menos entienden cual debiera ser su real hoja de ruta). Otra se refiere al futuro de Vaca Muerta, cuya suerte depende del humor de los políticos de turno.
También está el tema de la búsqueda del sentido y del propósito del trabajo en las nuevas generaciones, a nivel global. Esas inquietudes jaquean los tradicionales vínculos de la relación laboral.
El futuro por definición es incierto. En la Argentina, lo es aún más. La decadencia laboral local de (por lo menos) la última década es ya crónica, estructural e independiente de cualquier ideología política. Un mercado del trabajo debilitado y empantanado entre ridículas prohibiciones, la informalidad, arcaicas regulaciones y altos costos exige de cirugía mayor cómo única y posible salida.
El análisis deberá, por un lado, revisar desde sus cimientos a nuestro pobre sistema educativo, tanto en su contenido como en sus formas y, por el otro, entender, proyectar y abrazar el futuro del trabajo, con sus nuevas carreras, roles y tipos de relaciones empleado-empresa. La solución inevitablemente deberá ser de largo plazo y deberá articular visiones e intereses del sector privado y del gobierno, un ejercicio muy poco común en nuestra historia.
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