Emilio Ocampo y Nicolás Cachanosky: “El objetivo de dolarizar es ponerles un cepo a los políticos”
Los economistas y docentes explicaron, en un diálogo con LA NACION, por qué están convencidos de que la dolarización es una solución para la Argentina, y analizaron, además, los casos de otros países en los cuales se implementó esa política, que muchos de sus colegas rechazan de plano; qué reformas acompañarían el plan
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Emilio Ocampo, profesor de Historia Económica y Finanzas en la Universidad del CEMA (UCEMA), quien se acaba de sumar al equipo económico de Javier Milei, y Nicolás Cachanosky, profesor asociado en la Metropolitan State University (MSU) en Denver, Estados Unidos, son los autores del libro Dolarización: una solución para la Argentina (Editorial Claridad), en diálogo con LA NACION, explicaron la investigación que hicieron sobre los casos ya implementados en el mundo, detallaron los motivos por los que consideran que ese camino es una opción conveniente para el país y dejaron abierto el debate.
–¿Qué análisis hacen de lo ocurrido en otros países con el camino de la dolarización?
Emilio Ocampo (EO): –Encontramos muchas lecciones valiosas en la experiencia internacional, la de Ecuador, pero también las de El Salvador, Panamá o Zimbabue, un país africano que en 2009 dolarizó su economía y en 2019 la desdolarizó y terminó en una hiperinflación. Ecuador dolarizó su economía en 2000 de manera unilateral, sin consultar al gobierno norteamericano y debido a una crisis muy profunda. Si uno mira las estadísticas macroeconómicas de Ecuador, a pesar de que se trata de una economía muy diferente a la argentina y muy dependiente del petróleo, las condiciones son similares a las de nuestro país hoy. Se dolarizó para evitar caer en una hiperinflación. En El Salvador fue muy diferente, porque fue el paso final de una serie de reformas. En Panamá es distinto porque el dólar coexiste con una moneda que se llama el balboa, que existe pero formalmente no se usa. Lo que intentamos pensar es, sobre la base de la realidad de estos otros países, qué es lo que más le puede convenir a la Argentina.
Nicolás Cachanosky (NC):–Es valioso aprender no solo lo que funciona, sino cuándo y por qué algo puede fracasar. Es una de las lecciones de Zimbabue. Lo que buscamos con el libro es mostrar cómo funciona una dolarización en la vida real, en la experiencia, y hasta qué punto los temores son ciertos.
–¿Qué puede aprender la Argentina de Ecuador?
EO:–La dolarización es como una pizza, tiene una masa que es común a cualquier variedad, pero los ingredientes son los que le dan el gusto. En una dolarización la masa viene a ser el dólar; después, podés agregar todo tipo de ingredientes. Ningún caso es igual a otro. En Ecuador, una de las particularidades tenía que ver con la transformación del sistema bancario, porque cuando se hizo, el sistema estaba en bancarrota literalmente. Hubo una crisis brutal en 1999 que terminó con muchos de los bancos ecuatorianos privados, y hubo un rescate por parte del gobierno, muy costoso; quedó el sistema cerrado a la competencia internacional, aunque tenía algunas características que creemos favorables, como permitirles a los bancos depositar las reservas en el exterior. Se mantuvo el Banco Central y eso le permitió a (Rafael) Correa usarlo para financiar el déficit público. Eso es uno de los temas que creemos que no hay que hacer. Correa forzó la repatriación de las reservas, aumentó los encajes y con eso compró títulos públicos, y parte del déficit se financió de esa manera. Nos parece muy peligroso. Cuando se contamina el sistema bancario con deuda del gobierno, que es un deudor no muy creíble, eso te puede llevar a una corrida y generar problemas. Eso lo vimos en 2001.
–¿En qué sentido?
EO:–Los bancos tenían cada vez más exposición al sector público, particularmente a las provincias, y ese aspecto debe ser corregido, porque en la Argentina, con las mismas circunstancias habría una corrida de los depósitos que podría haber complicado mucho una dolarización. Hay un tema que es la integridad financiera de la dolarización. Hay que recordar que los depósitos son el 80% de la oferta de dinero, y cuando hay un sistema financiero donde los depósitos se usan para financiar el déficit fiscal, estamos en una situación casi análoga a la emisión sin respaldo. Es algo que hay que evitar, porque el objetivo de la dolarización, en definitiva, es ponerles un cepo a los políticos para que no gasten y para que, si van a gastar, usen mecanismos transparentes y no castiguen a la población con el impuesto inflacionario, que golpea a los de menores ingresos. Los que tienen capacidad de ahorro ya están dolarizados en gran medida, pero a quienes realmente afecta la desvalorización de los ingresos es a los trabajadores de menores ingresos, que no tienen capacidad de ahorro con el esquema que tenemos hoy. La idea es poner un cepo y no dejar ninguna rendija abierta para que el sistema político haga lo que quiera.
–Con un Banco Central que tiene reservas limitadas, como hoy, ¿a qué tipo de cambio se podría concretar la dolarización que plantean?
EO:–Es un tema bastante complejo, que lo tratamos en el libro. En primer lugar, nosotros proponemos cerrar el Banco Central. Tiene activos y pasivos, y en cuanto tenga un patrimonio neto positivo, conceptualmente hay reservas al tipo de cambio que fijes, que hoy podría ser de $300 por dólar. Esa es nuestra opinión. Hemos desarrollado una propuesta bastante original –que no hemos visto en otros economistas–, que es la reestructuración del Banco Central y la monetización de los activos no monetizables a través de un proceso de titulización. El error de muchos es considerar que los activos del Banco Central valen cero, pero no valen cero. Si se asume que las letras intransferibles o los adelantos transitorios valen cero, obviamente que el tipo de cambio de conversión es muy alto. Nosotros creemos que se puede dolarizar a $300 por dólar, asumiendo una prima de riesgo país de 3000 puntos. Si asumimos que cae porque viene un gobierno más creíble, podría ser menor. Pero no se puede hacer una dolarización muy por debajo del valor del dólar en los mercados libres, porque si no te exponés a una corrida de depósitos.
–Plantean la idea de la dolarización como un cepo, ¿qué significa?
EO:–Si se gasta más de lo que se recauda, hay déficit y tres maneras de resolverlo: se emite deuda, se le dice al Banco Central que imprima billetes y los gire para pagar gastos, o se aumentan impuestos. Con una dolarización, lo que sucede es que emitir moneda, el impuesto inflacionario, desaparece como mecanismo de financiación del sector público. Entonces, hay que aumentar impuestos, que es complicado y requiere que lo autorice el Congreso, o emitir deuda y pagar un costo que no está cuando se emite un billete de papel. Cuando se emite deuda, hay que compensar a los inversores por el riesgo de que no se les devuelvas el dinero. Y ambos mecanismos tienen un límite. Hoy a la Argentina no le presta dinero nadie de forma voluntaria, y lo único que puede hacer el Estado es apropiarse de cajas. La presión impositiva ya es intolerable y en un sistema como la dolarización no solo le ponés un cepo a los políticos, sino que le das moneda al sistema económico, que sin ella no puede funcionar. Los inversores no pueden calcular la rentabilidad de sus inversiones y por eso no las hacen, y con una inflación tan alta es imposible planificar a largo plazo. El beneficio principal es la estabilidad monetaria, que la gente ahorre, que se desarrolle el crédito. La Argentina tiene un nivel de crédito sobre PBI de los más bajos del mundo, alrededor del 10%, y es inviable una economía así. Y prácticamente dos tercios del crédito va al sector público; todo el sistema financiero está orientado a financiar al sector público y eso es insostenible.
–¿Por qué plantear que el país no puede construir o tener su propia moneda?
EO:–Es una utopía. Para hacerlo tiene que haber dos cosas: credibilidad fiscal y una situación fiscal sustentable, y un marco institucional que funcione con poderes separados e independientes. Eso en la Argentina no existe, y sin eso es imposible crear una moneda. El déficit es un problema, pero el problema verdadero es el gasto público, porque no es lo mismo un déficit del 1% cuando el gasto es de 24 o 25% del PBI, como es el promedio de América Latina, que tener 2 o 3% de déficit cuando el gasto público está encima del 40%, porque ahí no hay más herramientas. En la Argentina tenemos una situación de anomia institucional, con un sistema político que tiene incentivos a gastar de manera procíclica, no ahorra cuando hay ciclo de vacas gordas, se fomenta el consumo y se expande el gasto público, y cuando se da vuelta el ciclo, la economía queda en situación de total desequilibrio. Hay que corregir muchas cosas. La dolarización no es una medida que se tome aislada. Es parte de un programa de reformas, no es que permite hacer todo lo que hay que hacer. Hay que reducir el gasto público, abrir la economía. No proponemos una dolarización en vez de, sino que viene con otras reformas, y de hecho es lo que facilita que las otras reformas se hagan. La Convertibilidad fue mucho más que el 1 a 1, fue con desregulación, privatizaciones, reducción del gasto, apertura de la economía y alineamiento con el mundo occidental.
NC:–Hay que tener en cuenta que la moneda depende del grado de confianza que haya en el Estado y de los sustentable que sea. Y el problema que vemos es que la clase política no es confiable, y está tan devaluada que no puede generar confianza para lanzar una moneda sustentable a largo plazo, no por 5 o 10 años. El otro punto clave es que una dolarización es difícil de revertir si no sos creíble políticamente y, por lo tanto, genera la necesidad de avanzar en otras reformas, lleva a tener que revisar el gasto público, la presión fiscal. Y si son reversibles porque dependen solo de nosotros, las reformas van a quedar a mitad de camino, y es lo que le pasó a otros gobiernos. La idea es generar un incentivo para avanzar en otras reformas.
–Si el país se dolariza, ¿qué herramientas tiene ante un shock externo o una apreciación del dólar frente a otras monedas, como ocurrió hacia finales de la Convertibilidad?
EO:–Ganar competitividad por una devaluación es un camino que básicamente no genera ningún resultado. Creer que así ganas competitividad es una falacia. Está demostrado. Ecuador ha tenido shocks de tipo de cambio real, tiene la economía basada en la exportación del petróleo y sus exportaciones han crecido. La idea de que te atás al dólar y te hacés menos competitivo es falsa. Hoy en la Argentina es más importante tener un gerente financiero bueno para protegerse de los descalabros del Estado. La idea de que ante un shock externo de tipo de cambio real vas a quedar mal parado es una extrapolación exagerada de lo que pasó en 1999 con la devaluación del real brasileño. Los problemas argentinos del ‘99 al 2001 no se pueden adjudicar únicamente a eso, hay que incorporar un montón de otras variables. La política jugó un rol fundamental, al generar poca credibilidad en la Convertibilidad y crear expectativas de devaluación. Creemos que el peso tiene que desaparecer, y quizás en algún momento lo podamos recuperar. No es verdad que si se dolariza nunca se podrá tener una moneda, pero no se puede tener una moneda estable si hay anomia institucional y un Estado que gasta más de lo que recauda.
*Esta entrevista se publicó por primera vez en agosto de 2022.
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