Elogio de la curiosidad: el principal alimento de la sana innovación
Cada vez más se intenta comprender cuáles son los factores críticos de éxito de las organizaciones más admiradas y las capacidades distintivas del talento más buscado: ¿cómo logran algunas empresas, ONG o startups resultados sobresalientes? ¿Hay algún secreto especial? ¿Qué hacen las personas más destacadas diferente a las demás?
El hilo conductor de todas estas preguntas es la necesidad de saber y entender qué podrían hacer para destacarse, figurar entre las mejores y sostenerse a lo largo del tiempo. Los que se preguntan esto están buscando, explorando, indagando. Y, paradójicamente, lo que muchas veces les falta es precisamente eso: el aspecto que cada vez cobra mayor preponderancia y, sin embargo, aún es poco mencionado en la literatura organizacional: la curiosidad.
De todas las definiciones la que posiblemente mejor se adapte a las necesidades empresariales es la que plantean desde Egon Zehnder: "La tendencia de las personas a buscar nuevas experiencias, conocimientos y retroalimentación, así como la disponibilidad para el cambio".
Es precisamente en nuestro contexto actual de ciclos de cambio cada vez más rápidos y cortos, en el que lo que parece nuevo se convierte en obsoleto rápidamente y en el que el aprendizaje debe ser constante y permanente, que esta capacidad es una competencia fundamental para mantenerse relevante.
La sustentabilidad de los negocios se basa en la capacidad de innovar -implementar impecablemente propuestas novedosas-, aplicando sabiamente la creatividad -generar ideas singulares y originales-. Y es allí donde la curiosidad emerge como parte de la génesis misma del proceso: ser curiosos para impulsar la creatividad que promueve innovación. La curiosidad es la fuente de imaginación y allí residen las propuestas novedosas que generan las respuestas superadoras para resolver los desafíos que se plantean. Por lo que ser curiosos es, más que nunca, un aspecto fundacional para generar empresas saludables y sustentables.
Una reciente investigación publicada en Harvard Business Review destaca que la curiosidad incrementa tanto la inteligencia, como la perseverancia, la energía mental y física. Asimismo, empuja hacia el compromiso más profundo, el rendimiento superior y objetivos más significativos. Los autores de la misma señalan que dentro del abanico de rasgos, se destaca una excelente actitud para abrazar el cambio, tan necesario en tiempos de tecnologías exponenciales y transformaciones constantes.
Integrando diferentes estudios, identifican cinco dimensiones esenciales:
1. La sensibilidad a la carencia: que impulsa a ocupar ese vacío que implica desconocer y al hacerlo se genera una percepción de cierto alivio.
2. La exploración feliz: que mira al mundo como un lugar para aprender y conocer cosas.
3. La curiosidad social: observar, comunicarse y conectar en profundidad con toda aquella persona que sea posible, a fin de nutrirse de cada individuo con el que se interactúa y obtener la mayor cantidad de información posible.
4. La tolerancia al estrés: el atrevimiento para admitir y capitalizar la angustia ligada a lo nuevo.
5. Constante búsqueda de efervescencia: asumir todo tipo de riesgos -físicos, sociales, financieros- con el objetivo de experimentar lo desconocido. Son aquellos que tienen adrenalina permanente, ligada al descubrimiento.
¿Cómo impulsarlo? Observamos que en las empresas más tradicionales prima el mandato. Consciente o inconscientemente se obedece a las jerarquías y, muchas veces, la cultura del perfeccionismo y el cero error. Y es justamente el camino inverso el que adoptan aquellos que hoy marcan la tendencia: el deseo que se pone en funcionamiento es el principal motor, el camino de la transformación está marcado por la exploración y el despliegue, el error es parte del proceso de aprendizaje permanente y el contexto está inspirado por el sistema deseo, que sustituye a la obediencia. Y ello se convierte en una invitación en la que se potencian las conductas individuales con los estímulos externos que también ayudan y, de hecho, pueden llegar a ser grandes.
Consultor en innovación disruptiva de recursos humanos. Autor de El futuro del trabajo y el trabajo del futuro
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