Elefantes y cisnes negros: ideas que interpelan a una nueva era
Dos libros, uno de Diego Golombek y otro de Guadalupe Nogués, invitan a profundizar desde diferentes ángulos la temática de la creatividad, cuyo motor es la curiosidad; qué caminos recorren ambas obras y qué “recetarios” proponen
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Cuando en la NASA, la agencia espacial de los Estados Unidos, tuvieron que elegir los nombres para los dos robots que realizarían diferentes estudios sobre la superficie de Marte, las opciones ganadoras fueron las de “Curiosidad” y “Perseverancia” (“Curiosity” y “Perseverance”). La elección no fue casual: se trata de dos habilidades claves en esta nueva era, de protagonismo creciente en un mundo que cambia cada vez más rápido y en el que también crece la complejidad.
Dos libros de no ficción lanzados en la Argentina el 1° de este mes atacan desde distintos ángulos el universo temático de la creatividad (cuyo motor es la curiosidad) y el de la complejidad. La ciencia de las (buenas) ideas (Siglo XXl), de Diego Golombek, y Entender un elefante (Debate), de Guadalupe Nogués tienen varios puntos de contacto (además de la tapa color crema en ambos casos).
Son ensayos muy bien escritos por autores y divulgadores que vienen de la biología, alternan historias clásicas con referencias pop y sugieren, al final, una hoja de ruta con consejos y estrategias a futuro. Ambos, sin saberlo de antemano, dialogan en algunas partes entre sí, con la curiosidad y la persistencia, como los rovers marcianos, como música de fondo.
“Las ideas nos acompañan desde que somos humanos y, sin duda, desde mucho antes en términos evolutivos”, plantea Golombek en el inicio de su libro. “Claro que los Homo Sapiens hemos llevado esta capacidad ideística hasta extremos poco conocidos en la naturaleza, a través del arte, la invención de la tecnología o el perfeccionamiento del lenguaje”, agrega.
El terreno de la creatividad como campo de estudio es relativamente moderno: comienza a desplegarse a mediados del siglo pasado con las primeras revistas académicas (que llegaron desde la psicología y, más adelante, desde las neurociencias). Por esa época nació en los Estados Unidos el Instituto de Personalidad de Investigación Social (IPAR, por sus siglas en inglés), dedicado a entender qué distingue a las personas creativas del resto.
Joy Paul Guifford se preguntaba por entonces si la creatividad y la inteligencia van de la mano (respuesta: no hay correlación muy alta) y el escritor y divulgador Isaac Asimov escribía un ensayo pionero (y poco conocido) titulado: Cómo la gente tiene buenas ideas.
Siete décadas más tarde, la creatividad explotó como nodo de interés y ya tiene más de 400 definiciones. Golombek, profesor en la Universidad de Quilmes y en la Udesa y experto en cronobiología (el estudio de los ritmos y relojes biológicos) recorre en su libro lo que se sabe hasta ahora sobre creatividad y neurociencias, con varios mitos asociados, como el de la diferencia entre el hemisferio derecho y el izquierdo del cerebro en términos de generación de ideas, algo que se demostró que es falso. Hay capítulos dedicados a la vinculación entre alucinógenos e ideas, a las vidas de grandes “héroes creativos” y a la relación con desafíos de salud mental.
Como todo buen libro de no ficción, hay un apartado voluminoso con “recetas” accionables para ganar creatividad. Aburrirse, beber (con moderación), darse baños de agua caliente o rodearse de determinados colores (el azul es el más amigo de la creatividad) aparecen entre los consejos. En este recetario se incluye, por ejemplo, un “Bizcochuelo John Cleese en 5 pasos” (uno de los protagonistas del grupo de humor inglés Monty Python) o una “ensalada de Steven Johnson” (el mayor divulgador de este campo en los Estados Unidos). Además de una sugerencia de un pionero en este tema (de la ficción), Don Draper, de la serie Mad Men: “Solo piensa en eso profundamente, luego olvídalo, y una idea te saltará a la cara”.
Cuenta una vieja historia que un grupo de ciegos, encerrados en una habitación con un elefante, tuvieron que descubrir qué tenían enfrente con el sentido del tacto. El primero tocó la trompa y pensó que se trataba de una serpiente gorda. El segundo palpó una oreja y pensó que un elefante era similar a un abanico. El tercero exploró una pata y concluyó que el animal era similar a un tronco de un árbol.
La dificultad con los problemas complejos o los “problemas salvajes”, como los llama Guadalupe Nogués en su libro Entender un elefante, no es muy distinta a la de la historia del párrafo anterior. “Una célula es un sistema complejo formado por átomos y moléculas. Un elefante es un todo que va más allá de la suma de sus partes. Nuestro mundo es un sistema complejo, y cada vez más, porque está interconectado como nunca antes. En la actualidad, tanto los problemas como sus soluciones viajan con rapidez: una sequía, una epidemia, una crisis en un lugar pueden compensarse con medicamentos o alimentos producidos del otro lado del planeta”, plantea Nogués, también doctora en Ciencias Biológicas y autora, en 2018, del libro Pensar con otros.
Aunque el gran divulgador de esta agenda a nivel global, Nassim Taleb, popularizó el término de “cisne negro” (eventos de bajísima probabilidad de ocurrencia y de alto impacto) en su libro homónimo, el concepto fue utilizado por primera vez –se cree– en el siglo ll por el poeta latino Juvenal, para referirse a algo que “no existe ni puede existir”. En Europa, en África y en Asia –el mundo conocido por los romanos– todos los cisnes eran blancos. Cuando en el siglo XVIII los holandeses llegaron a Australia y se encontraron con cisnes negros, se llevaron una sorpresa al ver algo intrínsecamente imposible.
Y, sin embargo, los cisnes negros existen y ocurren, en el sentido literal y en el de lo que representan. Se identificó mucho a ese fenómeno en 2020 con la pandemia del Covid, pero para Nogués no lo fue, por la cantidad de alertas previas que hubo. Más bien, la sorpresa y lo poco preparados que nos agarró tuvieron que ver con otras cuestiones, como el “sesgo de omisión”, que establece que se penaliza a quienes toman decisiones con una mala consecuencia, pero no a quienes no toman decisiones con secuelas gravosas. Pero nada se debió a una “improbabilidad” impensada.
En Para entender… hay referencias clásicas y otras más actuales de la cultura pop. En un diálogo de la película animada Los Increíbles, el personaje de Edna Mode dice: “¡Ve!¡Enfrenta el problema!¡Pelea!¡Gana! Y llámame cuando vuelvas, cariño. Adoro tus visitas”.
Hay pensadores con buenas ideas y frases tanto para la creatividad como para los sistemas complejos. Como el ex campeón mundial de ajedrez Gary Kasparov, quien suele repetir que “para ser bueno en algo hay que conocer bien las reglas, pero para ser excelente hay que saber romperlas”. Y también, cita Nogués, sostiene: “Nadie puede predecir con exactitud lo que va a pasar. La tarea es prepararnos meticulosamente para lograr el mejor resultado posible si ocurre lo peor”. Iterar, fracasar barato, probar una y otra vez están tanto en el recetario de Nogués como en el de Golombek.
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